Voy con Fajardo

Santiago Gamboa
26 de mayo de 2018 - 04:30 a. m.

Votaré por Sergio Fajardo este domingo. A pesar de que aprecio a Humberto de la Calle, el exnadaísta, y que Gustavo Petro me parece un político extraordinario, creo que lo que este país necesita en este momento es un pacificador. Un gobierno de transición que nos ayude a bajar lentamente el altísimo nivel de furia y “mala leche” criolla. Alguien que no sólo continúe e implemente el proceso de paz con las Farc, sino que inicie y lidere el otro, urgente, entre los colombianos, entre conservadores y progresistas, entre el Sí y el No del plebiscito, entre la extrema izquierda y el uribepopeyismo. Lo que Colombia necesita, después de su guerra, es una especie de Konrad Adenauer con quien todos puedan reconocerse, y que no esté en la orilla opuesta. Y ese es Fajardo. Porque el país parece un fusil recalentado y hay que ponerlo en remojo. Abrir las ventanas y dejar que entre el aire. Sé que es complicado, pero debe poderse. “Cuando uno sabe qué es lo correcto, lo difícil es no hacerlo”, dice un proverbio judío.

No me voy a explayar en las virtudes de Fajardo, que todos las conocemos, igual que las de Claudia López y Jorge Robledo, sus compañeros de aventura. Tres ciudadanos limpios y honorables en cuyo gobierno me gustaría ver también, por cierto, a Humberto de la Calle e incluso a Petro, aunque sé que esto es más difícil. Hoy sábado, un día antes de las elecciones, lo que vale es quién es cada uno, su historia y su potencial ético. El suyo y el de su partido. Por eso no me gusta Vargas Lleras, viejo zorro de las bancadas, cuya publicidad inmoral hace creer que sólo compite contra Petro, llamando “plaga” a la izquierda.

Uribe intentará ganar su cuarta elección presidencial y, si lo logra, gobernará a través de Iván Duque, su Twitter humano de más de 280 caracteres. Esta posibilidad no sólo no me gusta, sino que me espeluzna. Uribe cuenta con esa parte del país a la que no le importa que tenga decenas de investigaciones y sea sospechoso de tejemanejes que incluyen asesinato, masacre y violación. Pero todo en la nevera, claro, pues a pesar de presentarse como un perseguido político, más parece el consentido del fiscal. ¿Fue por eso que Néstor Humberto le “refrigeró” los procesos complicados? ¿Para que pudiera concentrarse sin angustias en las elecciones? Lo que sí hizo el fiscal, a cambio, fue dedicarse en cuerpo y alma al caso Santrich, aunque sin mostrarnos desde hace un mes las famosas pruebas fehacientes y concluyentes. Pero esto es otra historia.

¿Tendrán razón las encuestas? Ojalá que no.

Si yo tuviera Twitter, como Popeye y otros ilustres uribistas de este país, habría escrito: “Mi voto hablará por mí”. Y lo repito: votaré por Fajardo y Claudia López, esperanzado, y en segunda vuelta por el candidato del Sí que pase, que espero sea de nuevo Fajardo. Pero si los finalistas son Duque y Vargas Lleras, entonces saldré a la calle con las manos en la nuca, derrotado y cabizbajo, y me sentaré en silencio a ver cómo Uribe nos devuelve a los años 80, cómo extiende los límites de sus fincas y las de sus ganaderos hasta las fronteras y cómo sus hijitos logran entrar de una vez por todas a la lista Forbes. Y por supuesto dejaré mi entusiasmo patrio en “modo avión” hasta el 2022.

 

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