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Vuelve y juega: el miedo como estrategia

Sergio Otálora Montenegro
12 de septiembre de 2020 - 05:00 a. m.

MIAMI. – Aterrorizar a los blancos de las zonas rurales, y algunos de las urbanas, es el juego de Donald Trump por fuera del sur de la Florida. La consigna: los demócratas son aliados de Black Lives Matter, una coalición de anarquistas, extremistas y saqueadores, todos ellos negros, que busca someter al país a sus designios, según la versión de la Casa Blanca, convertida como nunca en la historia de Estados Unidos, en cuartel general de la reelección y lugar de manifestaciones partidistas.

Los demócratas buscan destruir los suburbios – los barrios habitados por la clase media alta- mediante la política de atraer sectores de bajos ingresos, latinos y afroestadounidenses, es la otra frase de campaña. Las ciudades y estados donde ha habido incendios, daños a la propiedad privada y pública, saqueos, y enfrentamientos violentos con la policía, son aquellos gobernados por demócratas, es el tercer grito de guerra.

Y para cerrar con broche de oro, la retahíla hecha a la medida de los prejuicios y fantasmas ideológicos del sur de la Florida: Biden es sinónimo de socialismo como del que huyeron los cubanos o venezolanos. Los demócratas quieren implantar en la barbas del tío Sam la dictadura del proletariado. Son comunistas disfrazados de ovejas inofensivas.

¿Resultado? En el ámbito nacional, el candidato demócrata aventaja al presidente, en promedio, por cerca de ocho puntos porcentuales. Pero en los estados indecisos, los que pueden ir de un lado al otro en una elección, en esos territorios las diferencias entre los dos contendores se ha reducido. Y son dichos estados los que determinan la victoria.

La apelación al miedo ante la gran fábula de que una “chusma” incendiaria, envenenada por el odio, se tome el país de la mano de los demócratas, ha calado en los votantes, al igual que la impresión que tienen muchos de que Trump es un mago para manejar la economía. El desempleo en el mes de agosto bajó al 8.4 por ciento, una tasa alta pero, igual, le permite decir al hombre del copete naranja que en su gobierno, a pesar de la pandemia, se han “creado” 9 millones de empleos.

Las mujeres, la comunidad negra, los independientes y los blancos con grado universitario, son los puntos más débiles del actual inquilino de la Casa Blanca, y las fortalezas del exvicepresidente que busca ser presidente. Al mismo tiempo es increíble que no se haya desplomado a niveles del treinta por ciento o menos la popularidad de un mandatario que, en sus propias narices, ha permitido que su país sea el de mayor números de infectados y muertos por el Covid19, y que por su negligencia e ignorancia el desastre económico sea más severo y profundo que en otras partes del mundo industrializado. En pocos días sabremos el impacto en el electorado que tuvieron las revelaciones del periodista Bob Woodward -uno de los famosos reporteros investigativos del Washington Post que destapó el escándalo de Watergate que terminó en la renuncia del presidente Richard Nixon – en sus entrevistas con Trump, las cuales fueron hechas para su nuevo libro próximo a publicarse. En dos de ellas, hechas a principios de febrero y en marzo, el presidente reconoció la gravedad del virus, lo mortífero que podría ser no solo para las personas de edad sino para los jóvenes y, lo más desconcertante, reconoció que, de manera deliberada y para evitar el “pánico”, desestimó y le restó importancia al peligro del coronavirus.

A la luz de estas declaraciones, muchos califican de criminal la conducta del presidente, porque desde el principio dijo que el tal virus era una patraña de sus enemigos, algo que no revestía mayor peligro y que desaparecería, en abril, por arte de magia.

Una de las comunidades más afectadas por el coronavirus ha sido la hispana. En Florida, ha recibido varios golpes: altos índices de mortalidad, desempleo y, al mismo tiempo, una deficiente respuesta del Estado para distribuir los beneficios de desempleo a los que tiene derecho. Sin embargo, en el llamado Estado del Sol, según las últimas encuestas, Biden y Trump están empatados. Y lo más escandaloso, pero de esperarse: en la población latina del Condado Miami-Dade, Trump aventaja por un punto a Biden (47-46%). Y el supuesto multimillonario de Manhattan le lleva al candidato demócrata 38 puntos porcentuales dentro de los cubanos (68-30%).

En la Pequeña Habana, Trump es considerado un “duro”, un patriota que ha frenado la expansión del comunismo. Esa es la percepción porque la realidad es muy distinta: a pesar de las restricciones de viajes, remesas, y el casi total desmonte de la política de Obama hacia la isla, el supuesto héroe de la lucha contra el castrochavismo destruyó la incipiente iniciativa privada y no redujo en lo absoluto las violaciones de derechos humanos o la represión contra los disidentes. Todo siguió como antes, o peor.

Vuelve y juega el miedo, mezclado con una percepción que nada tiene que ver con la realidad. Un dato: un análisis del ACLED (Armed Conflict Location & Event Data Project), publicado por versión digital de la revista Time, estudió 7.750 protestas del movimiento Black Lives Matter en los 50 estados y Washington D.C, entre el 26 de mayo y el 22 de agosto. En su estudio se estableció que 2.400 manifestaciones fueron pacíficas, y sólo 220, violentas. Es decir, el 93% de las demostraciones transcurrieron sin incidentes.

Pero Trump, sus aliados y algunos medios de comunicación han querido demostrar lo contrario. Ese tal vez es un viejo truco, pero aumentado por la pirotecnia verbal del caudillo.

Lo nuevo, esta vez, es que cerca de la mitad del electorado gringo duda de la transparencia del sistema electoral, efecto de la persistente perorata del candidato a la reelección de que el voto por correo se prestará para un fraude masivo (no hay evidencia estadística que apoye esa denuncia) y que si pierde la elección, será porque se la robaron los demócratas. Ninguna de esas afirmaciones tiene pies ni cabeza, pero lo grave es que hay muchos que se las creen, y están dispuestos incluso a defender a su líder mesiánico con las armas. Dramático: el mundo se empieza a dar cuenta de que la supuesta fortaleza de la democracia estadounidense había dependido, sobre todo, de la madurez de sus dirigentes. Bastó un solo patán obnubilado por su ego y sus debilidades de carácter para alterar a fondo más de 240 años de tradición republicana.

 

Tayrona(31467)12 de septiembre de 2020 - 04:55 p. m.
Si por allá llueve por aquí no escampa, al contrario, hay una tormenta espantosa. ¡Dios nos libre!
omar(11365)12 de septiembre de 2020 - 05:56 p. m.
Lo paradójico, lo insulso y lo aberrante es que en este país (Colombia) hay "admiradores" de Trum que esperan que gane para que detenga asuntos como el derecho al aborto, el matrimonio igualitario y la legalización de las drogas. ¿Cómo se explica eso?
Lutentas(60252)12 de septiembre de 2020 - 08:50 p. m.
Cada día es más triste encontrar la incapacidad de análisis de los hechos en la gente (letrada o no). La mayoría de los actuales mandatarios han ganado o estado a punto de ganar la elecciones sembrando el miedo y haciéndoles creer a sus partidarios que caeremos en el abismo si los no seguimos a ellos, a los "iluminados". Sus mentiras terminan cayendo pero a sus seguidores eso no les importa.
Octavio(58841)12 de septiembre de 2020 - 12:33 p. m.
Sin embargo, queda una pérfida conclusión con lo que está ocurriendo, no solo en Estados Unidos, es en todo el mundo, y es que en la humanidad se ha instalado una tremenda desesperanza que hace indiferente a cada ser humano, lo que permite que este tipo de personajes, sociópatas, psicópatas, delincuentes e indecentes lleguen a los cargos de poder a imponer sus locuras.
Atenas(06773)12 de septiembre de 2020 - 01:08 p. m.
Bueno, esta es la opinión de un latino allí asentando entre latinos, y de evidente y reconocido sesgo q' gusta demostrar propiedad en su parcial criterio. Empero, allá arriba en el puro y frío norte donde se cocina el alma profunda de la tierra de W. Whitman, poco es predecible. ¡¡Amanecerá y veremos!!
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