Wagner y la sordera

Manuel Drezner
11 de abril de 2018 - 02:43 a. m.

Hay quienes acusan a la música de Wagner como algo muy ruidoso. De hecho, una de las principales críticas que hacían a la música del alemán en sus tiempos era el increíble volumen que a veces lograba y decían que si esa era la música del futuro, ese futuro sería de sordera. Ya la gente se acostumbró a las efusiones wagnerianas, pero increíblemente en estos días se ha revivido la polémica en el sitio donde menos se esperaba, en el Covent Garden, la casa de ópera londinense.

Se trata de un intérprete de viola, a quien le tocó estar sentado delante de la sección de vientos, en especial las tubas de óperas de Wagner como La valquiria. El hombre, de apellido Goldscheider, demandó a sus patrones aduciendo que el choque acústico de estar delante de esos instrumentos le había causado pérdida de oído y como la música era su profesión, había perdido su capacidad de ganarse la vida. En principio, los empresarios negaron la pretensión diciendo que la pérdida de oído era uno de los riesgos conocidos del oficio de músico, pero la justicia, después de mucha deliberación, decidió dar la razón al violista, declaró culpable a la casa de ópera y solo falta determinar la indemnización que debe recibir, aunque el músico pretende casi un millón de libras esterlinas.

Es interesante esto, puesto que es la primera vez que se asegura que la profesión de músico lleva a la sordera. Es cierto que uno de los más grandes de todos, Beethoven, era sordo, pero este perdió su capacidad de oír por enfermedad y no por estar escuchando música, que de todos modos en esa época era menos estruendosa que la que vino después. Igualmente, la aseveración de que no fue cualquier música, sino específicamente la de Wagner la que causó el daño, es algo que puede tener trascendencia en futuros fallos judiciales. Sea como fuere, es la primera vez que se sienta el precedente y muchos músicos en el futuro pueden asirse de este fallo para buscar indemnizaciones millonarias. Claro que esto se aplica únicamente a la música clásica.

En las menos eruditas, como el rock, el daño del oído no solo en los músicos sino también en quienes los escuchan es algo que se da por sentado, ya que los volúmenes que logra la amplificación electrónica exceden la capacidad del oído de escuchar sin tener un daño permanente y muchos profetas del desastre han dicho que el rock está creando generaciones de sordos. Lo más probable es que el precedente del Covent Garden obligue a las orquestas a tomar precauciones, tales como el proporcionar audífonos que enmascaren el sonido a sus músicos, pero si estos no pueden oír lo que se está tocando, ¿cómo se escucharán las orquesta del futuro?

 

 

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