Y ahora todos juntos: la Minga es con Mocoa

Ignacio Zuleta Ll.
04 de abril de 2017 - 02:00 a. m.

Aún celebraba la victoriosa cohesión de la comunidad en Cajamarca en la que ganó el agua y con ella todos, cuando ocurrió una avalancha anunciada, empujada por las mismas aguas en un desmadre parecido al del sistema inviable. Ya había pasado en Salgar y sus víctimas son las mismas poblaciones marginadas a las laderas taladas de los ríos. Se repite. Después de la tragedia con sus cientos de víctimas, buscamos río arriba responsable y culpable. ¿No será ya la hora de recordar que la naturaleza y el hombre son un Todo?

El periodista George Monbiot, autor de Y ahora todos juntos (All Together Now), dice que la política se experimenta hoy como una fuerza externa, irrelevante y aburrida en el mejor de los casos, opresiva y asustadora en el peor. Se impone desde arriba en lugar de construirse desde abajo. Cuando la gente está atomizada y asustada se ve impulsada a defender sus intereses contra otros. En otras palabras: “somos despojados de los valores intrínsecos como la empatía, la conectividad y la amabilidad y lanzados a los valores extrínsecos como el poder, la fama y el estatus”. Buen reflejo de lo que nos sucede. Y se complementa con las ideas de Una Minga para el Posdesarrollo de Arturo Escobar: “El desarrollo y la modernidad involucran una serie de principios: el individuo racional, no atado ni a un lugar ni a una comunidad; la separación de naturaleza y cultura, la economía separada de lo social y lo natural; la primacía del conocimiento experto por encima de todo otro saber”. Y allí viene la reflexión inevitable de que nos convertimos en una nación urbana, que hemos perdido arraigo en el terruño, que las políticas agrarias han prescindido de la noción de cultura y territorio y que el paternalismo nos ha vuelto individualistas limosneros.

Olvidamos que la meta verdadera de toda organización social, económica y política debería ser el entrañable y antiguo concepto del “Buen vivir”, que no tiene nada que ver con el bienestar superficial del consumo superfluo, sino con las aspiraciones de armonía básica entre los seres humanos y de estos con el planeta que les da el sustento y derivar de ahí valores espirituales que nos permitan ver la Totalidad y no solo la parte. A estas alturas del conocimiento, el diagnóstico de las enfermedades sociales del sistema es suficiente. Viene ahora la tarea de aportar las soluciones.

Fue tan claro el ejemplo de la Consulta Popular de Cajamarca y tan conmovedora la movilización por la catástrofe en el Putumayo —que pueden resumirse en: “Y ahora todos juntos”— que me remite a la idea de la Minga. La minga (minka en quechua) es una antigua tradición de trabajo comunitario o colectivo con fines de utilidad social. Es el antídoto contra la individualidad asustadiza y egoísta impuesta desde arriba y la lentitud de la respuesta del Estado. Se requiere un liderazgo respetado, una actitud de compartir y colaborar, regresar a la empatía con las necesidades comunales y una alegría en la labor al convertir el trabajo con los otros en una fiesta de todos. Hay millares de ejemplos “colosales” de trabajos de base que han hecho prosperar comunidades y han roto la tramposa maldición contemporánea de soledad frustrada e impotente. No esperemos a que nos empuje el cataclismo para ayudarnos los unos a los otros.

@Ignaciozuletall

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