¿Y de la paz qué?

Felipe Zuleta Lleras
29 de abril de 2018 - 03:00 a. m.

La captura de Jesús Santrich por el delito de narcotráfico hace tres semanas ha resultado un golpe al proceso de paz firmado entre el Gobierno y las Farc. Es, por decir lo menos, un gran tropiezo.

Iván Márquez ha dicho esta semana que no asumirá su curul en el Senado. Dijo textualmente al noticiero CM&: “¿Cómo hago yo para ir el 20 de julio a ejercer como senador, como una derivación del Acuerdo de Paz de La Habana, que eso no es un regalo tampoco, y que me vayan a decir que soy un narcotraficante? Yo no estoy para esas cosas. Necesitamos respeto. Prefiero dejar esa joda allá”.

Esta frase deja muchas inquietudes. ¿Acaso el señor Márquez podría estar también dedicado al negocio de la
droga?

Lo sostuve hace dos semanas y es que sería muy raro que Santrich estuviera haciendo este negocio a espaldas de sus excompañeros de lucha armada. La actitud de Márquez podría estar confirmando esta tesis.

Es lamentable que este episodio haya puesto al descubierto que algunos de las Farc siguieron delinquiendo después del acuerdo. Esto pone de manifiesto que algunos no actuaron de buena fe frente a los negociadores y al presidente. Y claro está, surgen dudas sobre otros temas. ¿Entregaron todas las armas? ¿Cuántas caletas tienen con armas y plata? ¿Con quién tienen montado el negocio de la cocaína?

La maldición del narcotráfico no va a permitir que Colombia viva en paz. Si no son las Farc, son los del Eln, los del Epl, los de los clanes y las bacrim. Zonas enteras del país tomadas por los carteles. Tumaco, el Catatumbo, parte del Chocó, etcétera.

Que desastre para Colombia tener este negocio ilícito que ha dejado miles de muertos y víctimas.

La historia contemporánea del país ha estado marcada por el narcotráfico. Desde los años 70 hasta hoy, el país no ha podido vivir en paz por cuenta de este desgraciado flagelo de las drogas, que ha tenido influencia en todos los campos del país: el político, el económico y el social.

Qué desgracia, porque se generó además una cultura de la ilegalidad y de enriquecimiento fácil. Detrás de esto, obviamente lo que hay es una violencia ininterrumpida.

Volviendo al proceso de paz, el presidente dijo que lo de Santrich era normal, pues el proceso había sido complejo y los acuerdos contemplaban la situación de los que delinquieran después del 1° de diciembre del 2016. La pregunta reiterada es: ¿Estaba solo Santrich en el negocio de la cocaína? ¿Acaso no lo sabían algunos de sus compañeros negociadores? ¿De dónde iba a salir la droga? ¿Quiénes en las Farc son cómplices de Santrich?

Parecería que estamos condenados a vivir en esa espiral de violencia constante y que no hay proceso de paz posible en tanto el narcotráfico siga siendo la fuente de ingresos de miles, si no de millones de colombianos. Es una realidad que parece no tener reversa y nos ha condenado como nación.

Y entre tanto, nuestra obtusa clase dirigente dedicada a atizar los odios y la violencia. ¡Duele el país y mucho!

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar