¿Y la salud mental y la convivencia de los colombianos?

Antieditorial
14 de julio de 2019 - 10:08 p. m.

En respuesta al editorial del 7 de julio de 2019, titulado “¿Y la salud mental de los migrantes?”.

Por Hernán Velandia

Limitada visión la del editorialista al vaticinar una posible bomba de tiempo por la migración venezolana, cuando con nuestra problemática ya tenemos una bomba atómica social.

En Colombia tenemos desde hace muchos años migración forzada por la violencia y migración voluntaria de sobrevivencia, pues la gente que muere de hambre, desempleada, sin servicios públicos, sin posibilidades de educación y sin salud digna para sus hijos se desplaza a las grandes ciudades en busca de un horizonte que quizá les alivie la incertidumbre de un futuro cada vez peor.

La pregunta sería: ¿ha existido preocupación por la salud mental de esa gran masa de población nacional que no disfruta de los mediocres programas gubernamentales sino que los padece?

Sin quitarle importancia al valor de una vida, el suicidio de un menor no es referente frente a miles realizados por la juventud colombiana con un panorama de desesperanza colectivo, sin opciones laborales, sin calidad de vida y con una dirigencia política que mira con indiferencia para el otro lado, como la cruel e inhumana respuesta a quienes fincaron en ellos su esperanza de un mejor país.

Aunque la solidaridad y el espíritu humanitario deben estar presentes ante la tragedia del pueblo venezolano, es imposible brindarles el cubrimiento de todas sus necesidades. No hemos podido con las nuestras porque los presupuestos se evaporan en comportamientos corruptos, mucho menos agregando más personas abusadas por un gobierno verdugo.

En el tema de los adultos, aunque no todos, resulta más difícil la evaluación, pues, por la inmensa necesidad económica de atenuar su situación, desplazan a trabajadores colombianos minusvalorando su reconocimiento salarial. Adicionalmente, muy a pesar de que los colombianos seamos calificados como xenófobos, muchos venezolanos aparecen en las crónicas rojas por ser parte de asesinatos, secuestros, robos y atracos.

Buscan apoyo, pero cuando no lo obtienen su respuesta es agresividad, amenazas y abusos, alterando el diario vivir de municipios que se toman para tratar de imponer su ley. Y no es que haya “discursos deshumanizantes”, estos son narrativas de las experiencias que nos ha tocado vivir con la presencia de migrantes venezolanos en nuestros escenarios cotidianos, alterando la tranquilidad ciudadana con sus nocivas conductas.

La única manera de acabar con el rechazo hacia el migrante es que ellos, reflexionando sobre sus negativos procederes, cambien y de nuevo se ganen el querer del pueblo que los acogió inicialmente con cariño.

La subjetividad extrema del psiquiatra citado es primera vez que la oigo mencionar y son muchos los escenarios en donde he participado sobre el tema de nuestros hermanos de frontera. El colombiano no está en ese nivel de retrogradación. No tenemos que ser adjetivados tan bajo por el interés de figurar.

Pues claro que esta situación empeorará, porque el Gobierno Nacional y los políticos tienen puesta su atención en otros temas de “mayor interés” y la policía no da abasto ante tamaña abundancia de nuevos actores que saturan sus compromisos.

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