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Y Mockus, ¿qué?

Luis Eduardo Garzón
14 de mayo de 2009 - 02:50 a. m.

SALVO EL RIDÍCULO FRAC QUE USÓ en España, Uribe todo lo hace a su medida. Tener un Procurador que quiere parecerse a Benedicto XVI, abriendo mensualmente la ventana de su despacho para absolver o, en el peor de los casos, minimizar los pecados de los feligreses de la Casa de Nariño.

Contar con un Contralor General que llama a modificar el censo electoral con el imaginario de que las ánimas del purgatorio atentan contra los intereses del monarca. Disfrutar de una Comisión Nacional de Televisión que establece límites solamente a quienes José Obdulio considera que están en otro planeta. Beneficiarse de una Corte Constitucional cuya cabeza ya afirmó que el futuro político del Presidente dependerá de la voluntad del pueblo, sin importar si ella está contaminada por saltarse topes electorales o financiaciones murcianas. Y para completar el cuadro, se favorece de un Congreso cuyas mayorías sub iúdice en lugar de salir castigadas, salen premiadas con el adelanto por parte del Estado del 50% de lo que gastaron en las elecciones pasadas. Además, no tendrán contradictores en la categoría de ascenso, es decir, concejales y diputados, y como si fuera poco les darán dos meses para que cambien radicalmente de camiseta, siempre y cuando unjan a su mesías.

Esa mayoría no respeta pinta. Cual animal depredador, se traga y ‘chuza’ lo que ve. Y la reacción de la oposición no parece dar señales de articulación que permita enfrentar esta andanada. El Polo decidió darnos tratamiento de Padre Alberto a todos quienes consideramos antinatural el celibato en la Iglesia izquierdista. Fajardo quiere compañías pero detrás de él, nadie al lado. Y el Partido Liberal resiste a las conspiraciones que le montan desde las riberas de la Casa de Nariño. Afortunadamente el César ha sobrevivido y la esperanza de la convergencia no ha naufragado. Mantengo la ilusión de que todos los anteriores comprendan la importancia de la minga. Y para ello es clave conocer en qué anda Mockus. No hay encuesta en donde, en medio de semejante hiedes que se respira en el país, él no aparezca por encima de todos nosotros. Y en un país donde todo se transa, Mockus se ha colocado en el imaginario de los ciudadanos como una excepción.

Muchos podemos ufanarnos de lo mismo, pero pagamos justos por pecadores, como quiera que haber hecho tránsito en la vida política con parlamentarios que usan los mismos métodos clientelistas que los tradicionales, hace que la confianza no sea percibida igual.

Las elecciones van a estar marcadas por lo ético y lo social. Su pasado y su presente, tanto en lo público como en lo privado, le permiten a Antanas apropiarse de ese nicho de la decencia. Y si a eso lo acompañamos, entre otros temas, de Colombia Sin Hambre, estoy convencido de que abrir esa ventana le dará un viento fresco a la aridez de la política actual. Caminar ese sendero nos puede conducir a que quienes pretenden un aglutinamiento alrededor de su ego se convenzan de que frente a Uribe no somos más que una sumatoria de debilidades que nada tiene que ver con una verdadera correlación de fuerzas.

Mockus hace más énfasis en el deber que en los derechos, y por eso lo tildan de autoritario. Otros promovemos todo lo contrario, y alguna gente lo considera laxitud. Pero ni muy muy, ni tan tan. ¡Para eso está la Constitución del 91! Recuperar esa agenda es el imperativo.

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