“Yo quiero tener un millón de amigos…”

Isabel Segovia
14 de noviembre de 2018 - 05:00 a. m.

“… Y así más fuerte poder cantar” parece el slogan de gobierno del presidente Duque. Una vez elegido, a pesar de todas las reservas por su falta de experiencia, merecía que se le diera el beneficio de la duda. Pero, como era de esperarse, con el país tan polarizado y ampliamente ayudado por los absurdos discursos de varios colegas de su partido, desde el primer día ha sido sometido a permanentes críticas. Sin embargo, lo cierto es que en las últimas semanas los cuestionamientos a su carácter y a su estilo de gobierno empiezan a ser cada vez más acertados y la situación se torna preocupante.

Al hacer el balance de los primeros 100 días de su gobierno, varios medios admiten que el arranque ha sido difícil, pero halagan su carácter conciliador y sereno. Puede verse tranquilo y mediador, pero empieza a parecer que el cargo le está quedando grande, que no ha entendido la magnitud de la labor que asumió y su espíritu dicharachero y algo superficial poco lo están ayudando. Da la impresión de estar confundiendo popularidad con liderazgo, y nada más peligroso para una democracia que un presidente popular que no sabe gobernar.

Con el ambiente político enrarecido, el Gobierno ha presentado al Congreso varias propuestas de ley. Por el torpe manejo político y la poca importancia que parece darle al trámite de las mismas, se les augura pocas posibilidades de ser aprobadas. El ejemplo más evidente es el proceso que ha tenido la de financiamiento, una ley crucial para su mandato que tiene muchas contradicciones con sus promesas de campaña. No obstante, para defenderla ni siquiera manda a su ministro de Hacienda, sino a un viceministro inexperto que más parece querer hundirla que gestionarla. Mientras esto sucede y el país se encuentra desconcertado, Uribe negocia a puerta cerrada con Carrasquilla las modificaciones de la ley.

Adicionalmente, para el caso particular de las demostraciones promovidas por los estudiantes, el presidente hace un trato con los rectores de las universidades públicas para empezar a solventar la crisis financiera por la que atraviesan, lo cual está bien; sin embargo, minimiza la importancia de la organización estudiantil y delega su manejo a la ministra de Educación. Se niega a reunirse con los estudiantes, olvidando que ellos fueron los que lanzaron la voz de alerta sobre la crisis, agudizando de esta manera la inconformidad.

Y mientras esto sucede, Duque viaja con su familia extendida y varios de sus colaboradores a saludar al papa; participa en un foro en Santa Marta con Carlos Vives con quien tocó guitarra, cantó y hasta lo lanzó de candidato a la Alcaldía de la ciudad (imaginamos que es porque le ve las mismas habilidades que él tiene); recibe a Maluma y a Silvestre Dangond con grandes honores en Palacio, va a Francia al foro de paz con motivo del centenario del armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial y lo único que se le ocurre, como líder de un país cuya historia reciente está marcada por la guerra y un joven proceso de paz, es llevarle al presidente de Francia una camiseta de la selección Colombia.

Ojalá estas señales no sean lo que parecen y, aunque quiera tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar, empiece pronto a gobernar. Los buitres rondan y un vacío de liderazgo podría dejar el país a su disposición, algo nada bueno para nuestra democracia.

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