El Vaticano, según Guillermo León Escobar

El fallecido embajador de Colombia ante la Santa Sede publicó artículos en El Espectador durante diez años. Rescatamos fragmentos de sus análisis sobre el centro de poder del mundo católico.

Redacción El Espectador
24 de diciembre de 2017 - 02:00 a. m.
Guillermo León Escobar Herrán fue embajador de Colombia ante el Vaticano en los gobiernos de Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos. Aquí con el papa Francisco, que en su discurso de Navidad  criticó a la curia “por las intrigas de pequeños grupos” y habló de los “traidores”.  / L'Osservatore Romano
Guillermo León Escobar Herrán fue embajador de Colombia ante el Vaticano en los gobiernos de Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos. Aquí con el papa Francisco, que en su discurso de Navidad criticó a la curia “por las intrigas de pequeños grupos” y habló de los “traidores”. / L'Osservatore Romano

Benedicto XVI, contra el reloj

“Joseph Ratzinger es un hombre que sabe que no tiene demasiado tiempo para cambiarle el rumbo a la historia”.

“Pero el signo de la pedofilia no era la meta del viaje, era tan solo un objetivo a lograr.  Pero los sensacionalistas se quedaron ahí y se dieron por satisfechos ignorando que en el tema hay que seguir insistiendo ya que más allá del 75% de los abusos contra los niños se da en la familia y en el entorno más cercano a ella.

26 de abril de 2008, sobre la visita de Benedicto XVI a Estados Unidos.

Abusos sexuales a niños

Ha sido para muchos de nosotros desconcertante la intervención, el reportaje y otras manifestaciones del cardenal Darío Castrillón acerca del problema de los abusos sexuales con menores de edad. Somos cristianos y somos iglesia. Los ciudadanos comunes nos sentimos avergonzados y lo confesamos públicamente en nuestras reuniones. Para muchos difícil fue el aceptarlo, otros aplicaron —como el cardenal Castrillón— la manía occidental de que “la ropa sucia se lava en casa” y otros, valientemente, afrontaron en público el desafío de poner en conocimiento de las autoridades eclesiásticas y civiles los crímenes cometidos.

La Iglesia tiene el derecho y la obligación de castigar a sus miembros y de recuperarlos luego con misericordia y tiene que hacerlo, pero ese mismo actor de culpas es ciudadano y debe ser llevado a tribunales y ser sancionado según la ley y resocializado. Para ese tipo de delitos no puede haber hoy día ni concordatos ni fueros ya que la destrucción de la vida de alguien inocente no se perdona tan sólo con la manida frase de “lo siento mucho”.

Benedicto XVI acepta renuncias, solicita coherencia, pide se asuman responsabilidades. Callar es propio del ayer. Hoy la verdad ha de ser dicha y el Papa sabe muy bien que en su paso por la sede de Pedro ha de limpiar de escorias el Templo del Señor.

25 de abril de 2010

La “comedia de las equivocaciones”

Son muchos y delicados los problemas que afronta la Iglesia católica; por lo general hay algunos que se quedan en la importante discusión del sacerdocio de las mujeres, del matrimonio de los sacerdotes, de la pedofilia, de la división de los cristianos, de la autoridad superior del papa, de la colegialidad, de las posiciones sobre el aborto, de la eutanasia y en general de la bioética y del diálogo entre la fe, la razón y la ciencia, así como del manejo de las riquezas de la tierra desde las entidades bancarias de la Iglesia, que tienen a su cuidado la caridad internacional ejercida a nombre del papa o de la cristiandad.

Monseñor Velasio de Paolis, presidente de la Prefectura para los Asuntos Económicos de la Santa Sede, deberá hacerse a la tarea de clarificar esa denominada “comedia de las equivocaciones” de la institución bancaria vaticana en donde ya se debaten Ettore Gotti Tedeschi, su presidente, y Paolo Cipriani, su director, quienes han visto con asombro el secuestro por la justicia italiana de 23 millones de euros de los que pide explicación sobre su origen. 

23 de octubre de 2010

“Las malas costumbres económicas de la Santa Sede”

El Instituto para las Obras de Religión (IOR), llamado impropiamente Banco Vaticano, no es más que una exitosa caja de ahorros y no la entidad financieramente más importante de la Iglesia, pese a sus 33 mil ahorradores y a los cerca de 5 mil millones de dólares de depósitos reales. El eje central de la economía eclesial es el APSA, que maneja el patrimonio, opera bajo el cuidado del cardenal Attilio Nicora y está íntimamente vinculado a la Gobernación.

Desde los intrincados y nunca aclarados negocios realizados en los años 70 por los llamados “banqueros de Dios”, el arzobispo Paul Marcinkus y Roberto Calvi, presidente del Banco Ambrosiano, con la participación de la Logia P2 y que llevaron a la quiebra del Ambrosiano, el ámbito financiero vaticano no ha logrado crear la evidencia de transparencia a la que se obligó luego del asesinato de Calvi en 1982 y la muerte de Marcinkus en Illinois, en 2006, quienes se llevaron a la tumba secretos que aún hoy esperan su clarificación.

En el escándalo actual, el arzobispo Carlo Maria Viganó, exsecretario general y el segundo personaje de la Gobernación del Vaticano, supo que alguien se había atravesado en su exitosa carrera y no tuvo otra opción que la de aceptar su nombramiento como nuncio (embajador), pero se vengó. En una carta que le dirigió al papa —filtrada a la opinión pública— reclamaba la atención del pontífice sobre la gran tarea que él había cumplido en el manejo de los dineros y daba pistas sobre el mal uso y las malas costumbres evidenciadas en los ámbitos económicos de la Santa Sede. 

Esa lucha trae consigo la destitución de manera fulminante de un arzobispo en Sicilia y genera que el papa, preocupado, entregue el IOR al control ético de la Comunidad Europea, que determina que el papa dé la instrucción al presidente de la entidad, Ettore Gotti Tedeschi, de absoluta trasparencia en todas las operaciones financieras. Es por el cumplimiento de esa orden que se divide el mundo de los siete laicos que responden por el “banco” bajo la supervisión de cinco cardenales.

Tedeschi, cercano a Emilio Botín y al Banco Santander, acaba de ser destituido y llamado a declarar por los jueces italianos junto a Paolo Cipriani, por unos giros provenientes de Alemania insuficientemente claros. Con razón se vuelve a hablar del “humo de Satanás”, expresión que se debe al papa Pablo VI cuando le comentaron de algunos sucesos semejantes a los de hoy. Y es posible que la humareda sea ahora mayor.

4 de junio de 2012

“Arreglos orientadores en el precónclave”

Desde anoche, 28 de febrero, la Iglesia Católica no tiene timonel. Jurídicamente Benedicto XVI ha muerto, pues anoche mismo el camarlengo, el decano del Colegio Cardenalicio y tres cardenales más asistieron a la destrucción del anillo del Pescador y a la ruptura del sello de plomo, lo que indica la “defunción”.

Como no hay difunto pontífice, y por tanto tampoco el ritual de las exequias ni el novenario de misas, sobrará tiempo y la reunión quedará orientada a distribuir las habitaciones de la “Casa de Santa Marta” por sorteo, ya que tan solo hay 105 de la categoría suite y 26 habitaciones individuales que ocuparán tan solo el día en que comiencen las votaciones y ordenar los trabajos que garanticen la incomunicación de los electores en especial en la Capilla Sixtina.

Luego se dispondrá la lectura de documentos que el pontífice anterior haya dejado para reflexión de los cardenales y es aquí donde debe centrarse la expectativa, puesto que un papa como Benedicto no dejará de decir sus verdades de una manera más clara ante quienes harán de uno de ellos su sucesor.

Y ciertamente vendrá una reflexión profunda sobre el mundo globalizado y hacia dónde marcha, así como sobre los problemas de la Iglesia, perspectiva en una forma de evaluación que casi siempre se encarga a un hombre de Iglesia que conozca bien el mundo y la Iglesia misma. Por lo común se titula “Qué Iglesia para qué mundo”.

Es posible que esa “Congregación General” dure una semana, ya que tiene otra finalidad: que los cardenales establezcan un mínimo conocimiento de sí mismos. Por lo común se forman grupos de interés que almuerzan juntos o cenan juntos sin la participación de los no electores ni de personas externas al cometido electoral. Se conoce que es aquí donde puede darse una serie de “arreglos orientadores” muy próximos a lo que se llama en el mundo civil la campaña electoral.

28 de febrero de 2013

Francisco contra los corruptos

Fue en estos días cuando el papa sorprendió explicando la parábola del “buen pastor”, que deja las 99 ovejas en el redil y sale a buscar la oveja perdida. En un momento determinado se detuvo y expresó que el problema era más grave y era que en el redil se había quedado tan sólo una oveja y las otras 99 se habían escapado. Por ello ha clamado en el inicio de tareas de diseño de la nueva Iglesia en una definición que rige todo su hacer. El papa ha dado además todas las señales de querer reducir ministerios.

Se cuenta que a la muerte de Juan XXIII discutían algunos cardenales sobre la sucesión y de las aspiraciones de Montini por llegar a ser secretario de Estado. “Hagámoslo papa porque él puede ser más peligroso ejecutando que decidiendo”. Y se convirtió en el gran papa que fue Pablo VI. Existe la certidumbre que el secretario de Estado manda más que el papa y que éste sólo conoce lo que pasa los filtros de la Secretaría y que aun los obispos encuentran dificultades para acceder a la presencia y a la atención del obispo de Roma. Francisco cambió: ha tomado la opción de mandar, de orientar, de decidir y de estar enterado de todo lo que sea fundamental. 

El papa quiere cortar por lo sano. Ha creado comisiones de evaluación y de control; sin preguntar a nadie ha llamado a gente que le ayude con consejos oportunos a clarificar sus dudas e inquietudes y a sistematizar la hoja de ruta de la Iglesia que él sueña. Se habla del desafío de hacer que la mujer participe más de lleno en la administración y en puestos directivos de la Iglesia; que los laicos asuman tareas desde el sacerdocio que les otorga el bautismo; que todos se hagan a buscar las respuestas que hagan del “bien común” una realidad cierta de responsabilidad para con el prójimo.

No es de extrañar entonces que en la Ciudad del Vaticano haya revuelo, exista nerviosismo por las cosas nuevas que buscan su puesto y de quienes difíciles para el cambio intentan impedirlo. Lo que sí se observa es que el papa se abre camino. El grupo cardenalicio de los 8 trabaja incesante con sus antenas puestas sobre el mundo

A este punto nos condujeron episodios como los del IOR. También el escándalo de los llamados “Vatileaks” y el robo de papeles con responsabilidad del mayordomo papal, Paolo Gabriele, tan publicitado pero ignorando los divulgadores que hubo un hurto masivo y más grave de documentos que un par de años antes fueron publicados en un libro bajo el título ’Vaticano SPA’ (Vaticano sociedad por acciones ), expediente que prolongaba además cerca de 20 publicaciones documentales que siguieron al primer escándalo de documentos filtrados bajo el título “Lo que el viento se llevó en el Vaticano”. Que hay un fenómeno desarrollado de corrupción nadie lo niega hoy día y es la misma iglesia la que ha dispuesto investigaciones profundas y definitivas. A ello se unen las acusaciones por pedofilia que laceraron el legado de ese gran pontífice que fue Benedicto XVI y se añaden escándalos que ignoran los servicios de la Iglesia en beneficio de la humanidad.

Octubre 5 de 2013 

El papa que rechazó los zapatos rojos que donaba Prada

Nadie había siquiera mencionado la candidatura de Jorge Mario Bergoglio. Se sabe que se realizaron en el precónclave una serie de consejas mitad italianas y mitad latinoamericanas o mitad latinoamericanas y mitad alemanas. El nombre del argentino aparece por el gran trabajo realizado en Aparecida en mayo de 2007, en el marco de la V reunión del Celam, en la que fue cabeza del comité de coordinación del texto escrito, que es hoy bitácora de la Iglesia latinoamericana y de las Antillas, y que forma parte del obsequio que Francisco entrega a los presidentes que de este continente lo visitan.

Dicen que cuando el argentino resultó elegido por los cardenales en el Cónclave, el 13 de marzo de 2013, se retiró unos minutos a la “sala del llanto”, ubicada detrás del fresco del “Juicio final”, de Miguel Ángel, a la que se accede pasando por la pequeña puerta que está a mano derecha debajo de la representación del “infierno”, en donde está la figura de un monseñor que fatigó la paciencia del artista con sus interrogantes morales vinculados a la indumentaria de la multitud de imágenes allí representadas. Dicen que ingresó en ella con estupor, sobrecogido y que de nada le valió la formación de jesuita y la reciedumbre de todo lo vivido para no pagar el peaje de las lágrimas al llegar a convertirse en la autoridad indiscutida de los católicos del mundo.

Bergoglio es letrado, buen lector y prepara adecuadamente sus improvisaciones y es seguidor de la Teología de la Misericordia, que fue el título del libro de meditación que llevó al Cónclave y del que es autor el cardenal Walter Kasper. Pocos días después, en la librería Vaticana, encontramos al cardenal brasileño de Aparecida, Raimundo Damasceno Asís, quien nos dijo que el papa había obtenido una buena votación, pero que no encontraría a nadie que nos dijera y dijera en público que no había votado por Francisco y esa ha sido una verdad enorme. Claro que ya tomadas algunas determinaciones de Francisco, no ha faltado algún cardenal que reconozca que “cometimos un error al elegirlo”. ¿Por qué? Francisco respira frescura. Desde el primer momento rechazó las tradicionales vestimentas papales y sólo asumió la sotana y el solideo. Atrás quedaron los zapatos rojos que donaba Prada y los demás adornos que hacían parte del ritual de la presentación ante la gente.

Sin duda alguna es enorme la diferencia de la Iglesia conocida en territorios de misión y entre los pobres de los barrios marginados, o aquella que trabaja en los boatos del Vaticano con la actitud imperial de algunos que allí trabajan o dejan discurrir sus vidas como cuasi príncipes medievales y señores. Mientras buscaban personalmente una casa o palacio que contuviera su dignidad, el nuevo papa renunciaba a vivir en los palacios apostólicos y mantenía su tónica de que en la Iglesia de todo se dialoga, pero no todo es negociable.

29 de diciembre de 2013

“Al enemigo hay que buscarlo más adentro que afuera”

Con cada gesto ha pisado callos y privilegios. Las gentes de la curia son como todos los demás y reaccionan de la misma manera como humanamente se reacciona. El mismo Francisco ha dicho que en buena proporción el enemigo hay que buscarlo más adentro que afuera y lo ha dicho con dureza y claridad. Y no es raro porque se dice de parte de la mayoría que están a favor del “gran viraje” porque está atacando las tres concupiscencias que por lo común aparecen juntas: la del dinero, la del poder y la de la carne.

Otra de las divisiones que existen soterradamente es aquella de “los franciscanos” y “los doctrinarios”. A aquellos les importa la frescura y espontaneidad del papa; a éstos les preocupa la improvisación, pero está claro que Francisco no va a ceder. A los teólogos europeos les costó entender —y aún les cuesta— que “Nuestra América” piensa diferente. En los últimos días hubo quien le preguntara a Francisco si era marxista; él lo negó, pero afirmando conocer estupendos seres humanos que están en esa orilla. Francisco es un cristiano que vive su fe a profundidad con todas las consecuencias que ello le traiga.

La cizaña creció y ya se distingue perfectamente del trigo y es hora, entonces, de arrancarla. Eso explica una serie de riesgos humanos porque hay quienes dan gracias a la Providencia y otros que se preguntan: “qué otra estupidez se le ocurrirá al argentinito ese”.

Se trabaja a toda marcha en esos temas atinentes a la corrupción en todas sus dimensiones… por orden del mismo papa han clausurado 1.200 cuentas de personas que nada tenían que ver con las finalidades de organización de la acción solidaria de la Santa Sede. Muy determinante ha sido su postura frente a quienes cometen acciones criminales que atañen a la justicia civil: “el pecado se perdona, el crimen se paga” y bajo esa lógica ha caído el monseñorino aquel que servía —presuntamente aún— de correo para lavado de dinero.

Y todo esto entraña toda clase de peligros de los que él es consciente y pone a diario en reflexión a las personas encargadas de la seguridad de este “obispo de Roma” que hace trabajar en exceso a su ángel de la guarda.

30 de diciembre de 2013

No más bocados de cardenal

Francisco no habita palacios, no posee automóvil y menos de alta gama, no tiene riqueza propia, no tiene cuenta bancaria, dio termino a lo que se reconocía como “boccato di cardinali”. El Instituto para las Obras Religiosas, si bien ha cumplido una maravillosa tarea también se ha contaminado gravemente de las corrupciones propias del sistema financiero mundial. Ratzinger ya había comenzado valientemente esa reforma que llenó el ambiente de amenazas desde el pontificado de Juan Pablo I y Bergoglio con sabiduría ya ha sustituido y modificado grandemente su sentido y su funcionamiento. 

Al comienzo de 2014 también se aspira a superar definitivamente el terrible caso del sacerdote mexicano Marcial Maciel, fundador de los “Legionarios de Cristo”, una comunidad religiosa que tuvo el mal origen en sus desviaciones criminales (acusado de pederastia) pero que agrupa gente de excelente testimonio religioso que ha de decidir qué hacer en el proceso de “purificación de la memoria”, clarificación del carisma y si se debe refundar” o no la comunidad. El problema reside en que todavía hay grupos significativos que consideran a Maciel inocente y que contra él ha existido una persecución injusta. El Papa ha de tomar decisiones que sean definitivas.

5 de enero de 2014 

“Los hijos de las tinieblas se deshicieron del santo que conocí”

El papa Juan Pablo I comenzó a informarse, pero traía una espinita con aquella gente que mal había actuado con el banco de su región, el de su gente, y todo parece indicar que ahí empezó a pedir claridades que no le podían ser negadas y a exigir cuentas que le debían ser claras. Sobre todo al arzobispo Paul Marcinkus (norteamericano cabeza del IOR hasta 1989 y llamado “el banquero de Dios”).

A los quince días la atmósfera era irrespirable. Parece que las mafias se reunieron, la Logia P2 actuó y el arzobispo banquero rabiaba por todos los rincones. Dicen que a alguien se le ocurrió que el único remedio era la cirugía. Se contaba con la frialdad de la curia y con el tejido de tantos poderes reales que se sentían amenazados.

Un día el papa amaneció muerto. No se sabe cómo, no se sabe dónde, no se sabe... Todas las versiones resultan mentirosas, aun aquella que pueda ser cierta. Todo es verosímil, pero lo único cierto es que lograron deshacerse entonces de la limpieza que hoy intenta Francisco, ojalá con éxito, siguiendo al grande esfuerzo de Benedicto XVI.

Tomé el tren para Roma para asistir a la inauguración del nuevo papa y lo hice leyendo el ejemplar de Pinocho que me había regalado don Albino Luciani (Juan Pablo I) y del cual sigo extrayendo grandes lecciones para entender que la tarea de Dios y de las personas en la historia no es fácil mientras siga siendo cierto que “los hijos de las tinieblas son más ágiles que los hijos de la luz”.

26 de enero de 2014

Francisco es creíble y es fiable

El 13 de marzo de 2013, cuando Jorge Mario Bergoglio apareció en el balcón de la plaza de San Pedro convertido en Francisco, todos los que estábamos presentes captamos de inmediato una cierta sonrisa, desconocida, pero que preanunciaba el inicio de una época difícil, en la cual un pontífice que se inclinaba ante un pueblo que esperaba recibir la bendición solicitaba a su vez ser bendecido por quienes lo aclamábamos.

La simpatía se difundió de inmediato. Era alguien casi igual a sus predecesores, pero muy diferente de todos ellos. Algunos -que lo conocíamos de antaño- quedamos asombrados, pero revivimos de inmediato lo que significaba su labor pastoral en los grupos de la “teología del pueblo”. Intuimos que venía a servir, pero también a gobernar.

Afrontó con decisión no sólo el problema de la pedofilia y sus innumerables consecuencias, sino también aquellos del poder económico vinculados al manejo de las finanzas del Vaticano, de la destinación de los recursos generados por la economía cuya finalidad ha de priorizar fundamentalmente a los pobres, de las formas del proceder eclesiástico que no ha de percibirse como una tarea sino como una misión, de la búsqueda de la autenticidad de la vivencia del evangelio, así como la decisión superior de gobernar él mismo y por sí mismo la Iglesia y no por interpuesta persona, lo que exige el deber de decidir y de saberse responsable ante la historia.

Hay que notar, sí, que no ha habido desacuerdo con las grandes decisiones que ha tomado Francisco respecto a la pedofilia, a la corrupción y a su capacidad de emprender acciones frente a quienes ejecutan acciones anómalas, frente a los desvalidos o frente a la destinación prioritaria de los bienes de la Iglesia en beneficio de los pobres. Francisco es creíble y es fiable. Esa dimensión la reconocen todos y aunque para algunos su pensar y doctrina sean discutibles saben que están entrando en conversación con alguien signado por la transparencia.

Pero sería ingenuo negar la realidad de “desacuerdos” que corren y agitan el pensar de la Iglesia. Hay que recordar el curioso y picaresco decir de Chesterton, cuando afirmaba que “al entrar en la iglesia uno se quita el sombrero, pero no la cabeza”.

Quienes lideran el pensamiento eclesial de fondo jamás han pensado en un Bergoglio manipulable y que exista una “eminencia gris” detrás de sus reformas y de las decisiones.

Lo que sí se ha demostrado en estos cinco años de pontificado es que la cristiandad está bien orientada en las encrucijadas de una globalización que se ve al tiempo como oportunidad o como amenaza. Hay una Iglesia que cree, estudia, debate, actúa y todo ello es de importancia real. Preocupante es el daño que puedan hacer aquellos que son entusiastas de lo que piensa y hace el papa, pero en secreto intentan socavar la credibilidad del pontífice.

3 de septiembre de 2017, a propósito de la visita del papa a Colombia.

Por Redacción El Espectador

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