“La Constitución es una más garantista y democrática”: Gustavo Salazar

El hoy magistrado de la JEP recuerda que la Asamblea Nacional Constituyente —impulsada por el movimiento estudiantil del que hizo parte— pedía la paz en medio de la dura violencia del narcotráfico. Tiene la certeza de que la lucha por el fortalecimiento del Estado social de derecho es un proceso largo, de todos los días.

Harold Rodríguez y Laura Angélica Ospina- @Theworstpixel/ @LaurisOspina
11 de marzo de 2020 - 09:40 p. m.
El magistrado Gustavo Salazar participó en Todavía Podemos Salvar a Colombia, el movimiento estudiantil que impulsó la Asamblea Nacional Constituyente, un mecanismo que resultó en la creación de la Constitución de 1991.  / Óscar Pérez - El Espectador
El magistrado Gustavo Salazar participó en Todavía Podemos Salvar a Colombia, el movimiento estudiantil que impulsó la Asamblea Nacional Constituyente, un mecanismo que resultó en la creación de la Constitución de 1991. / Óscar Pérez - El Espectador

(Contexto: 30 años de la Séptima Papeleta: el punto de partida de la Constitución del 91)

En conversación con este diario, el magistrado habla sobre las reuniones diarias y las movilizaciones de los universitarios, la implementación y votación de la séptima papeleta en 1990, los avatares para llevar a cabo la Asamblea Nacional Constituyente y lo que trajo la creación de la Constitución de 1991, que nos rige hasta la actualidad. 

Cómo se conformó el movimiento Todavía Podemos Salvar a Colombia y qué personas recuerda que hicieron parte de él. ¿Qué recuerda de esa época?

El movimiento de la Séptima Papeleta tiene que estar enmarcado en la realidad histórica que vivíamos en ese momento en el país. Esa era una altísima violencia por parte del narcotráfico y una ofensiva por parte de las guerrillas, y al mismo tiempo un proceso de paz andando con el M-19.

Antes del asesinato de Luis Carlos Galán, (efectuado el 18 de agosto de 1989) que definitivamente es un punto de quiebre, había habido una serie de inquietudes en la universidad en relación con el proceso de paz con el M-19 que se había venido mencionando, pero sobre todo con la ola de violencia y asesinatos de miembros de la unión patriótica. Sentíamos que todo estaba mal, que las cosas no estaban funcionando, que el país se estaba descuadernando y de vez en cuando hacíamos algún tipo de reuniones para hablar al respecto.

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La Universidad de los Andes, por ser universidad privada, sintió ese asesinato como algo supremamente impactante. Yo estudiaba derecho y ciencia política. Recuerdo que el martes posterior al asesinato de Luis Carlos, entrábamos a clase de derecho penal y nos mirábamos perplejos. Pensábamos: "tenemos que hacer algo, qué estamos haciendo acá, la vida no puede seguir como si nada". Decidimos comprar una tela y ponernos unos brazaletes como expresión simbólica. Surgió la necesidad de una marcha estudiantil de las universidades privadas convocada para el 25 de agosto de ese año. 

Esa marcha marca un hito porque las universidades privadas nunca habían marchado. Además, la movilización estaba completamente opacada en los años 80 y la necesidad de movilizarse planteaba también la urgencia de reformar la constitución de 1886 para que sea una que responda a las necesidades del país y que abriera canales democráticos. Inicialmente era una protesta por la muerte, por tanta violencia, un llamado a la esperanza, una marcha del silencio. Con esa semilla se convoca a una reunión en la Universidad del Rosario que tenía el núcleo fundamental de la propuesta de la Séptima Papeleta y allá llegamos varios representantes. El movimiento estaba muy centrado en la Universidad del Rosario y pedimos que se ampliara. Así se le da la bienvenida a las universidades públicas. Con eso llegan la Universidad Nacional, la Distrital, la de Caldas. 

¿Cómo establecieron los pasos a seguir en este proceso ciudadano tan revolucionario para la época?

Siempre tuvimos acompañamiento de profesores. Recuerdo con especial gratitud quien es hoy colega mío en la Jurisdicción especial para la Paz que es Eduardo Cifuentes. Él, siendo profesor joven acompañó de manera permanente y asesoró a los grupos de estudiantes.

A partir de ahí hicimos asambleas que tenían una serie de declaratoria de aquello que queríamos que se hiciera: plasmar las inconformidades sobre la violencia en el movimiento y realizar la votación de la Séptima Papeleta consumada un domingo de marzo de 1990.

¿Qué pasó el día que se votó la séptima papeleta?

Hicimos despliegue universitario. Yo coordiné el puesto de Corferias. De la Universidad Los Andes fuimos casi 35 estudiantes a entregar la papeleta a los votantes. Ese día la séptima papeleta era la convocatoria a realizar una asamblea nacional constituyente. Dada la votación, el movimiento se centra en continuar impulsando el sí en favor de ese mecanismo que finalmente se va a dar el 9 de diciembre de 1990.

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Han pasado 30 años desde que se conformó el movimiento. ¿Cree que se hicieron cambios a partir de la creación del grupo? ¿Cuál ha sido su impacto durante este lapso de tiempo?

Definitivamente hubo cambios. La Constitución hoy es una más garantista, una mucho más avanzada, democrática, que abrió al país y que generó una nueva realidad institucional. Lo que nosotros nunca pensamos es que esos cambios se fueran a dar con esa lentitud. Fuimos un poco ingenuos. Sabíamos que la Asamblea Nacional Constituyente era una un escenario convocatoria de paz y de acuerdos, estábamos agobiados por la violencia y pensamos que la paz iba a estar relativamente cerca.

Nunca creímos que fueran a pasar casi treinta años y si hubiéramos sabido... yo creo que tal vez me habría desanimado en su momento. La certeza mirando para atrás es que evidentemente las luchas democráticas son las luchas de toda la vida. Se logró el punto de partida resultó mucho más largo de lo que todos creíamos. Y no hay que mirarlo con desesperanza, sino tal vez con firmeza y robustez porque las luchas por la democracia son algo cotidiano y el fortalecimiento del Estado de derecho es un trabajo de todos los días.

(En video: 30 años de la Séptima Papeleta: así recuerdan el movimiento estudiantil sus protagonistas)

¿Considera que la creación de la Constitución de 1991 reunió por completo el clamor y, sobre todo, la visión de país que tenía usted y sus compañeros del movimiento? Mirando en retrospectiva, ¿qué se quedó por fuera?

Nosotros teníamos una serie de claridades. Entre ellas, el Congreso no respondía a las necesidades del país. Era un Congreso altamente corrupto, muy cooptado por el narcotráfico. Entonces, una de nuestras primeras condiciones en ese proceso era que los senadores y representantes de entonces no podían votar en las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente, no la podían conformar después de que se revocara ese cuerpo, porque temíamos, con sobrado fundamento, que ellos fueran a llevar los intereses del narcotráfico.

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Las historias son largas de lo que le pasó a José Roberto Salazar, y a representantes como María Izquierdo, Norberto Morales Ballesteros y otra serie de personas que tenía no sólo una oposición radical a la extradición, sino a reformas democráticas. La cuestión con los legisladores fue el primer pulso, pero la Constitución también generó una amplia consagración de derechos como la tutela, la acción popular, la acción de cumplimiento. Creó, también, la Corte Constitucional, algo que ha permitido una serie de desarrollos importantísimos en materia constitucional y garantía de derechos.

Ahora, se intentó una separación de poderes con el serie Pesos y contrapesos que no han funcionado del todo. Pero bueno, es es era parte del mecanismo Considero que quedó a medio camino la figura de la Defensoría del Pueblo al hacer parte del Ministerio Público.

Y finalmente estableció limitaciones al estado de sitio. La constitución actual es  la de una generación que estaba cansada de vivir bajo ese mecanismo y de un excesivo presidencialismo. Consideramos que artículos como el 121 de la constitución de 1886 no podían ser patentes de corso para que los presidentes simplemente lo simplemente lo decretaran todo el tiempo. Y eso se logró también. La carta magna actual ha llevado a que el estado de sitio se utilice en situaciones realmente excepcionales.

¿Qué de lo que quedó consagrado en la Constitución de 1991 le pesa hoy?

Tal vez un mecanismo que todavía me pesa un poco es que el mecanismo de modificación de esta constitución ha sido demasiado laxo y ha habido abusos en la reforma a la Constitución. Pero bueno, esa es la realidad que tiene el país y finalmente la institucionalidad ha permanecido y se ha demostrado que esta ha sido más fuerte de lo que muchos piensan

¿Qué falta por hacer entonces?

Sin lugar a dudas  hay que terminar de implementar, de fortalecer. No estoy casado con que no haya una reforma en algún momento y las generaciones de entonces lo determinarán.

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¿Cuál cree que es el significado a nivel histórico  y simbólico de la Séptima Papeleta? Es decir, más allá de que se haya renovado la Constitución y que eso diera paso a cambios legislativos, en qué se transformó, por ejemplo, la visión de país.

Creo la Constitución de 1991 surge de un clamor desde abajo. Había no solo un descontento social sino una proclividad por parte del gobierno de Virgilio Barco de llevar un cambio a cabo. Fue también un momento de consolidación de un proceso de paz, una ventana de oportunidad que perdieron las Farc en aquel entonces y del cuál aún no tenemos un balance de por qué no se pudo cerrar un pacto con ellos.

Este es un llamado para tener en cuenta que esos procesos son largos, pero hay que tratar de hacerlos lo más completos posibles para que no volvamos a vivir años de violencia y remanentes recibidos por tanto tiempo. 

Por Harold Rodríguez y Laura Angélica Ospina- @Theworstpixel/ @LaurisOspina

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