Los enredos del segundo monumento a la paz

Desde el 8 de septiembre de 2018 está listo, pero no ha podido ser llevado hasta la sede de la ONU. Según el Gobierno, fue el propio organismo el que recomendó no enviarlo en época invernal. El cronograma actual dice que el 15 de mayo llegaría a Nueva York.

-Lorena Arboleda Zárate / @LorenaArboleda8
28 de abril de 2019 - 02:00 a. m.
Mario Opazo, el artista chileno que elaboró el segundo monumento a la paz.  / Gustavo Torrijos
Mario Opazo, el artista chileno que elaboró el segundo monumento a la paz. / Gustavo Torrijos

Cuando se firmó el Acuerdo de Paz con la hoy extinta guerrilla de las Farc, en noviembre de 2016, el capítulo referido a la dejación de las armas dejó claro el destino que estas tendrían. La Organización de las Naciones Unidas (ONU), a través de un proceso “técnico, trazable y verificable”, recibiría la totalidad de dicho armamento, el cual, una vez fundido, serviría para la construcción de tres monumentos: uno en Bogotá, otro en la sede de la misma ONU en Nueva York y el tercero en La Habana. “Fragmentos”, la primera de las tres obras que se erigirían para conmemorar a las víctimas del conflicto armado, le fue delegada a la artista colombiana Doris Salcedo. Se ubicó sobre la carrera séptima, al sur de la Casa de Nariño, un piso construido por 1.300 placas metálicas, producto de la fundición de 37 toneladas de armamento que cubren 800 metros cuadrados.

Fue tal la magnitud de la noticia, que el propio expresidente Juan Manuel Santos fue a visitarlo en julio del año pasado. Pero los ojos mediáticos se olvidaron pronto de los otros dos que, al sol de hoy, no han podido ser instalados en los sitios que les fueron designados, según los compromisos de los textos de paz. En septiembre de 2017, en plena Asamblea General de la ONU, Santos anunció que al frente del conocido Rose Garden —que conmemora el fin de la Segunda Guerra Mundial— quedaría instalado el segundo monumento y que se abriría una convocatoria pública para elegir al artista encargado de construir la obra. Sin embargo, solo hasta abril de 2018 se llevó a cabo dicho proceso, a cargo del Ministerio de Cultura, y tras unas cuantas semanas de selección, la tarea le fue designada al artista chileno Mario Opazo, profesor de la Universidad Nacional.

“No soy indiferente a esos visos de preocupación social, así que, al conocer la convocatoria, encontré absoluta pertinencia para participar”, cuenta Opazo. Los plazos que tenía en mente para culminar su obra le indicaban que para julio del año pasado estaría lista, de tal manera que su inauguración se diera en el anterior y no en el actual gobierno. Pero se encontró con procesos burocráticos, como él mismo lo señala, que comenzaron a hacer más compleja la puesta en marcha de su trabajo. “La gran dificultad burocrática radica en todo lo que se generó producto del Acuerdo de Paz, como programas de televisión, convocatorias artísticas, actividades en territorios, porque los recursos eran externos. Entonces, por ser un presupuesto mixto, no podía ser administrado por las entidades públicas locales”, relata el artista. Eso hizo que la vigilancia sobre el dinero fuera aún mayor, se demorara más la contratación y, por ende, la producción del monumento.

Paralelamente a ese primer impasse, se cruzó con otro que lo dejó sorprendido. Al trasladarse hasta el municipio de Sogamoso (Boyacá), donde queda la empresa de fabricación de armas del Estado, Industria Militar Colombiana (Indumil), le dijeron que las armas que entregaron las Farc ya se habían acabado, que su colega, Doris Salcedo, las había usado para construir “Fragmentos” y que solo quedaban toneladas de munición (como balas de armas de pequeño calibre) para construir su obra.

“Al principio me generó una enorme preocupación, pero acepté porque había considerado el bronce para la construcción de mi obra, no solo el hierro. Entonces hubo una fortuna de azar y terminé utilizando siete toneladas de munición de las 30 que estaban ahí”. Indumil no se encargó del proceso de fundición de ese material y Opazo prefería trabajar con una fundidora con la que ya venía adelantando el proceso.

“Se terminó suscribiendo un contrato entre la fundidora y el Ministerio de Cultura para comenzar el proceso y me sustraje de la producción porque, como ganador del premio, solo recibo la remuneración y entregué los derechos de producción”. La obra quedó lista el 8 de septiembre y, desde entonces, las cosas se complicaron aún más. La última vez que Opazo vio la obra fue por esa época, cuando le estaban haciendo un “ensamblaje falso”, es decir, sin soldar, porque tiene que ser trasladada en tres partes a Nueva York. “Y la última comunicación que recibí de la fundidora fue que ya la iban a ‘enguacalar’ (empacar) y que de pronto la iban a trasladar. Pero hasta ahí llegué”. ¿Y qué ocurrió? La obra no fue trasladada porque los costos de instalación eran, según contó, de US$16.000. “Lo que me contaron es que se empezó a tratar de dialogar con los encargados de la instalación para bajar los costos, porque no había suficiente presupuesto para derrocharlo de esa manera”.

El problema se logró superar, se bajaron los precios y, de pronto, le advirtieron de otro inconveniente: el invierno en Estados Unidos.

Desde el Ministerio de Cultura le dijeron que por las condiciones climáticas por las que atravesaba Nueva York era imposible trasladar la obra y que era mejor esperar hasta la primavera, es decir, por esta época, para trasladarla. “La semana pasada recibí un correo en el que me cuentan que los contratos para esta operación quedaron mal hechos y que la Cancillería los tuvo que devolver porque hay que incluir a alguien que quedó por fuera del contrato”, fue lo que le contaron a Opazo desde el Gobierno. “El reclamo no lo hago hacia el arte contemporáneo. Es decir, no desde el punto de vista de pensar que a un artista le estén acallando la voz, porque no es lo que afecta. A mí lo que me importa es que Colombia vea la obra”.

Andrés Gaitán, coordinador del grupo de Artes Visuales del Ministerio de Cultura, es la persona con la que Opazo se ha contactado a lo largo de ese proceso y es quien lo ha mantenido al tanto de cómo va el envío de “Kusikawsay” a Estados Unidos. El nombre de su creación y que significa, en lengua quechua, “vida nueva y venturosa”.

El Espectador lo contactó para entender por qué la demora del envío, teniendo en cuenta que desde 2017 la propia ONU autorizó formalmente la ubicación del monumento. Gaitán, con amplia experiencia en el sector, contó que el proceso de licitación y contratación se hace aún más complejo tratándose de autoridades norteamericanas. “Mientras eso se solucionaba, se fue acercando el invierno y nos dijeron que el bodegaje era muy costoso. Mandar la obra en esa temporada implicaba que, por problemas de temporales, no se pudiera instalar de un día para otro, había que dejarlo en bodega y eso triplicaba los precios”, narró Gaitán.

Respecto del contrato que se devolvió, al que hace alusión Opazo, dijo que lo que ocurrió es que la contratación de la empresa productora que se encarga de contratar, a su vez, a la encargada de hacer la instalación, quedó en una factura distinta, es decir, las cotizaciones quedaron disgregadas. “Entonces, tengo una plata para la productora y otra para la que va a hacer el emplazamiento, y en Cancillería y en la Misión de la ONU nos dijeron que eso debía ir en la misma factura. Ya pedí una factura única y estoy esperando a que me llegue para poder enviar la obra”, agregó. Por su parte, la ministra de Cultura, Carmen Vásquez, señaló que “hemos sido muy rigurosos en el cumplimiento de los protocolos establecidos por la ONU para transportar y emplazar el monumento. La ONU decidió que, por seguridad, no se podía hacer el emplazamiento del monumento durante el invierno. Ya se tiene un cronograma aprobado para realizar la instalación, que inició desde el 1° de abril y terminará el 15 de mayo, cuando se realice el envío de la obra”. Es decir, dentro de dos semanas y media estaría finalmente el segundo monumento erigido en la sede de la ONU. Una canoa que, para el artista, representa una figura mitológica que varias culturas antiguas le otorgan a la embarcación: un vehículo de paso, “el paso de la vida a la muerte. Y es fundamental su anclaje en la ONU, porque sale del suelo de la sede, como un proyectil o misil de la tierra. Solo cuando te acercas, descubres que es una canoa indígena”.

Y ¿en qué va el tercer monumento? En obra gris. Según Gaitán, Cuba todavía no responde a la solicitud del Gobierno colombiano sobre cómo se va a llevar a cabo. No se ha abierto el proceso de convocatoria para los artistas porque “la última petición expresada de Cuba es que las municiones tendrían que ir a la isla para hacer la fundición, pero eso es imposible. La Policía es quien custodia esas municiones y, si se mandan, tendría que viajar una cantidad importante de agentes a La Habana para que cuiden ese material hasta que se haga la escultura”. Así las cosas, hasta en el arte el proceso de implementación del Acuerdo de Paz se ve estancado. Ahora la pregunta es: ¿irá el presidente Iván Duque a la ONU a presenciar la inauguración del segundo monumento para recordar a las víctimas?

Por -Lorena Arboleda Zárate / @LorenaArboleda8

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