Opinión: Cuarta crónica del coronavirus: El presidente, por Fernando Vallejo

Hoy el escritor antioqueño habla de la pandemia y las decisiones del gobierno nacional. Insiste en sus críticas a la cuarentena.                                                                                 

Fernando Vallejo * / Exclusivo para El Espectador
06 de abril de 2020 - 03:34 p. m.
El escritor colombiano Fernando Vallejo, ganador del premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2011, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México. / EFE
El escritor colombiano Fernando Vallejo, ganador del premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2011, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México. / EFE

¡Y pensar que fui compañero de su papá! En el Liceo Antioqueño de la Universidad de Antioquia donde nos graduamos de bachilleres, en 1959, cuando todavía Colombia desayunaba con aguapanela. Lo volví a ver en 1965, en París, en las orillas del Sena, por la mañana. Yo había llegado a París el día anterior y había dormido en la Ciudad Universitaria a la intemperie, con el maletincito de la ropa de almohada, sobre la grama, porque no había podido encontrar un hotel barato donde quedarme. Pasamos el día de nuestro encuentro juntos dando vueltas por aquí, por allá, conociendo, tuvimos un altercado con unos muchachos mexicanos insolentes, nos despedimos en la tarde y nunca más nos volvimos a ver. Estoy hablando de Iván. De Iván Duque, el papá. (Aquí puede leer la primera crónica de Fernando Vallejo: La histeria del coronavirus).

En mis muchos regresos a Colombia, que me persiguió siempre, me fui enterando de su carrera. Iván se había vuelto político y aunque era liberal andaba con el grupo de mi papá, de conservadores laureanistas. Se había vuelto pues algo así como un imposible, un liberal laureanista. Por lo liberal no tenía yo por qué quererlo. Por lo laureanista sí porque yo era laureanista porque mi papá me contagió de ese virus y yo quería a mi papá, y si mi papá quería a Laureano, ¡cómo no iba a querer yo a Laureano! Y a Iván. Que también era laureanista pero liberal. O sea un converso que no creía. Y yo en México, huyendo de Colombia la perseguidora, yendo y viniendo de allá para acá y enterándome siempre de lo que pasaba aquí, de lo malo (mucho) y de lo poco bueno. Y de los triunfos de Iván: gobernador de Antioquia... Ministro de no sé qué... Iba p'arriba. Poquito antes de venirme definitivamente de México me enteré de que Iván Duque iba para la presidencia, era el candidato de Uribe. "Ganó", me dije. "¿Y contra quién compite?" pregunté, "Contra Petro" me contestaron. "¿Contra el coronel Aureliano, el del M 19? Ese hampón vuelve a Colombia Venezuela". Pero no, no era Iván Duque el papá el que ganó, ¡era el hijo! ¡El hijo era el que habían elegido de presidente! Carajo, yo sí ando muy desorientado en la vida. Iván mi amigo, el papá, se había muerto hacía poco. Con tristeza, como me pasa con los que quiero y con mis amigos que se mueren, lo anoté en mi Libreta de los muertos. Lo anoté en la D: "Duque Iván". (Aquí puede leer la segunda crónica de Fernando Vallejo: En el supermercado).

Pues Ivancito anda haciendo de las suyas, acabando con Colombia. En lo que pueda, él la acaba. En lo que no pueda no porque tampoco él es Dios. Le dejaron un desastre y cuando se vaya lo dejará aumentado. Es la ley en de la Historia Colombia. El que sale daña y el que llega arrasa. El que sale le deja al otro los problemas que heredó y que aumentó, y el otro al otro y el otro al otro. Un ejemplo: Santos el bellaco, el otro sobornado de Odebrecht, les abrió las puertas de Colombia a los venezolanos en agradecimiento de que Venezuela les había abierto antes las suyas a los colombianos. Sí, pero con dos diferencias: Una, que Venezuela nos pedía visa, dificilísima de conseguir. Y dos, que Venezuela nadaba en petróleo. Hoy nada en su naufragio.  

En cambio Colombia, estando pobre, les abrió las puertas a los venezolanos y sin visa. Hoy son dos millones de venezolanos sin casa, sin trabajo, hacinados en cuarticos y perseguidos por el coronavirus que nos tiene puesto el ojo. Vale decir que se volvieron como nosotros: pobres y coronavirizados. Ese animalito sin pies ni cabeza no distingue. Rico o pobre le da igual. Ya se le montó al príncipe Carlos de Inglaterra y a Boris Johnson su primer ministro. Va detrás del papa y lo encuentra fácil porque celebra misa de Domingo de Ramos solo con la plaza de San Pedro vacía. No se puede confundir. "Vengo por usté", le dice al papa. "Vos no me conocés, no sabés con quién estás hablando" le contesta en argentino el papa al bicho. Tal el diálogo de los dos bichos dialogando.

Bueno pues. Ivancito llegó subiendo los impuestos. No dio la cara él. La dio por él Carrasquilla, el capomafia de Hacienda y de la DIAN, el que duerme bien, sin insomnio como yo, "porque los problemas se le resbalan" a él, el que me atraca. Y me caen a mí como cuando me tosen encima y los coronavirus se me resbalan por la frente rumbo a los ojos, la nariz y la boca. Con la nueva ley de impuestos, que él malparió, me sacó la mitad de la plata que traje de México donde me la gané porque Colombia a mí no me ha dejado ganar ni uno solo de sus devaluados pesos. ¿Por qué tengo que pagar entonces aquí por lo que me gané allá? Vea usted...

Agarrate fino, Carrasquilla, que te voy a dedicar una crónica de estas. Sos un coronavirus. Entre el coronavirus que sos, y la cuarentena que declaró el que te manda, aquí no va a quedar ni basura. Si nadie gana nadie compra, si nadie compra nadie come, y si nadie come no hay basura para recoger. ¡Y de qué van a vivir entonces los recicladores! Arturo Calle, el de los almacenes de ropa, por la parálisis de la cuarentena va a tener que despedir a seis mil empleados. ¿Y los seis mil empleados qué? Ellos tienen mujer e hijos. Y hasta nietos, porque aquí a todo el que le da por tener hijos le da también por tener nietos. Pues por la cuarentena aquí no va a haber ni para ciclar ni para reciclar y nadie, nadie, nadie va a volver a tirar basura. Y "tirar" es solo para la basura, no para otra cosa. Aquí usan muy mal el idioma. Y no soy un "resentido" como me han dicho para salir de mí. Y no me quejo. Tengo casa y una perra, tengo a Brusca y soy feliz. Y no me pienso morir. Pienso seguir viviendo para seguir jodiendo.

¿De qué estaba hablando? Me desorienté por no dejar que se me fuera de las manos el párrafo. ¿De quién hablaba? ¿Y por qué? Alzheimer no tengo. A los rencorosos no nos da porque no olvidamos agravio. Nunca olvidaré pues a Carrasquilla. ¡Chas, se me prendió el foco! ¡Ya sé, ya sé, ya sé! Estaba hablando de Duque. De Ivancito. Del culicagadito. Del patrón de Carrasquilla. Decía que llegó subiendo los impuestos después de hacer la villanía que hizo en Brasil, en asociación delictiva con su medio tocayo Oscar Iván Zuluaga y con David, el hijo mayor de este y jefe de su campaña en las elecciones de 2014: se fueron muy orondos los tres al país de la samba y del desnudo a recibir plata por asesorarse en Odebrecht. Tan listos son, que en vez de pagarles a sus asesores, sus asesores les pagaron a ellos. ¿Cuánto les pagaron por su "asesoría"? ¿Y cómo? ¿Dónde les depositaron? Shhhhh. Ivancito no estaba, se salió del cuarto y no vio ni oyó. Yo tampoco, no oí ni vi, pero como soy novelista de tercera persona, lo cual me da la omnisciencia de Dios, sé lo que hablan y hacen y dicen y piensan mis personajes. Los manejo con el dedo chiquito de la mano izquierda. Como Uribe a sus marionetas.

Bueno pues, sigamos, no nos desviemos, no nos sesguemos y digamos también lo bueno y no solo lo malo de la persona humana y sus cosas. Los tres paisas (o de ascendencia paisa) por lo menos fueron hasta Brasil por su plata y no como el señorito Santos, un buena vida perezoso que en vez de ir él en persona a Panamá donde le tocaba, mandó a otro hasta allá por la suya. Mejor un duque que un santo.

De los asesores asesorados al que mejor le fue fue a Ivancito. ¡Coronó! A su medio tocayo Oscar Iván el volador se le vanió. Pues el que coronó es el que nos pone ahora la cuarentena. Tras Uribe, Santos; tras Santos, Duque; y tras Duque, coronavirus con cuarentena. Nos trajiste, sinvergüenza, la cuarentena. Sociedad con coronavirus sobrevive bien, con dos o tres muertos eso sí, pero que también se iban a morir de otra cosa. Coronavirus con cuarentena no lo aguanta el cuerpo humano ni la sociedad. Pónganle a un cristiano pulmonía, escabiosis, asbestosis, malaria de la de Patarroyo o ceguera de la del Nilo a ver. A ver si sobrevive. El sistema inmunitario da para una infección a la vez, y eso si acaso, no para dos juntas.

Coronavirus más cuarentena lo derrumban. Sigue el Armagedón. Iván chico va a acabar con Colombia. Va a resultar peor que Gaviria, que Samper, que Pastranita, que Uribe el doble, que el doble Santos, todos sumados. Dos males de estos juntos no dejan un país en pie, lo empujan al Desbarrancadero, que ustedes deben leer. Tifo, gonorrea, sífilis, tuerculosis, lepra... De lo qui haiga, de lo que haya habido y de lo que pueda haber. De eso estoy hablando. De la clase política colombiana. El coronavirus es un animalito noble muy bien comportado. Mata porque es su función, pero a pocos. ¡Gente es de lo que hay en este mundo! Siete mil ochocientos millones. El mar lo tienen vuelto un inodoro.

Duque: culicagado: el coronavirus aquí no mata ni a dos mil, y con tu cuarentena vas a acabar con Colombia. Ayer Arturo Calle, el de la ropa, decía en unas declaraciones juramentadas que si se prolongaba la cuarentena iba a tener que despedir a sus seis mil empleados. ¿No te lo dije ya arriba? ¿O es que tenés Alzheimer? El coronavirus es una gripa, no más mortífera que las otras que han producido esos mismos virus en todo el mundo, y el de ahora ya mutó y ya son cuatro, cuatro nuevos viruchos hijos del papá. Cuatro virus coronavíricus. ¿Van a poner entonces al mundo cuatro veces en cuarentena? La cuarentena de países es un crimen de unos gobernantes ineptos y corruptos y de unos epidemiólogos oportunistas, como las enfermedades oportunistas del sida y el sida mismo y Anthony Fauci al que Vallejo anteayer y en estas mismas páginas denunció. Y de la prensa alharacosa que cacarea desde que amanece hasta que anochece los muertos: hoy un muerto, hoy dos muertos, hoy tres muertos. "Hay veinte cadáveres en las calles de Ecuador insepultos y no los están enterrando. ¡Viene el cólera!". ¿Con veinte cadáveres el país de Lenín Moreno Stalin está rebasado? ¿Y qué hicieron con el montón de plata que les entró por el petróleo? ¿Les salió por el Correa?

Y a seguir rezando micrófono en mano con cámara enfrente el rosario de los muertos y empujando al mundo a la catástrofe. Están como el coronavirus que al matar al paciente se queda sin paciente. Alimañas de la prensa, escrita, hablada y cacaraqueada: se van a quedar sin su pan, los va a matar la gallina de los huevos de oro.

Hay que levantar la cuarentena porque se nos está viniendo encima el Armagedón. Pero ya. Ya mismo. No mañana. Hoy lunes. Mañana es martes. El miércoles ya para qué, habrá sido tarde. ¡A salir a las calles a comer, a beber, a bailar, a tirar! A tirar basura.

Duque: si tu papá viviera, le pediría que te diera tu buena tunda con rejo mojado en las  nalgas. No has hecho nada de mérito en la vida, no has hecho el bien y comes carne, no eres nadie, no tienes por qué estar donde estás, presidiendo el destino de cincuenta millones, vete.

* Escritor colombiano, ganador del Premio Rómulo Gallegos de Literatura por la novela "El desbarrancadero".

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Por Fernando Vallejo * / Exclusivo para El Espectador

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