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Yo estuve en la mesa de La Habana

La participación de las víctimas del conflicto en la mesa de conversaciones entre el Gobierno y las Farc en Cuba le dio legitimidad al proceso de paz y augura la inclusión de sus reclamos en un eventual acuerdo final. La voz de quienes han padecido la guerra conmovió al país.

José Antequera *
28 de diciembre de 2014 - 02:00 a. m.
José Antequera (a la derecha) estuvo en la delegación de víctimas que viajó en agosto. / EFE
José Antequera (a la derecha) estuvo en la delegación de víctimas que viajó en agosto. / EFE

No fue sólo un experimento para silenciar contradictores. Mucho menos se trató de un adorno emotivo agotado. La presencia de las delegaciones de víctimas en La Habana nos cambió a nosotros, cambió el proceso y cambió a una buena parte de la sociedad colombiana.

Desde el primer momento el ambiente, el debate previo sobre quiénes debían ir, las preguntas periodísticas, los actos de sabotaje en los foros regionales y en el nacional: todo apuntaba a la construcción de un escenario tenso, en el que los testimonios de quienes hemos sufrido el conflicto terminarían jugando, según la crudeza o capacidad de expresión del delegado(a), a favor o en contra en el tablero de una batalla de legitimidades. Y sin embargo, todo eso se fue al carajo desde la primera conversación entre las víctimas.

Bastaron las presentaciones iniciales para que fuera claro un pacto implícito, basado en la elaboración ética y política que cada persona allí había edificado. Desde el principio se impuso una consigna de reconocimiento de las diferencias, pero sin la renuncia a la afirmación de una causa común. “Hombro con hombro, vivos y muertos vamos”, como en el poema de Juan Bañuelos. Todos queremos la verdad. Ninguno quiere que su sufrimiento sea vivido por nadie más, nunca más. Cada quien diría lo que tuviera que decir, pero serían esas certezas las que canalizaran un mensaje contundente por la paz.

Los representantes del Gobierno y de la insurgencia, como era obvio, tenían resistencias y prevenciones también desde el primer momento. Seguro temían una lista de reclamantes cuyos dolores personales terminaran imponiéndose, incapaces de ser trascendidos en la búsqueda de salidas y soluciones.

Cada delegación viajó con psiquiatra, paramédico, más el acompañamiento de la Iglesia, de académicos y de delegados internacionales, con mucho cuidado y consideración por las víctimas y por lo que podría ser el estallido de rabias que justificarían aprovechar los quince minutos asignados para maldecir del alto cielo, como en la canción de Violeta Parra. En cambio, Léyner Palacios, con treinta y dos familiares víctimas de lo ocurrido en Bojayá, inauguró una sucesión de actos simbólicos que empezaron por flores blancas y terminaron en la siembra de un árbol en La Habana. Hoy, entre las muchas razones que justifican y dan esperanza, brillan como nunca el rechazo al sufrimiento que produce la guerra y el escenario de oportunidad representado por la generosidad demostrada una y otra vez, durante cinco oportunidades históricas.

Que la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera sean dos objetivos en línea pero diferenciados, ha sido un avance conceptual fundamental para nuestro caso. Está claro que ahora apostamos por una apertura de la conflictividad positiva sobre las cuestiones estructurales que dan contenido a la justicia verdadera.

Por eso, aunque parezca desgastado, la cuestión sigue siendo de democracia profunda, pa que se acabe la vaina, y que lo que era violencia aprenda a ser exigencia, y lo que era silencio se convierta en relato, como ha dicho William Ospina. La mesa de conversaciones de La Habana es el escenario más democrático en el que he estado en la vida. Y la democracia es el escenario donde se vive la reconciliación. Así de simple.

La base de este proceso es que la construcción de paz es después. Así que queda todo. Pero hemos avanzado como nunca antes.

*Activista por la memoria histórica. Integrante de H.I.J.O.S. Colombia, organización que trabaja por el esclarecimiento de las causas y consecuencias de los procesos de exterminio, represión y despojo en Colombia y el mundo. Hijo de José Antequera, inmolado líder de la Unión Patriótica (UP).

Por José Antequera *

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