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Nuquí, cuna de las ballenas jorobadas

El nacimiento de estos mamíferos es un espectáculo natural que cada año atrae a unos 4.500 visitantes entre nacionales y extranjeros.

Karen Juliete Rojas Gaitán*
30 de noviembre de 2016 - 03:00 a. m.
Las ballenas jorobadas viajan aproximadamente 25.000 kilómetros desde las frías aguas de la Antártida hasta  las costas chocoanas para aparearse y tener sus crías. / Karen Juliete Rojas Gaitán
Las ballenas jorobadas viajan aproximadamente 25.000 kilómetros desde las frías aguas de la Antártida hasta las costas chocoanas para aparearse y tener sus crías. / Karen Juliete Rojas Gaitán

Tres de la tarde. Un sol radiante y los cantos de más de 400 especies de aves que habitan el Parque Natural Utría. Son 54.300 hectáreas en la costa norte del Pacífico colombiano llenas de magia, de color. La reserva cubre los municipios de Bahía Solano, Nuquí, Alto Baudó y Bojayá. La protegen árboles del tamaño de una montaña y montañas del tamaño del cielo. Y desde ahí, una pintura única frente a los ojos: el cielo gris que se fusiona con el mar. 

En la playa, 11 turistas bogotanos se alistan para ser testigos de uno de los espectáculos más hermosos. En una lancha mediana, de color blanco, que abriga a unas 14 personas contando al lanchero, cámara en mano y chalecos salvavidas abrazados a la cintura, comienza la travesía mar adentro. Son entre 5 y 10 kilómetros desde la playa para contemplar a unos de los animales más grandes del mundo: ballenas.

Las ballenas jorobadas viajan aproximadamente 25.000 kilómetros desde las frías aguas de la Antártida hasta las costas chocoanas para aparearse y tener sus crías. Los mamíferos llegan en agosto y parten en octubre hacia el sur de América, nuevamente hasta el océano Antártico, donde inician otra vez su recorrido.

Los visitantes a bordo de la lancha realizan un trayecto en círculo alrededor de los morros para lograr ver las ballenas. Cuando están cerca, el motor se apaga. Es indispensable. El ruido asusta en el mar. Asusta incluso a estos mamíferos, que son más grandes que la embarcación. Tan grandes que cuando son adultos miden entre 12 y 18 metros, igual que el largo de una tractomula, y pesan 36.000 kilogramos.

Transcurren cerca de 20 minutos antes de conseguir, a lo lejos, apreciar como exhalan estos enormes animales. En ese instante el chofer del navío prende nuevamente el motor para acercarse un poco más al lugar donde están las ballenas. Pasan otros 20 minutos hasta que por el costado derecho de la lancha, que ya está en movimiento, pasa nadando una ballena. Al otro lado va un ballenato con su madre.

El miedo y la emoción se ven reflejados en los 11 rostros de los turistas bogotanos. Algunos lloran de alegría, otros gritan “¡Qué hermosas!”, todos disparan sus cámaras para retratar los imponentes animales. En ese instante lo que menos les importa es la posibilidad de que una de estas ballenas, con tan solo un salto, pueda voltear la embarcación.

A las costas del Pacífico llegan cerca de 3.500 ballenas. En estas aguas nacen los ballenatos, se amamantan y aprenden a saltar. “Somos privilegiados, porque este es uno de los pocos lugares del mundo donde se logra escuchar desde la cama el respirar de una ballena cuando entra a parir”, relata Josefina Klínger, oriunda de Nuquí y una de las mujeres más conocidas del departamento, por liderar la Fundación Mano Cambiada desde 2006. Vestía una camisa de rayas de color verde y amarillo y unos jeans largos, debido a la intensa humedad del ambiente, una las características del clima del departamento del Chocó.

Sin contar las especies del ecosistema marino, en el Parque Utría se pueden ver 125 mamíferos y 1.000 reptiles. Además, se ha convertido en el centro de investigación de aficionados extranjeros que realizan jornadas de observación de aves desde las 8:00 de la mañana hasta que el sol se pone y deja un cielo rojizo y naranja, mientras se esconde entre las montañas a eso de las 6:00 de la tarde.

“Es un lugar donde se tiene contacto directo con la naturaleza, lo que convierte la visita en una experiencia inolvidable. Nosotros los colombianos tenemos la oportunidad de conocer lo nuestro, partiendo de que ningún país del mundo tiene la diversidad que hay acá”, aseguró Vivian Villamizar, un turista que se hospeda en el ecohotel de la reserva natural. En los últimos cuatro años el promedio de viajeros que visitan estas tierras aumentó a 4.500.

El avistamiento de ballenas no es la única actividad que se realiza en la reserva. Los visitantes pueden recorrer, durante casi dos horas, los 9,46 kilómetros de Cocalito, en donde hay una cascada. En el trayecto se ven osos hormigueros, micos arañas y aulladores negros, monos tití y cariblancos, dantas, tortugas terrestres de agua dulce, caimanes y babillas, iguanas y lagartos.

También es posible practicar buceo en Punta Esperanza y Punta Diego, en medio de formaciones de corales, pargos, tamboreros, chernas, congrios y tortugas, entre otras especies. Pero no hay que abandonar este paraíso sin hacer careteo en Playa Blanca.

Para llegar hay dos opciones. La primera es por aire, en un trayecto que dura cerca de una hora y media, y para los más aventureros está la posibilidad de emprender un viaje por tierra de casi 27 horas.

Después de estar cerca de una hora y media en alta mar, los 11 turistas vuelven al parque, con un inolvidable recuerdo que les deja el Pacífico: haber visto uno de los mamíferos más grandes en su hábitat natural.

 

*Invitación del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo y Fontur.

Por Karen Juliete Rojas Gaitán*

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