
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El auge tecnológico, la diversidad de plataformas digitales, las redes sociales y la multiplicidad de funciones de los equipos han traído consigo la masificación del uso de los teléfonos inteligentes, incluso desde muy temprana edad. Ya resulta excepcional que un niño carezca de este dispositivo —o de cualquier otra pantalla digital—, salvo los casos de padres que, con conocimiento de los efectos nocivos de su empleo prolongado, deciden esperar a que sus hijos avancen en edad y juicio para proveerles uno.
Este debate se viene dando en el ámbito escolar, dado que el uso de los teléfonos inteligentes ha alterado el curso normal de las actividades educativas, al captar la atención de los estudiantes en plena clase, causar interrupciones y, como consecuencia, limitar el aprendizaje.
Si bien, en Colombia, las instituciones educativas de básica y media tienen autonomía para determinar si se restringen o no estos dispositivos, teniendo en cuenta que el lineamiento del Ministerio de Educación Nacional invita a que se abran espacios de diálogo y concertación en los consejos académicos, junto con rectores, docentes, estudiantes y padres de familia para tomar decisiones, es importante analizar estudios como el recientemente difundido por la Unión de Colegios Internacionales de Bogotá (Uncoli) al respecto.
Esta agremiación presentó los hallazgos iniciales del estudio correlacional “Desconectar para conectar”, aplicado en 25 colegios, donde se analizaron el acceso temprano y las redes sociales, sus asociaciones con el ambiente en el aula, ansiedad y bienestar, autorregulación y diferencias de género.
Entre los resultados del informe se destacan datos como que el 62 % de los estudiantes recibió su primer celular antes de la edad que sus padres o acudientes consideran adecuada; a los 14 años, más del 95 % ya posee teléfono celular y acceso a redes sociales.
Hay un alto consenso entre profesores y padres o acudientes a favor de establecer restricciones al uso de teléfonos celulares en entornos educativos, al evidenciarse asociaciones positivas entre los niveles de atención, la participación y la disminución de distracciones dentro del aula; además, mayor concentración en el ámbito académico y más socialización real entre los estudiantes, y se logra una mejor dinámica del aula y de los entornos de aprendizaje.
La información de Uncoli señala que: “Los estudiantes que muestran mayores niveles de ansiedad reportan un mayor acceso y uso de redes sociales, con una correlación particularmente marcada en mujeres adolescentes y con tendencia a intensificarse con la edad”. Además, los estudios científicos han demostrado la relación directa entre el uso excesivo de los teléfonos inteligentes y las afectaciones a la salud mental y, muy específicamente, alteraciones del sueño en niños y adolescentes.
La otra cara de la moneda es la utilidad de los smartphones en los entornos digitales para apoyar a los estudiantes en los procesos de formación educativa, sirviendo de herramienta para el desarrollo de actividades mediadas por la virtualidad, el acceso a bases de datos, el aprendizaje autónomo y el acceso a apps educativas.
Ante esta disyuntiva, es importante crear una cultura que, más allá de la simple prohibición, fomente la conciencia sobre el uso adecuado y equilibrado de los smartphones, lo mismo que coadyuve a desarrollar y potenciar las competencias digitales de los estudiantes.
* Rector de la Unisimón.