
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Canciller, acaba de hablar con el ministro de Comercio Exterior de Finlandia en una reunión bilateral en Montevideo y ahora participa en CELAC, un foro más amplio, con varias naciones. ¿Qué suele ser más beneficioso en materia de diplomacia: un encuentro bilateral o un foro donde se reúnen muchas más naciones?
Mire, recién me crucé con el ministro francés para hablar del acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur, un tema de enorme sensibilidad. No lo hubiera visto en otro contexto, nos encontramos acá hace unos minutos. Por eso, no hay contradicción: lo importante es dialogar, hablar, intercambiar en función de los intereses que cada uno representa. Ambos espacios, bilaterales y multilaterales, son necesarios.
Hablemos del Mercosur, que es un tema sensible. ¿Cómo va el acuerdo?
La presidenta de la Comisión Europea visitó Uruguay el 6 de diciembre del año pasado, cuando teníamos la presidencia del Mercosur durante el gobierno de Lacalle Pou, y confirmó que el acuerdo estaba cerrado. Ahora debemos pasar a la fase de la firma, y somos optimistas de que, antes de Navidad, durante la presidencia brasileña, se firme el acuerdo.
Será un cambio sustancial para los cuatro países del Mercosur y los 27 de la Unión Europea. No es un acuerdo sectorial: es el más amplio que ha firmado Europa en su historia. Estamos hablando de un producto bruto interno enorme, de una población gigantesca: 27 más cuatro países. Confiamos en las autoridades europeas. Están considerando algunos elementos que den garantías a los países que aún tienen dudas, pero la base del acuerdo está cerrada.
Uruguay recibirá el próximo año la presidencia de la CELAC. ¿Qué modelo propone el país para esta nueva etapa?
Vamos a tener la presidencia de la CELAC y del Mercosur al mismo tiempo. No hay un modelo único: hay grandes diplomacias que han sabido manejar ambas responsabilidades. Para nosotros, la clave está en el diálogo, en los escenarios de consenso. La CELAC tiene una larga historia de la cual hemos aprendido. Se trata de dar continuidad a los temas que han generado mayor sensibilidad y consenso entre los países. Son 33 naciones, y debemos identificar los puntos que, además de generar acuerdo, también muevan la aguja de los intereses comunes.
Queremos un mecanismo de diálogo muy amplio, dentro y fuera de la CELAC. A veces se nos reclama que América Latina y el Caribe se han replegado sobre sí mismos, que hemos dado pocas manos al mundo. Uruguay quiere que eso cambie: fortalecer el diálogo interno, pero también abrirlo hacia nuestros amigos asiáticos, africanos y del Golfo.
La CELAC tiene que pensar hacia adentro, buscando consenso, y hacia afuera dialogando. No es lo mismo que hable un país solo a que hablen los 33 juntos. La CELAC es frágil, sin duda, pero es el único espacio de diálogo que tenemos entre nosotros, y no debemos perderlo.
¿Cómo asegurar que la relación entre América Latina y la Unión Europea no se limite a una transferencia de fondos?
Ese es justamente uno de los puntos que debemos trabajar. Si me pregunta hacia dónde debe moverse la presidencia uruguaya, diría que lo primero es definir, a partir de la declaración que se aprueba hoy, cuáles son los temas que podemos desarrollar el próximo año con consenso.
En segundo lugar, estamos terminando de delinear una hoja de ruta para los próximos años. Será nuestra responsabilidad concretarla y aprobarla. Puede que todos quedemos algo insatisfechos, pensando que podríamos haber acordado más, pero lo importante es que acordamos.
El solo hecho de que se haya hecho esta reunión es relevante: durante ocho años no nos hablamos. Desde que retomamos el diálogo en Bruselas hace dos años, y ahora aquí, el proceso se está reactivando. Si logramos acuerdos y una hoja de ruta a mediados del próximo año, estaremos construyendo algo duradero. No debemos pensar en un año, sino en varios.
La próxima cumbre será en dos años. Este mecanismo estuvo muy congelado durante varios años. ¿Cómo hacer para que la CELAC siga siendo vigente y relevante en un mundo que se mueve tan rápido y donde cada país busca alianzas bilaterales por su cuenta?
La CELAC tiene que tener credibilidad. Sus miembros deben sentir que les sirve, no solo como mecanismo de diálogo, porque no hay otro, sino como herramienta útil para impulsar proyectos concretos.
Además, puede ser un puente de diálogo con otros grupos regionales. Hay áreas en las que ningún país puede avanzar solo. Si seguimos por el camino del diálogo y el trabajo conjunto, nos fortalecemos; si no, la CELAC se debilitará. No hay punto medio: o avanzamos o retrocedemos.
Precisamente sobre la credibilidad hay un tema espinoso: Venezuela. Pese a las críticas al proceso electoral, el canciller de Nicolás Maduro, Yvan Gil, estuvo presente, lo que genera incomodidad en algunos sectores. ¿Qué criterios usa la CELAC para definir quién se sienta a la mesa?
No podemos decir “tú sí, tú no”. Cada país decide si reconoce o no a otro, pero la CELAC es, por definición, un mecanismo donde todos los países se reconocen entre sí. Hemos visto rupturas diplomáticas, como la reciente entre Perú y México, o antes entre Ecuador y México, y la pregunta es ¿qué criterio aplicamos? El único posible es el de la inclusión: los 33 países deben estar presentes.
Uruguay tiene una defensa histórica de los derechos humanos y democráticos, ¿cómo equilibra esa postura con la necesidad de mantener a todos los actores en la mesa?
Con madurez. Los actores saben que no estamos todos de acuerdo en todo, y que cada uno conoce la realidad de la región. No se trata de negar las diferencias, sino de gestionarlas. A veces hay países que amenazan con irse de la CELAC, pero no se ha ido nadie. Eso es importante: hay un sentido de madurez que tal vez no existía en otros periodos de polarización. Hoy, todos se quedaron. Y eso hay que saber leerlo: algunos están más activos, otros menos, pero lo relevante es que nadie se fue. Ese es el mínimo común denominador, y ya es mucho.
