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Cambios sociales, no solo normativos: claves para asumir el reto de la fecundidad

La académica uruguaya Wanda Cabella expuso en entrevista con El Espectador algunos puntos para entender las transformaciones de la fecundidad y natalidad en América Latina. Visitó Colombia en el marco de la octava edición del Premio Antonio Restrepo Barco sobre investigación de la familia en el país.

Silvia Corredor Rodríguez

25 de mayo de 2024 - 10:00 a. m.
Wanda Cabella es antropóloga, doctora en Demografía e investiga sobre cambio familiar, fecundidad y nupcialidad./ José Vargas
Foto: Jose Vargas Esguerra

La tasa de fecundidad en Colombia pasó de 6,4 hijos por mujer en 1950 a 1,6 hijos por mujer en 2023, según el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade). En el caso de América Latina, para los mismos años, se pasó de 5,8 hijos a 1,8 hijos por mujer. Esta disminución en la tasa de fecundidad en la región está llevando a que la población mayor de 60 años se duplique en un 25 % en los próximos 20 años.

Aunque este tema ha generado preocupación en varios países de la región, los cambios responden a una serie de procesos políticos, sociales y culturales que han venido ocurriendo en los últimos años.

El Espectador habló con Wanda Cabella, profesora titular del programa de población de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República de Uruguay, quien explicó las transformaciones que ha tenido la fecundidad en América Latina, algunas de sus implicaciones y las transformaciones sociales y culturales que se deben realizar.

Durante su visita a Colombia, Cabella participó con el panel “La inesperada caída de la fecundidad a niveles bajos y muy bajos”, en el marco de la octava edición de los premios de la Fundación Barco sobre investigación de la familia en Colombia.

¿Cómo impacta la baja natalidad a las familias en Colombia y América Latina?

De Colombia no conozco mucho, sé que bajó mucho la fecundidad y se sumó al grupo de países de Latinoamérica que en pocos años bajó la fecundidad de niveles bajos a muy bajos. Con fecundidad baja nos referimos a dos hijos por mujer, y muy baja es de 1,4 hijos por mujer cada año.

En los últimos años, la caída ha sido muy intensa y probablemente poco esperada. Digo probablemente porque había un nuevo factor que estaba sosteniendo la fecundidad en niveles altos. Ese factor es la alta fecundidad adolescente, que hasta hace poco, en América Latina, era de las más altas del mundo. Lo que entendemos que pasó e hizo bajar los niveles de fecundidad, en general, es que la fecundidad adolescente, por suerte, cayó.

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Por ejemplo, en Uruguay pasó de 60 por mil a 20 por mil, en Chile también bajó a 20 por mil; entonces, la caída ha sido espectacular. Esta es una de las principales características de la fecundidad latinoamericana y el cambio reciente que se ha presentado. Nosotros vimos para Uruguay que más o menos el 50 % de la caída de la tasa global de fecundidad se explica solo por este grupo de mujeres entre los 15 y 23 años.

¿Qué tipo de impacto pueden generar estos índices de baja natalidad y fecundidad?

Los impactos aún no han sido estudiados porque son difíciles. Lo que sí se puede decir es que todo esto son consecuencias, seguramente, de los cambios de las circunstancias sociales, educativas y demás de las mujeres. Aún no es fácil de entender e identificar cuáles fueron los factores que se conjugaron para producir este cambio tan rápido.

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Uno tiende a pensar que los cambios así tan estrepitosos se asocian a crisis económicas, guerras o enfermedades. Por ejemplo, el virus del zika provocó en Brasil una caída muy particular y fácilmente identificable, pero en los demás países no hay momentos de crisis que provocaran estas caídas tan enormes.

Lo que sí está claro es que en estos países existen políticas. Por primera vez, los gobiernos entendieron que la fecundidad adolescente, también llamada no intencional (que no se esperaba), era un problema social vinculado con la pobreza, la falta de educación y concentrado en las mujeres muy jóvenes. Ese cambio en la mirada de la fecundidad adolescente resultó en programas de gobierno, búsqueda de oportunidades y fortalecimiento del sistema educativo, y encontrar métodos adecuados para esas edades.

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¿Qué hicieron los gobiernos de la región?

Lo que se hizo fue buscar que las mujeres jóvenes o muy jóvenes que no querían tener hijos lograran su objetivo: no traer hijos en ese momento. Hubo campañas de oferta de anticonceptivos, adecuada a la etapa adolescente. En el caso de Uruguay, se ofreció el sistema público sin costo para los usuarios, los implantes subdérmicos que, prácticamente, evitan tener que ocuparse de posibles embarazos durante cinco años y eso fue muy exitoso también en Argentina y Chile.

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Las mujeres adoptaron esos métodos porque los estaban necesitando, la adhesión fue muy fuerte e importante. También hubo un cambio importante en la atención, los médicos de primer nivel ofrecían consejería, evitando que solamente fuera la medicina ginecobstétrica. Cada país tuvo sus particularidades, pero, sin duda, fue importante. Hubo una satisfacción de la demanda.

En el ámbito legislativo, ¿qué otro tipo de cambios han podido aportar a estas transformaciones?

Por ejemplo, las leyes de matrimonio igualitario que se aprobó en varios países, la ley de interrupción voluntaria del embarazo, los cambios en las licencias de paternidad y cambios generales vinculados con la familia y la fecundidad. El entorno cultural y social cambió y existe ahora una preocupación por las decisiones de la vida privada, que obviamente el Estado no debería involucrarse en esas decisiones, pero sí permitir que se puedan tomar dentro de un conjunto adecuado de posibilidades.

Hay un cambio cultural que tiene que ver con la historia reciente de América Latina, con los tipos de gobierno que hemos tenido en los últimos 15 o 20 años y las redes sociales. Aún nos falta mucho por entender sobre cómo la transmisión de las ideas también impacta en los niveles de fecundidad.

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¿Qué tipo de vínculo tiene la transmisión de ideas con la baja fecundidad?

Siempre ha sido un factor importante. En el siglo XX o a finales del siglo XIX en Europa, uno de los canales más importantes fue la difusión de las ideas, la propagación de que las personas podían tener la cantidad de hijos que quisieran. Eso fue una idea revolucionaria de otra etapa de la fecundidad para ese momento. Antes eran los hijos que Dios mandaba, pero llegó un momento en que la humanidad percibió la posibilidad de tener los hijos que les gustaría tener.

Actualmente, estamos en otro giro de la familia, también vinculado a un cambio de ideas sobre la familia, las relaciones de pareja, la autonomía personal, las necesidades propias y cómo se combinan con los ideales y decisiones reproductivas. Todo esto cambia en un contexto de diversidad y desigualdad de los países latinoamericanos.

¿Por qué es importante prestar atención a estos temas?

No soy especialista en los temas de seguridad social, pero tiene relación con la sostenibilidad de los sistemas de pensiones, en la renovación de la población y de las generaciones. De esta forma, se pueden generar nuevas fuerzas de trabajo, que, a su vez, van a estar sosteniendo a las personas que salen del mercado laboral. Eso es importante porque tiene que ver con la estructura de la población, la población envejece y el principal factor del envejecimiento en América Latina es la caída de la fecundidad y la natalidad.

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Es un tema bastante escabroso, en general, por las formas en que se discuten. ¿Cuáles serían las soluciones? La población va a cambiar, las mujeres y parejas deciden tener menos hijos. Es una buena noticia, porque están alcanzando, en parte, sus ideales reproductivos. En el caso de los embarazos adolescentes, sin duda, es una buena noticia que América Latina haya conseguido mejorar ese indicador. Todo esto es síntoma del bienestar de la población y el alcance de las metas reproductivas.

En la medida en que los gobiernos, los países y hasta los medios lo vean como un problema, las alternativas comienzan a ser fomentar la natalidad; a eso se le conoce como las políticas prenatales.

¿Cuál es el alcance de ese tipo de políticas prenatales?

Esas políticas responden a la deseabilidad social y no efectivamente a lo que va a pasar. Es muy difícil tomar en cuenta este tipo de expresiones, aunque existan incentivos económicos, tampoco es posible que tengan demasiados efectos positivos. Además, implican gastos enormes para que tengan un efecto puntual, poco duradero y poco beneficioso.

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La mayoría de los estudios que evalúan esto muestran que son poco efectivos. También existen políticas de corresponsabilidad que se basan más en garantía de derechos. Se ha visto que tienen más efectividad en países nórdicos, porque los Estados se encargan de involucrar a los varones y crear condiciones de crianza bastante adecuadas y, por un tiempo, tuvo éxito. Es una especie de rompecabezas entender qué es lo que pasa. Se precisa saber mucho más sobre cómo las personas toman estas decisiones y qué aspectos intervienen.

¿Qué otro tipo de medidas podrían tomar los gobiernos para generar una repartición equitativa de las labores de cuidado?

Existen las licencias paternales, que son aquellas específicamente asociadas a los varones y también existen las parentales cuando son licencias más largas. Japón tiene dos años para los varones, por ejemplo, y el porcentaje no es mayor al 5 % de quienes las toman. Se pueden generar políticas, marcos legales, implementarlas, pero si no están dadas las condiciones sociales o si las normas sociales y culturales no cambian de tal manera que se entienda que los varones pueden cuidar, no es posible.

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Si todos estos cambios no se dan, no habrá posibilidad de modificar las expectativas reproductivas. Se ha estudiado que mujeres con cargos muy altos, básicamente, dejan de tener hijos porque no hay forma de competir con los varones, pues el cuidado implica renunciar a su carrera. Todo esto se enmarca en cambios importantes sobre el deseo de tener hijos y criar, y lleva a una fecundidad tardía.

¿A qué te refieres con fecundidad tardía?

Las mujeres que desarrollan sus carreras educativas y alargan la necesidad de establecerse en el mercado laboral toman más tiempo y cuando deciden tener hijos, su ciclo reproductivo está más comprometido y puede haber riesgo. Esto pasa muchísimo en Europa y está llevando a que las mujeres que quieran tener hijos no lo logren. También hay un 25 % que no tiene interés en tener hijos hacia el final de su vida reproductiva, muchas de las cuales apelan al estrés climático como una de esas razones.

¿Cómo tejer todas estas alternativas para generar una transformación social más profunda que propicie espacios de equidad de género y libre decisión?

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Sin duda, hay una complejidad de la situación y la unión de factores. Primero que todo, creo que hay que aceptar que la familia cambió, que las preferencias reproductivas y de familia llegaron para quedarse. También cambió el mercado laboral, la forma de producir, prácticamente todo en los últimos 50 años ha cambiado, pero buscamos que la familia se mantenga como una especie de núcleo duro, que sostienen todos los demás cambios.

Es una idea teóricamente poco sostenible porque hay que entender que la familia también cambia y promueve otros cambios y es afectada por esos cambios. ¿Qué vamos a hacer? ¿Volver el mundo atrás? Hay que pensar en términos de cambios y en un escenario cercano; al parecer la fecundidad no parece que vaya a modificarse. Quizá se recupere un poco, pero hay que quitarle un poco la ansiedad al tema.

También hay que tratar de conseguir que los actores que deberían ocuparse de que las sociedades se renueven participen del proceso. Por ejemplo, las empresas y la creación de sistemas de cuidado durante la vida laboral, que se flexibilicen las condiciones y demás facilitará la compatibilidad de vida familiar y laboral. El conjunto de medidas ayudaría a las tasas de fecundidad, sin que les signifique a las mujeres renunciar a su vida profesional.

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¿Existen países que hayan logrado este paquete de medidas y garantías para aumentar la fecundidad?

Sí, Francia. Es de los pocos países que han logrado mantener una fecundidad relativamente alta, también porque históricamente han tenido una preocupación por sus nacimientos. Tienen un conjunto de medidas que son variadas, políticas de cuidado, con la escuela, la flexibilidad, con las transferencias, las licencias parentales; todo se conjuga y además son estables. Son políticas instaladas, no duran dos o tres años, ayudando a reducir la incertidumbre, hay estabilidad y, sin duda, ayuda a mejorar la condición de la vida de las personas y, eventualmente, también aumentar la fecundidad.

Hasta entonces ha sido una fórmula del éxito, un conjunto de medidas muy compactas, estables, pero, sin duda, costosas, pues representan cerca del 5 % del gasto social total. Nuestros países quizás no están todavía en condiciones de adoptar políticas que tengan estas condiciones u orientar el gasto hacia estas políticas. Deberían comenzar a pensar en sistemas de cuidado mucho mejor de los que se tienen ahora. Se ha avanzado, pero todavía parece poco.

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Premio a la investigación sobre la familia en Colombia

Lida Elena Tascón Bejarano fue la ganadora de la octava edición del premio de la Fundación Barco con su investigación “Vida familiar en la población esclavizada y liberta en la provincia de Popayán, Colombia, 1780-1852″. Allí analiza los modos en que esta población estableció sus relaciones de pareja, formas familiares y de parentesco en sociedades estructuradas sobre jerarquías sociales, raciales y de género.

“Esta tesis demostró que es necesario complejizar la visión de la familia esclavizada en Colombia. Urge hacer una inmersión en los archivos colombianos para saber cuáles son las fuentes posibles para los estudios de familia no solo de esclavizados, sino de otros grupos étnicos”, afirmó Tascón al recibir su premio.

Tascón es doctora en Historia. / Fundación Barco
Foto: Fundación Barco

Este estudio fue señalado por la Fundación como una pieza clave en la construcción de memoria histórica del país y parte fundamental de las reparaciones a las poblaciones afrocolombianas, negras y raizales en un contexto de injusticia estructural. Este galardón se ha entregado desde el 2015 y promueve espacios de difusión de estas investigaciones en espacios académicos a nivel nacional e internacional.

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