Arlene B. Tickner es la nueva embajadora itinerante de Colombia para Asuntos de Género y Política Global Feminista, un tema con el que siente un compromiso particular como mujer feminista y al que ha prestado atención incluso desde antes de formar parte del Gobierno.
En esta entrevista explica cuál será su rol, al que llegó hace poco más de dos meses, y por qué Colombia tiene una oportunidad histórica para liderar este asunto en el mundo, junto a aliados regionales como Chile y México.
Los frentes de trabajo son muchos: a escala global, con múltiples actores y con las experiencias alrededor de la paz como uno de los ejes centrales, pero también dentro del Gobierno y la propia Cancillería, desde la cultura institucional hasta la atención que reciben los connacionales en el exterior.
¿Cuál es el objetivo de este rol y cuáles serán las funciones a las que se dedicará?
El gobierno de Colombia de Gustavo Petro y Francia Márquez adoptó el compromiso de tener una política exterior feminista desde la campaña, y este compromiso ha ido materializándose en el Plan Nacional de Desarrollo y en una política exterior feminista formal. Está finalizada y cursando las últimas etapas administrativas para poderse dar a conocer a la opinión pública nacional e internacional. Esto es una apuesta importante del Gobierno y la Cancillería para posicionar a Colombia en temas relacionados con género y derechos de las mujeres en sus diversidades, personas LGBTIQ+ y otros grupos sociales en situaciones vulnerables. Con esto, se tomó la decisión de nombrarme en el cargo, por primera vez, de embajadora itinerante para Asuntos de Género y Política Global Feminista. Mi responsabilidad será materializar las líneas de acción de la política exterior feminista en todo lo relacionado con nuestro actuar bilateral, multilateral y, de alguna manera, consular. Hay un trabajo también significativo dentro de la Cancillería misma, institucional, que busca transversalizar el enfoque de género en todo el trabajo que se realiza en nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores.
En la práctica, ¿en qué tipo de acciones se traduce la aplicación de esa política?
En términos generales, la política exterior feminista es una política pacifista, muy alineada con la política de paz total del Gobierno; es participativa, en el sentido de que ha sido coconstruida mediante distintos espacios de interlocución y creación con organizaciones de mujeres y feministas y de personas LGBTIQ+, y es interseccional, en el sentido de que aborda los temas de género desde un enfoque interseccional, que entiende la interconexión entre distintas formas de discriminación, desigualdad, violencia, exclusión, en torno a género, clase social, raza, etnia, discapacidad e identidad de género, entre otros.
Y su propósito general es luchar, si se quiere, por los derechos de estas poblaciones, comenzando con las mujeres en sus diversidades. Combatir las distintas formas de violencia y discriminación que enfrentan y abogar por la necesidad de generar condiciones de equidad para estos grupos sociales. A partir de ese objetivo general se derivan varias líneas de acción, como justicia social, justicia ambiental, paz total y fortalecimiento institucional.
Colombia es el tercer país de América Latina, después de México y Chile, en declarar una política exterior feminista. Hay mucha expectativa mundial por este combo de tres países, que además son tres aíses aliados en la región, toda vez que los países que iniciaron el proceso de política exterior feminista, como Suecia, han tenido algunos retrocesos significativos. De hecho Suecia, que fue el primer país, ya no tiene esa política con el cambio de gobierno y su viraje hacia la derecha. Con el traslado de esta agenda feminista hacia el sur global y sobre todo hacia América Latina, hay mucha esperanza de que desde el sur y desde América Latina podamos agilizar la agenda de género y feminista en la política internacional, defendiendo los logros ya adquiridos, protegiéndolos contra los retrocesos que están sufriendo y buscando espacios para adelantar esa agenda más allá de lo que está.
¿Esto se alinea con los ODS o por qué es pertinente adoptarla en este momento?
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible constituyen una hoja de ruta universal que ha adoptado toda la comunidad internacional con miras a satisfacer ciertas metas en un tiempo de terminado, hasta 2030. Encontramos con preocupación que en todo lo relacionado con género, por no hablar de otros temas, el mundo se está quedando corto en satisfacer los compromisos adquiridos. Sin duda, un país que tiene una política exterior feminista o una política exterior con enfoque de género prioriza la necesidad de agilizar las acciones adoptadas no solo por Colombia, sino por todos los Estados miembros de Naciones Unidas, al dar cumplimiento a las promesas adquiridas en torno a género en los ODS y en general en la agenda 2030. Creo que uno de los desafíos que tenemos como país es ser más vocales y activos para movernos más rápido en el cumplimiento de estos objetivos. Por otro lado, si miramos temas de equidad y paridad de género en los espacios más importantes de toma decisiones internacionales, también nos encontramos con el hecho de que, según ONU Mujeres, estamos a más de un siglo de poder materializar lo que sería la paridad en estos espacios. Hay mucho por hacer en este terreno y una política exterior feminista lo que hace es señalar esto como una prioridad.
¿Cuáles son sus prioridades más inmediatas?
Estamos justamente en un ejercicio de priorización en el marco del plan de acción que se construyó para la política exterior feminista, que, reitero, es resultado de unos ejercicios robustos de interlocución y coconstrucción con distintas organizaciones de mujeres y feministas. Una de las tareas pendientes, creo, es cruzar esta agenda de la política exterior feminista con lo que han terminado siendo las prioridades de la política exterior en general de este Gobierno.
Evidentemente el tema de paz total o integral encabeza esa lista, y, en torno a esto, una agenda propia de la política exterior feminista en torno a paz prioriza elementos relacionados, pero de alguna medida diferenciados. Por señalar uno: toda la agenda de mujeres, paz y seguridad es una prioridad. Es una agenda que trabajamos en conjunción con el Ministerio de la Igualdad, que es el encargado de nuestro plan de acción nacional de la Resolución 1325 de 2006, pero evidentemente la Cancillería es responsable de una parte de esa agenda en su faceta internacional. Para dar un solo ejemplo, el Gobierno ha promovido una idea de seguridad humana distintiva respecto a la que circula en Naciones Unidas o en boca de países como Japón, que han sido líderes en la promoción de la necesidad de hablar de la seguridad en términos de seguridad humana, desde un lente feminista y en línea con nuestra política de paz total. Hay una manera de trabajar la seguridad humana desde un enfoque de género que consideramos importante.
El rol de las mujeres negociadoras y mediadoras en procesos de paz es algo que en Colombia ha arrojado unos resultados y lecciones importantes que consideramos necesario compartir con el mundo. Esto es otro espacio en torno al cual hay gran interés en trabajar. Todo el tema de violencia sexual en contextos de conflicto, en torno al cual hay lecciones aprendidas, buenas y malas, será una prioridad. De hecho, Colombia preside una alianza con las siglas PSVI (Preventing Sexual Violence in Conflict Initiative), que se creó a partir de una iniciativa de Reino Unido y que ahora involucra a un conjunto de más de 30 países y actores de la sociedad civil. Estamos ejerciendo la presidencia de esa alianza. Esto, de la mano de fallos como el de Jineth Bedoya, pone sobre la mesa la prioridad de este tema en nuestro actuar de la política exterior feminista.
¿Y el objetivo es mostrar la experiencia de Colombia o al país como una autoridad en la materia?
Una de las apuestas de la política de seguridad feminista también es generar espacios de intercambio de experiencias y lecciones aprendidas entre distintos países que tienen política exterior feminista o, en el tema específico de paz, que tienen experiencias novedosas y útiles de compartir en construcción de paz. Entonces no solo es proyectar a Colombia y compartir las lecciones aprendidas y nuestras buenas prácticas en torno a distintos temas, sobre todo relacionados con paz, sino convertirnos en un espacio de convergencia e intercambio de saberes en torno a distintas temáticas. Para esto hemos anunciado la creación de un instituto de mujeres, paz y seguridad para América Latina y el Caribe. La idea es abrir este espacio a la participación y el acompañamiento de distintos cooperantes internacionales, incluyendo a Estados Unidos.
¿Qué avances destaca de la puesta en marcha de esta política?
Desde el 4 de junio vengo tratando de apersonarme de todos los avances. El documento ya está completado y cursa sus últimas etapas administrativas.
Hay un proyecto de inversión de Planeación Nacional y un observatorio de la política exterior feminista que Planeación Nacional generó para poder hacer seguimiento; o sea, hay un proyecto de inversión y un observatorio para garantizar la implementación de la política exterior feminista, que será una política pública, lo cual va a permitir echar raíces más duraderas más allá del gobierno. Esto es importante mencionarlo entre los avances, pues ha arrojado todo un equipo de trabajo, porque el proyecto de inversión exige un equipo para ir implementando la política. Hay también un proyecto que nos ganamos con Chile y México, de cooperación sur-sur, en torno a la política exterior feminista, con cooperación alemana, en coordinación con CEPAL, para avanzar en distintas facetas de la política exterior feminista, incluyendo cursos de capacitación para las academias diplomáticas, recolección de datos en torno a género y política exterior feminista. También firmamos una carta de intención con Francia para colaborar con ese país en temas de política exterior feminista, con un énfasis fuerte en salud y derechos sexuales y reproductivos, que es un tema en el cual Colombia, por las decisiones de la Corte Constitucional en torno al aborto, tiene cierta vocería y visibilidad mundial, y esto se suma al memo de entendimiento con Estados Unidos que dio origen a la idea del instituto de excelencia.
¿Cómo se irriga esto para que se apropie dentro de la misma Cancillería?, porque también hemos sabido de casos de violencias basadas en género allí. ¿Cómo dar ejemplo desde la institucionalidad?
Son dos procesos que se están desarrollando, que convergen en la necesidad de concientizar, socializar y capacitar. Estamos desarrollando un conjunto de protocolos mucho más robustos para atender casos de acoso sexual dentro de la Cancillería y en las misiones colombianas en el extranjero incluyendo consulados, embajadas y misiones.
Y estamos también desarrollando un protocolo para la atención a connacionales afectados por violencia sexual o violencias basadas en género. Los protocolos más robustos nos permiten atender de forma mejor estos casos y ojalá prevenirlos. Y ese es el mensaje que el canciller ha emitido en torno al caso que involucra al embajador Benedetti. Por otro lado, estamos en un proceso de transversalizar el enfoque de género dentro de la Cancillería en todas sus unidades y obviamente en las embajadas, misiones y consulados en el exterior. Esa transversalización consiste en varias iniciativas, y creo que la más importante son estos cursos de capacitación, para ir más allá de la concientización y sensibilización.
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