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Sixta Guzmán, la mujer que dedica su vida a combatir la violencia intrafamiliar

Esta es la historia de una comisaria de familia que, por medio de su trabajo, intenta prevenir feminicidios, así como abusos contra niños, niñas o ancianos, entre otros.

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Tomás Tarazona Ramírez
22 de marzo de 2025 - 01:00 p. m.
Por 33 años, Sixta ha entregado su vida para salvar vidas que están en riesgo por la violencia intrafamiliar.
Por 33 años, Sixta ha entregado su vida para salvar vidas que están en riesgo por la violencia intrafamiliar.
Foto: Tomás Tarazona Ramírez
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Sixta Adela Guzmán aún recuerda un pequeño poema, con más ritmo que rima, que le enseñó su padre cuando era pequeña. Era un soneto de unas cuantas líneas que declamaban la importancia de buscar justicia y siempre estar del lado de quienes lo necesitan.

Por allá en 1991 lo volvió a evocar, cuando se convirtió en la primera comisaria de familia de Colombia y hoy, 33 años después de haber salvado miles de vidas, prevenido feminicidios y rescatado niños en riesgo de nunca ver la adultez, lo sigue recordando.

“Estudia y no serás, cuando crecida, el juguete vulgar de los tiranos. Es puerta de luz un libro abierto. Entra por ella, niña, y de seguro en el futuro no habrá Dios más visible ni poder más cierto”, reza el poema.

Esta es la línea del tiempo de una mujer que por tres décadas ha dedicado su vida a una función pública que, a diferencia de otras esferas de la política, “es una vocación, salva vidas y protege la dignidad humana: la de comisaria de familia”, cuenta Sixta, al asegurar que gracias a su trabajo ha logrado rescatar al menos a un millón de colombianos amenazados por la violencia intrafamiliar.

En tiempos de polarización y críticas contra los funcionarios públicos, El Espectador conoció la historia de Sixta Guzmán, que no solo invirtió su carrera como abogada en ofrecer justicia a quienes ven sus derechos violentados, sino que en el camino ha hecho todo lo posible para que las agresiones en los hogares no sigan cobrando vidas de decenas de mujeres y niños incapaces de defenderse.

“La familia es el núcleo fundamental de la sociedad, y tristemente en Colombia es la institución que menos atención ha recibido y donde más violencias se presentan. Cuando nosotros, los comisarios, decimos que nuestro trabajo es importante para la paz en Colombia, es una realidad. De nuestro trabajo depende si el futuro de la familia es un porvenir en paz y armonía, o por el contrario, controlado por la desgracia total”, aclara Sixta.

Batalla en varios frentes

El currículo de Sixta no es suficiente para demostrar todo lo que ha hecho para que en Colombia haya justicia frente a la violencia intrafamiliar. Tiene 63 años y es abogada de profesión, pero paralelamente a aplicar y hacer respetar las leyes ha tenido que cumplir mil y una funciones más, como la de escolta, defensora de familia e incluso activista para pelear en el Congreso o en sindicatos que se protejan los derechos de las víctimas. Incluso cuenta que se ha desempeñado como “estratega militar”, pues en más de una ocasión ha tenido que organizar rescates y entrar a los hogares para salvar niños al borde de ser asesinados.

A sus funciones, aunque obligada, también se tuvo que sumar la de “salvavidas institucional”, pues ha tenido que hacer todo lo posible por prestar un servicio de justicia que durante 30 años ha estado huérfano por parte del Estado. El propio Ministerio de Justicia, organismo que las controla, lo reconoció así el año pasado y lamentó que por tres décadas las Comisarías han “trabajado con las uñas y ofrecen alivio y justicia a las víctimas de violencia intrafamiliar en condiciones precarias”, como aseguró Helen Ortiz, viceministra de promoción a la justicia, a este diario en noviembre de 2024.

Aunque existen legalmente hace 33 años, las Comisarías llevan años denunciando que no tienen la capacidad ni humana, ni financiera y tampoco en infraestructura para atender a todas las personas. En Riohacha (La Guajira), la Comisaría funciona como un apéndice de la plaza de mercado de la capital costera en tan solo cuatro metros cuadrados. Sin privacidad para las mujeres que cuentan sus historias de abusos y sin siquiera un aire acondicionado o una silla que permita sentirse cómodos a quienes llegan buscando justicia, el servicio, más que una función pública, se convierte en un verdadero reto.

Sixta recuerda que ella ha logrado muchas “primeras veces” para cambiar ese panorama. En 1991, cuando Andrés Pastrana ocupaba la Alcaldía de Bogotá, logró convencer a toda la cúpula política de la capital en que ella debía ser quien liderara la primera Comisaría de Colombia, que ubicaron en Puente Aranda. También se convirtió en una de las primeras mujeres, en épocas donde solo los hombres llegaban a cargos públicos, en alzar su voz y demostrar que su vocación era la adecuada por tomar las riendas de las Comisarías; y no las ha soltado hasta hoy.

Con dos hijos ya mayores, hoy dedica su tiempo libre a intentar distraer su mente de todas las historias trágicas que ha tenido que atender, pero también a hacer planes mentales sobre cómo lograr que la violencia no siga acechando las familias colombianas. Uno de sus mayores pasatiempos es recorrer el mundo de la mano de su esposo, con el que comparte vocación, pero él desde la fiscalía, y asegura que incluso cuando están recorriendo culturas y naciones, le surgen algunas ideas para dignificar el trabajo de los comisarios y mejorar el servicio.

En más de 30 años en busca de una Colombia sin violencia intrafamiliar y de casos que reciban justicia, Sixta ha hecho prácticamente “todo lo humanamente posible por cumplir el objetivo”. Aparte de abrir las puertas de su Comisaría día tras día, durante 24 horas, se ha encargado de hacer activismo para que la situación de acceso a la justicia cambie para las víctimas.

“Recuerdo mucho a un menor de edad que fuimos a rescatar. Su familia lo tenía enclaustrado en una marranera y cuando llegamos a salvarlo, él ya había adquirido e interiorizado conductas animales, hacía como un cerdo. Pero no nos basta con solo salvar vidas, también me he dedicado a dar clases, realizar pódcasts, hacer sindicatos e intentar mostrarle al Estado que aunque abandonados, nosotros estamos en las Comisarías por vocación y pasión, por salvar la dignidad humana que fractura la violencia”, comenta Sixta.

Sus batallas dejan un sabor agridulce a veces, comenta. Por años las Comisarías de Familia han sido criticadas y puestas bajo la lupa de la opinión pública por no hacer lo suficiente para evitar tragedias o, justo como le achacaron a Sixta en 2022 a través de una denuncia en el medio digital Cuestión Pública, permitir que una mujer regresara desprotegida a casa junto con su agresor. “Son muy pocas las veces que una víctima, luego de años, se acerca a agradecernos”, acota Sixta.

En 2022, la Procuraduría publicó un informe que de alguna forma le da la razón a 30 años de lucha por mejorar el servicio. En el hallazgo del ministerio público se reveló que no solo en Bogotá, sino en todo Colombia, las Comisarías enfrentan un panorama deplorable. A través de cifras la Procuraduría demostró que ocho de cada 10 Comisarías del país no contaban con infraestructura básica, como por ejemplo una impresora para digitalizar las denuncias, oficinas aptas para escuchar los casos de agresiones y, cuando se trata de municipios muy alejados, los comisarios debían ingeniar rifas o poner de su propio sueldo para costear el servicio y salvar a las víctimas antes de que fuese demasiado tarde. En Buenaventura (Valle del Cauca), por mencionar un caso, los propios trabajadores hacen un calendario para determinar cuándo y cuánto deben invertir de sus bolsillos para comprar las resmas de papel y la tinta de la impresora para imprimir las medidas de protección. En Maicao (La Guajira), la comisaria debe atender, ella sola, a más de 200.000 personas que habitan el municipio y buscan denunciar sus casos de violencia intrafamiliar.

“Es muy triste ver cómo el mismo Estado desprotege a los más vulnerables y en más del 80 % de los municipios de Colombia hay falencias en las Comisarías. Sin embargo, nuestra labor se sobrepone a esos problemas y buscamos la solución”, comenta Sixta.

Pero en 2024 acumuló una nueva “primera vez” a los estantes de su recorrido como Comisaría. En noviembre de ese año, el Ministerio de Justicia reconoció el trabajo de los comisarios de familia y entregó a Sixta un reconocimiento por haber dedicado su vida a la función de evitar más derechos violentados en Colombia, como se dijo al momento de entregarle el galardón. Así se convirtió no solo en una de las primeras mujeres en haber recibido una condecoración por parte de la cartera de Justicia; también pasó a ser la única comisaria en haber recibido ese homenaje en la historia del país. Los agradecimientos también han llegado desde otros espacios, como cuando la Universidad del Rosario premió la labor comisarial de Sixta, o el día en que todas las Comisarías de Familia de Bogotá hicieron un evento y le entregaron un premio simbólico por su servicio público.

Aunque faltan pocos años para llegar a pensionarse, Sixta asegura que no quisiera dejar nunca de intentar salvar vidas. Luego de 33 años, a veces piensa en lo que ha significado su carrera como comisaria. “Se siente satisfacción por ver lo que se ha logrado en el camino. Esa pequeña semilla que nació alguna vez se ha regado por todo el país. Poder ver que hay vidas que se han salvado, y que hemos hecho todo para que una familia tenga una noche en paz o para que un anciano en el ocaso de su vida lograra tener dignidad, llena el alma, y lo seguiré haciendo hasta que el cuerpo y Dios me lo permite”, concluye Sixta.

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