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“Invertirle a la inclusión financiera de mujeres es muy buen negocio”|Entrevista

Así lo afirma Daniela Konietzko, presidenta de la Fundación WWB y experta en emprendimiento y género. Con acceso a crédito y educación buscan cerrar brechas y violencias que afectan a las mujeres.

Tomás Tarazona Ramírez

02 de mayo de 2025 - 08:00 p. m.
Fundación WWB
Foto: Cortesía Fundación WWB

En la década de los 80 un grupo de pioneras en el mundo de las finanzas decidió lanzar una bola de nieve en Colombia: garantizar autonomía financiera y vidas sin violencias para las mujeres. No era un tema muy popular para la época, pero, aún así, continuaron con su apuesta de abrir espacios que habían estado clausurados para ellas en el pasado, como las finanzas. Entonces, en 1982, decidieron establecer la Fundación WWB, con el objetivo de luchar contra la desigualdad que afecta a las mujeres.

Tras 40 años de apuestas y de finanzas con enfoque de género, los resultados se empiezan a ver: empresarias acceden a créditos, municipios enteros son liderados por mujeres que le apuestan al desarrollo y con finanzas sólidas… Son, además, miles los casos de violencias que se previenen o dejan de truncar los proyectos de vida de las colombianas.

Daniella Konietzko, presidenta de la Fundación WWB, habló con El Espectador sobre esa bola de nieve arrojada hace cuatro décadas para lograr que las mujeres, que son la mitad de la población, ahora sean protagonistas de un cambio por y para ellas. Actualmente la Fundación ofrece alternativas financieras para mujeres, incluyendo créditos y capital semilla para sus negocios. Pero también se encarga de investigar, invertir y respaldar cientos de iniciativas que, a su juicio, pueden contribuir a un país sin inequidades de género ni violencia económica para sus mujeres.

El objetivo es que las oportunidades sean para las mujeres, independientemente de si son campesinas, afro, emprendedoras o cabezas de hogar y, en palabras de su directora, contribuye a reducir la pobreza de Colombia con una perspectiva de género. Su funcionamiento está respaldado financieramente por el Banco W, pero en la arena social tiene al menos 21 reconocimientos y galardones que aplauden su trabajo por contribuir a romper los techos de cristal a las colombianas.

Muy pocas veces se habla sobre finanzas y autonomía económica cuando se menciona el enfoque de género. ¿Por qué es importante hablar de esa autonomía en un país donde las mujeres aún continúan realizando las labores de cuidado y siguen siendo las que cargan las mayores tasas de desempleo?

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Para nosotras la inclusión financiera es un enfoque fundamental, pues va relacionado con la autonomía económica. Colombia es un país donde las mujeres históricamente han sido excluidas y eso se refleja en mayor medida en la ruralidad, donde el 27,8 % de hogares encabezados por mujeres viven pobreza multidimensional o una de cada tres está desempleada.

A pesar de los avances en inclusión financiera, las mujeres rurales enfrentan mayores barreras que sus pares urbanas en el acceso y uso de productos financieros. Su potencial emprendedor se ve limitado por la falta de financiamiento, la carga de las labores de cuidado y las barreras para acceder a mercados y tecnología. La brecha digital y la violencia de género, en particular la violencia económica que afecta al 95 % de las mujeres rurales, profundizan aún más esta desigualdad.

Ahí es cuando tenemos que hablar de autonomía económica, pues si bien ellas continúan haciendo los cuidados y tienen las mayores tasas de desempleo, su trabajo en el hogar equivale al 20 % del PIB del país.

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¿Cuáles son algunos retos que persisten en Colombia para superar este tipo de situaciones de inequidad y brechas de género?

Hay que entender que existen muchas brechas que a su vez están interconectadas con la violencia de género, y se requiere de un enfoque integral para entenderlas y, claramente, atenderlas. Desde nuestra experiencia hemos visto que hay un acceso muy desigual a servicios financieros. Aunque hay avances, las mujeres rurales y marginales enfrentan más barreras para tener servicios formales. Aquí estamos hablando de créditos, cuentas de ahorro o seguros. Pero los datos también nos muestran esas brechas: en Valle del Cauca, por ejemplo, el 49 % de los hombres decide individualmente sobre los gastos, mientras que solo el 39 % lo hace. Es decir que no tienen potestad sobre el dinero y las finanzas.

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También hemos detectado muchas más brechas, como la falta de financiamiento para emprendimientos dirigidos por mujeres, la carga de trabajos no remunerados, la violencia económica o, por otro caso, la brecha digital, que hace que las mujeres rurales no logren conectarse y participar en la economía digital.

Así las cosas, ¿la autonomía financiera entonces tiene una relación con acabar ciclos de desigualdad? ¿Qué decir sobre el efecto que tiene en romper ciclos de violencia?

Están muy estrechamente relacionados. Nosotras vemos la autonomía como un medio para lograr la igualdad de género y el desarrollo de un país. En el caso de las violencias basadas en género, las cifras señalan que 736 millones de mujeres en el mundo las han padecido; casi una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual al menos una vez en su vida. Y esto tiene un costo en las finanzas de los países: en Latinoamérica cuesta entre el 1,6 % y el 6,4% del producto interno bruto de los países. Eso sin hablar de los daños emocionales o de las vidas perdidas.

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La inclusión financiera es la base para la autonomía económica. Cuando las mujeres tienen acceso a estos servicios, pueden gestionar sus propios recursos, ahorrar para el futuro, invertir en sus negocios, y protegerse de riesgos económicos. Esto les permite gestionar sus finanzas de manera independiente, es la base de la autonomía económica. Y todo es un efecto dominó: cuando se logra esa autonomía, hay más poder de negociación en sus hogares, y eso lleva a romper ciclos de violencia y dependencia. Cuando las mujeres no tienen acceso a sus propios recursos y dependen económicamente de otros, pueden sentirse atrapadas en relaciones abusivas. La autonomía económica, facilitada por la inclusión financiera, les da a las mujeres la opción de salir de estas situaciones, buscar apoyo, y construir una vida independiente.

Siempre lo he dicho y me mantengo: apostarle a la inclusión financiera de las colombianas es un muy buen negocio, pues permite una lucha por los derechos de las mujeres y a la par permite que las mujeres puedan contribuir al desarrollo y sostenible. Es una fórmula de gana-gana.

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¿Cómo cambia la vida de una mujer, campesina, afro, cuando consigue o se acerca a la autonomía e inclusión financiera?

Creo que lo más valioso es conocer de primera mano los testimonios y experiencias de las mujeres que, al lograr la autonomía económica, pueden ver la vida de una manera distinta, desarrollarse como personas y apoyar, también, a sus familias. En el Pacífico hemos visto historias maravillosas de mujeres en Buenaventura, Guapi, Timbiquí y Tumaco, que nos cuentan cómo el fortalecimiento de sus capacidades, les cambia la mirada y la vida.

Hay un caso de una mujer en Buenaventura que nos dijo, por ejemplo, que su negocio se convirtió en otro luego de haber aprendido a tener autonomía financiera. Eso cambió su emprendimiento, pero también su vida.

Por eso resulta fundamental que no solo quienes trabajamos para impulsar los emprendimientos, sino también los gobiernos locales y nacionales, seamos conscientes de la urgencia de generar capacidades; focalizar acciones, estrategias y políticas públicas, medibles y replicables, que creen un círculo virtuoso, capaz de disminuir la desigualdad y mejorar las condiciones de vida de cientos de personas del país. Se requiere decisión, ampliar la visión, comprender las diferentes realidades y dimensionar el impacto de lo que se puede lograr a mediano y largo plazo.

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Usted menciona que las labores de cuidado a cargo de las mujeres son una brecha inmensa. ¿Cómo lograr que una tarea tan fundamental siga existiendo a la par garantice derechos y oportunidades?

El cuidado es uno de los temas prioritarios en la actualidad, por ello es importante aportar desde la investigación y desde los programas para que cada vez más se reconozca su valor en la sociedad. En informes hemos identificado que las mujeres ocupan el doble de trabajo que los hombres en las labores de cuidado no remunerado, lo que incide en los ingresos de sus negocios, en su calidad de vida y, a largo plazo, representa un reto que las mismas logren tener una seguridad para la vejez.

Las mujeres emprendedoras presentan el doble de intensidad de trabajo de cuidado no remunerado que los hombres; mientras ellas alcanzan 31,9 puntos, los hombres tienen 15,2. Asimismo, los negocios a cargo de mujeres obtienen en promedio 30,7 % menos ingresos en ventas que aquellos que administran los hombres. Además, son las mujeres entre 18 y 39 años las que presentan las mayores cargas de cuidado, que implica ocuparse de sus negocios, de las labores del hogar y del cuidado de los hijos y de las personas dependientes de su familia.

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Es necesario que se le apueste a la autonomía económica de las mujeres, pues permite más opciones y decisiones. Apostar por una estrategia de autonomía que tenga enfoque de género y se refiera al cuidado puede cambiar el panorama que hoy se vive en Colombia, garantizar derechos y contribuir al desarrollo económico del país.

En su experiencia, ¿la autonomía entonces es una fórmula que funciona?

Claro. La inclusión financiera con enfoque de género no se trata solo de acceso al crédito, sino de reconocer que las mujeres, especialmente en contextos vulnerables, son motores clave del desarrollo económico, social y ambiental. Cuando les damos las herramientas, los datos y el poder de decidir sobre su dinero, no solo transforman sus vidas y negocios, sino que irrigan bienestar en sus comunidades. Apostar por ellas es apostar por un país más equitativo, resiliente y próspero para todos.

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