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Usted comenzó a trabajar en Arabia después de coordinar la logística en ediciones de Latinoamérica. ¿Cómo describe el choque cultural?
El cambio me generó mucha inquietud. Primero, por el idioma, la cultura, los códigos nuevos... La posición de la mujer se ve más que todo cuando observas desde el exterior, cuando no conoces realmente el país.
El primero fue un año no muy fácil. Tenía que adaptar los programas de América Latina a una cultura que no conocía, no había establecido una buena relación con los locales porque era algo nuevo. El Dakar fue el primer evento itinerante en Arabia Saudita.
Ellos antes del Dakar recibieron la Fórmula E, pero era un evento estático. Luego llegamos nosotros con todo este problema logístico.
¿Cuáles fueron los principales problemas?
Primero, era trabajar a un ritmo que no conocía. Quiere decir que aquí todo se resuelve al instante. La anticipación es muy poca. Entonces, obviamente, cuando no conoces esos códigos, no sabes si vas a poder hacerlo o no.
Segundo, la parte de negociación también es importante. En Europa o incluso en América Latina, firmamos muchos contratos. Acá está la palabra. Si aquí te dicen “está hecho”, cuentas con eso, pero al principio no sabes. Entonces genera inseguridad. Pero cada vez progresamos más. Progresamos con ellos, trabajamos más de la mano. Tengo, por ejemplo, cuatro personas de mi equipo que son saudíes y trabajo desde hace tres años con ellos.
¿Cree que si fuera una mujer saudí podría hacer su trabajo igual a como lo hace hoy?
Pienso que podría hacerlo, pero no al 100 %. Las mujeres saudíes más tradicionales necesitan tener un protocolo diferente al que puedo tener yo. Tienen que tener un lugar reservado para dormir, más privacidad para ellas. Nosotros en el Dakar somos personas, no somos hombres o mujeres, somos personas y simplemente venimos a lo básico, que es dormir y comer.
Aquí tenemos espacios para mujeres y espacios para hombres, pero si tenemos que dormir en el desierto, yo no voy a tener ningún problema. De pronto con alguien local va a haber un punto de bloqueo, pero más de trabajo. Después, en mi día cotidiano, negociando con proveedores, hablando con patrocinadores, no habría ningún problema. De pronto, hace cuatro o cinco años había menos mujeres involucradas, pero la evolución es impresionante.
Todo depende de la tradición, si es tradicional o si es alguien que es más abierto.
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En Arabia es muy poca la participación pública de las mujeres en la sociedad, ¿llegó a acostumbrarse a esto?
Tengo la suerte de ir mucho a las pequeñas ciudades porque cuando realizo experiencias VIP voy a ciudades remotas o pueblos. Cuando voy a estos sitios en el desierto y, por ejemplo, hay una carpa, generalmente siempre hay hombres y niños, hombres, pero nunca hay mujeres mezcladas, y siempre hago la pregunta: ¿por qué?
Porque para ellos, la forma de divertirse, digámoslo así, es que van a una carpa. Se quedan dos, tres días, son solo hombres, toman café, bailan, toman té. Pero cuando yo llego, y me ha sucedido porque ven el Dakar y son muy hospitalarios, nunca he tenido un punto de bloqueo. Siempre me han recibido.
No porto un velo, no llevo burka, no llevo algo en el cabello durante el Dakar. Así que el único impacto que me genera es que veo pocas mujeres en la calle o en los lugares remotos que voy a visitar.
¿Los locales en Arabia Saudita reciben de buena forma el paso de la carrera?
El bloqueo que he tenido ha sido quizá por el idioma, no facilita la comunicación con los beduinos, por ejemplo, que son los que tienen los camellos o animales en el desierto.
Ahora tal vez nos reciben mejor, pero antes era como esa sorpresa de por qué estamos ahí, qué hacemos, quiénes somos.
En Yeda en particular les molesta porque en Arabia Saudita es un oasis y tradicionalmente era el lugar de turismo de los saudíes en invierno. Hoy la mayoría de las cosas son demasiado costosas, incluso para un saudí; han cambiado porque ya hay restaurantes diferentes. El cambio es real, aunque es un poco más tradicional en Al Ula. En Yeda fue la primera vez que vi, por ejemplo, mujeres en faldas cortas, cosas así que en realidad no he visto en Al Ula.
He visto, por poner un ejemplo, que los conductores son de Bangladés y los que sirven el té son de Pakistán. ¿Esto ocurría en Sudamérica?
En Sudamérica la mayoría eran locales, digámoslo así. Quizá de los países cercanos no había tanto. Yo pienso que es propio de aquí, que hay demanda de mano de obra que no existe acá, que viene del exterior y esos países son relativamente cercanos. Creo que están habituados. Trabajan después de mucho tiempo. Entonces fueron las primeras nacionalidades que llamé para cubrir este tipo de eventos donde se necesita demasiada gente.
Cuando se necesita gente en las cocinas o de limpieza, son los proveedores locales los que los consiguen. Nosotros damos nuestros requerimientos y son ellos quienes contactan a los proveedores. Obviamente, trabajamos juntos, pero ellos eligen con quién van a hacer la parte operacional.
