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Los pendientes de la iglesia con las mujeres

Más del 50% de las aproximadamente 1.400 millones de personas que hoy conforman la Iglesia somos mujeres. Y, sin embargo, seguimos sin estar plenamente en ella

Catalina Calderón*

24 de mayo de 2025 - 10:00 a. m.
Opinión
Foto: El Espectador

*Directora de Women’s Equality Center para Latinoamérica

Con la elección de León XIV como nuevo líder de la Iglesia católica, no solo se cierra el ciclo del primer papa latinoamericano, sino que se abre una nueva página en la relación entre una de las instituciones religiosas más grandes del mundo y la mitad de su feligresía: las mujeres. Porque sí, más del 50 % de las aproximadamente 1.400 millones de personas que hoy conforman la Iglesia somos mujeres. Y, sin embargo, seguimos sin estar plenamente en ella.

Francisco, el papa saliente, deja una herencia compleja, pero significativa. Dio pasos —algunos, apenas centímetros— hacia una Iglesia más cercana a las mujeres. Reconoció nuestro lugar en la sociedad y se atrevió, contra los sectores más conservadores del Vaticano, a hablar de feminicidios como crímenes de lesa humanidad. Nombró mujeres en altos cargos eclesiásticos y en mandos administrativos relevantes, como dicasterios y sínodos, aunque nunca dentro de la Curia Romana. Abrió la discusión sobre el diaconado femenino, sin llegar a mover los cimientos de la estructura clerical. Son avances que, aunque aún muy lejos del metro completo que anhelamos, no podemos desestimar.

En temas de salud reproductiva también hubo giros importantes en la narrativa pastoral. Francisco no cambió la doctrina, pero sí el tono. Durante la crisis del Zika, por ejemplo, defendió el uso de anticonceptivos en contextos excepcionales. En el caso del aborto, su mayor contribución fue entender que el acompañamiento debía prevalecer sobre la condena. Desde 2016, autorizó que cualquier sacerdote pudiera absolver el aborto en confesión y, lo más importante: pidió que a esas mujeres no se les cuestione ni se les juzgue, sino que se les abrace en su dolor. Un acto de misericordia que contrasta con el peso del estigma que históricamente ha recaído sobre aquellas que deciden abortar.

Pero también hay ausencias que duelen. Francisco habló mucho de las parejas, pero poco de las mujeres en cuanto a su autonomía reproductiva. Reconoció el papel de lo femenino como una “intuición” o “sensibilidad” que suelen ser más propias de las mujeres que de los varones, pero rara vez se refirió a nosotras como líderes naturales o protagonistas activas de transformación. De nuevo, dio centímetros de avance en el discurso, pero la estructura se mantuvo. A pesar de los gestos, seguimos sin ver mujeres predicar, decidir ni gobernar dentro de una institución que dice tenernos como pilar.

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Hoy, con la llegada de León XIV, lo que esperamos no es una revolución doctrinal de la noche a la mañana. Entendemos que la Iglesia católica camina al ritmo de su historia, marcada por siglos de tradición. Pero lo que no podemos permitirnos es el retroceso. En un mundo donde cada vez más líderes políticos y religiosos promueven discursos que ponen en duda nuestros derechos y libertades, la Iglesia tiene la responsabilidad —y la oportunidad— de motivar decisiones de apertura e inclusión. De continuar, aunque sea a centímetros, hacia una Iglesia más justa, más compasiva, más igualitaria.

Porque una Iglesia que reconoce a las mujeres solo como cuidadoras, pero no como tomadoras de decisiones, es una Iglesia incompleta en una sociedad empobrecida, como bien lo dijo el mismo Francisco. No podemos seguir midiendo nuestro lugar con centímetros. Ya es hora de que la Iglesia dé pasos contundentes para alcanzar el metro completo y caminarlo con nosotras

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Por Catalina Calderón*

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