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Cambió la fórmula: León XIV, el papa que apuesta por regularizar migrantes

Con su experiencia en Chiclayo, León XIV deja un modelo replicable para atender crisis migratorias: ofrece no solo asistencia inmediata, sino caminos reales de integración y dignidad. No solo se trata del asistencialismo.

Camilo Gómez Forero
16 de mayo de 2025 - 01:00 a. m.
El papa León XIV impulsó la construcción de una casa de acogida para migranes en Chiclayo, Perú.
El papa León XIV impulsó la construcción de una casa de acogida para migranes en Chiclayo, Perú.
Foto: EFE - ETTORE FERRARI
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Defender a la población migrante ha sido interpretada como una de las directrices más poderosas del nuevo papa, León XIV, para la Iglesia. Lo ha dejado claro de muchas maneras: criticando desde su cuenta de Twitter las políticas xenófobas y antimigratorias del presidente estadounidense, Donald Trump, y de su homólogo salvadoreño, Nayib Bukele; ofreciendo aliento a la población venezolana diciendo que él mismo es un migrante (su padre Louis Marius Prevost, tiene ascendencia francesa e italiana, y su madre, Mildred Agnes Martínez, ascendencia española); y recordándole al mundo las bases de la Biblia.

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Pero el papa León XIV tiene mucho más que ofrecer en materia migratoria que palabras de aliento y críticas a jefes de Estado. A diferencia de muchos líderes, él sabe qué direcciones tomar para atender las crisis humanitarias que generan las diferentes diásporas. En 2018, cuando grupos cada vez más grandes de venezolanos empezaron a llegar a Chiclayo, en el norte del Perú, el entonces cardenal Robert Prevost juntó a laicos y religiosos para trabajar unidos por una sola misión: ayudar a quien llegaba.

“El monseñor vio esa situación y me llamó, me dijo que estaba formando un equipo para enfrentar la situación”, cuenta a La Nación de Argentina Yolanda Díaz Callirgos, quien presidió la Comisión de Movimiento Humano y Trata de Personas.

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Chiclayo, una ciudad costera que históricamente ha sido punto de paso de comerciantes y migrantes del norte andino, se convirtió desde hace años en una de las principales zonas receptoras de población migrante venezolana en el país. Y ya había tenido la experiencia de ser polo receptor de una fuerte migración interna por las familias que se desplazaban desde la sierra buscando mejores oportunidades laborales o huyendo de la violencia armada.

Las parroquias de San Pedro de Lambayaque, región de la que hace parte Chiclayo, y Santa Lucía de Ferreñafe se asociaron con organizaciones como Cáritas de Perú y autoridades estatales para levantar albergues y comedores comunitarios que de inmediato adoptaron un enfoque integral. Se sirvieron, por ejemplo, menús que incluían platos típicos venezolanos y peruanos “con el objetivo de fomentar la interculturalidad y respeto por las tradiciones”.

“El monseñor y todos los que trabajaron coordinados por él han confiado en nosotros y nos han dado un espacio, tratamiento médico, nos han ayudado a tener papeles. Son cosas que uno agradece, porque te hacen sentir que por lo menos hay esperanza”, dice hoy Janniorg Gutiérrez, coordinadora de una de las casas de acogida que ayudó a montar el nuevo papa.

Además de prestar atención a las necesidades básicas como techo, alimentación y salud, León XIV también puso el ojo en el acompañamiento a la salud mental de las personas en situación de movilidad y especialmente a quienes eran víctimas de explotación sexual, luego de fijarse en el aumento de la prostitución en las calles de Chiclayo. Pero su objetivo era apuntar a una respuesta a largo plazo, por lo que se propuso buscar un camino a la regularización de la situación migratoria. Primero ayudando a las personas a tramitar permisos temporales de permanencia y más adelante a obtener su carné de extranjería.

“Él no buscaba el asistencialismo, era algo que tuvo muy marcado, que ellos no estén dependiendo siempre de una ayuda”, apunta el actual director de la Comisión de Movilidad Humana y Trata de Personas de la Diócesis de Chiclayo, Augusto Martínez.

Prevost marcó una diferencia clara al apostar por la autonomía de los migrantes, frente a la ayuda asistencial tradicional, algo que muchos en la Iglesia —y fuera de ella— aún no hacen. Este enfoque integral permite que, más adelante, las personas migrantes puedan sostenerse por sí mismas. Es el caso de Lisbeth Díaz, una migrante venezolana que cuenta que Prevost la ayudó a revalidar su título como profesora, así como el de otros ingenieros, médicos y contadores migrantes, que pudieron empezar a aportar al país también.

“Los migrantes como yo venimos desde Venezuela sin nada. Gracias a la Iglesia y a monseñor Prevost muchos venezolanos pudimos emprender pequeños negocios”, señala Díaz en la BBC. “Prevost nos concientizó un poco más y él mismo impulsó proyectos que ayudaban directamente al migrante”, agrega Noelia Ayala, otra migrante.

Esto va en la misma línea de la apuesta que hizo Colombia durante anteriores gobiernos: al multiplicar los esfuerzos para convalidar títulos escolares y universitarios y permitirles el acceso al sistema de salud, por ejemplo, las autoridades locales permiten que la calidad de vida de las personas migrantes mejore y que se integren pronto a la sociedad para que, a la vez, se contribuya a la mejora del país.

“En este momento fuerte que vivimos, sobre todo con Estados Unidos, con el tema de la migración, él va a ser un puente entre el presidente Donald Trump y él mismo va a intentar flexibilizar el tema de los migrantes”, remata Martínez, que fue nombrado como cabeza de esta comisión por el propio Prevost.

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Carlosé Mejía(19865)16 de mayo de 2025 - 09:44 p. m.
Es urgente que el nuevo papa se reúna con Trump para tratar estos temas. No vale a través de mandaderos. Hay que sensibilizar al monstruo. Cuando lo vea, empezaré a pensar que la elección de Prevost sí fue obra del Espíritu Santo, no de los cardenales de ultraderecha.
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