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En el corazón de San Diego (California), una de las ciudades con mejor calidad de vida en Estados Unidos, se despliega una mezcla única de belleza, arquitectura y cultura que ha inspirado la creación de películas como Top Gun y alberga algunas de las universidades más prestigiosas de California. Sin embargo, a menos de cien metros de distancia, surge uno de los contrastes más complejos y sorprendentes del mundo: la proximidad con Tijuana, en México, una de las áreas metropolitanas con mayor índice de violencia en los últimos años. Este contraste está marcado por un muro de acero, instalado en 2017 durante la presidencia de Donald Trump, que divide ambas ciudades.
Desde el Mall Las Americas Premium Outlet, al caminar hacia el sur, se puede ver una gigantesca bandera mexicana que simboliza un fuerte contraste arquitectónico y cultural. Detrás de ella, se destacan las tradicionales casas de un barrio latinoamericano, mientras que al otro lado se evidencia la extravagancia característica de la arquitectura estadounidense.
“Desde el punto de la frontera que vendría siendo el Mall de las Américas, se pueden ver barrios de clase baja y alta. Por ejemplo, se observa la zona empresarial, con los edificios más altos de la ciudad, que tienen vista hacia Estados Unidos y donde residen los más privilegiados. Además, se ve la zona centro, una mezcla de barrios de clase baja, algunos muy peligrosos, que coincidentemente se encuentran cerca del punto de migración entre ambos países”, explicó un mexicano que prefirió reservar su identidad.
Este testimonio, de un conductor de camión en Estados Unidos que reside en México, refleja la realidad diaria para quienes cruzan la frontera por motivos laborales. El mismo entrevistado comentó sobre la seguridad fronteriza actual: “La seguridad al momento de cruzar sigue igual que antes [de Donald Trump]. Sí, hay más oficiales, pero hay algo que se debe entender: aquellos que en verdad quieren cruzar ilegalmente no provienen de Tijuana. La mayoría son mexicanos de lugares como Culiacán y Chihuahua, donde la violencia y el desempleo son mucho mayores”.
El hombre aclaró que diariamente cruza a pie la frontera en donde posteriormente, en el sector de Chula Vista, debe recoger el camión en la empresa donde trabaja formalmente todos los días.
La realidad económica y laboral en Tijuana
Tijuana, a pesar de sus índices de violencia, se destaca como una de las mejores en cuanto a empleo, con apenas 2,5 % de desocupación en el tercer trimestre del año pasado.
Sin embargo, el salario promedio en el país es de 8.230 pesos mexicanos, aproximadamente 408 dólares mensuales, similar al salario mínimo en Colombia. Estos factores contribuyen a que muchos mexicanos busquen oportunidades laborales en Estados Unidos.
En contraste, el salario mínimo en el estado de California, a donde llegan inicialmente las personas que cruzan la frontera, es de 16 dólares la hora, lo que equivale a 2.560 dólares mensuales para alguien que trabaja 40 horas semanales. Es decir, un migrante podría aspirar a ganar seis veces más en comparación con el promedio actual del sueldo en México.
Según el Instituto de Políticas Migratorias de EE. UU., alrededor de un tercio de los inmigrantes irregulares en el país son mexicanos. Este fenómeno ha llevado a Washington a tomar medidas para mitigar el flujo migratorio.
Percepción de los estadounidenses sobre los inmigrantes
Aunque es común ver a ciudadanos mexicanos trabajando y contribuyendo a la economía de Estados Unidos, incluso si su situación migratoria no está completamente regularizada, según un estudio reciente del Pew Research Center, realizado en junio de 2024, las opiniones de los votantes estadounidenses sobre la inmigración mostraban profundas divisiones entre los partidarios de los entonces candidatos presidenciales Joe Biden y Donald Trump, particularmente sobre si los inmigrantes indocumentados deberían poder quedarse legalmente en el país.
El 59 % de los votantes registrados apoyaba que los inmigrantes indocumentados pudieran permanecer legalmente en EE. UU., con un 36 % que abogaba por la opción de la ciudadanía. Sin embargo, el 41 % de los votantes consideraba que deberían ser deportados. Este apoyo a la deportación era especialmente fuerte entre los seguidores de Trump, con un 63 % a favor, frente a solo un 11 % de los votantes de Biden.
A lo largo de los años, ha disminuido el porcentaje de estadounidenses que creen que los inmigrantes indocumentados deben permanecer legalmente en el país. En 2020, el 74 % favorecía esta postura.
Por su parte, una encuesta del mismo centro de investigación, citada por CNN también el año pasado, mostraba que el 57 % de los estadounidenses consideraba que los migrantes que llegan al país irregularmente lo hacen para cometer delitos.
Sin embargo, el mismo medio de comunicación entrevistó a varios expertos en criminología que explicaban que no existe un vínculo directo entre inmigración irregular y criminalidad.
A pesar de esto, el actual presidente de EE. UU., Donald Trump, ha venido alimentando una narrativa estigmatizante, sugiriendo, desde su campaña de 2024, que la delincuencia está incluso “en los genes” de los inmigrantes. “Está en sus genes. Tenemos muchos genes malos en nuestro país ahora mismo... han dejado que 425 mil personas vengan, que no deberían estar aquí, que son criminales”, afirmó.
Cambios en las políticas migratorias y la seguridad fronteriza
La administración de Trump llegó con políticas migratorias más estrictas, para generar un supuesto ambiente de seguridad bajo la premisa de un control más riguroso. Sin embargo, muchos ven que estas medidas no cambiaron sustancialmente la situación de seguridad o los controles actuales en la frontera.
Lo que sí es evidente es que sus declaraciones y políticas antiinmigrantes han repercutido en otras formas al estigmatizar al latino del común o efectuar deportaciones bajo acusaciones falsas o no probadas. En medio de esto, por ejemplo, se ha documentado un creciente temor de los inmigrantes a acceder a servicios sociales o médicos por el simple miedo a ser abordado por las autoridades.
¿Y la frontera? La Oficina de Aduanas de EE. UU. reportó que en febrero de este año la Patrulla Fronteriza detuvo a 8.347 inmigrantes indocumentados, lo que representa una disminución del 71 % en comparación con enero. Esta caída ha ido de la mano con una reducción en los cruces migratorios a través del Darién, con una disminución del 97 % en el tránsito de migrantes hacia el norte, según datos de Migración Panamá.
La frontera y su historia
La frontera de San Ysidro ha sido testigo de diversas transformaciones a lo largo de los años. En 1971, Estados Unidos inauguró el Friendship Park, un espacio diseñado para reunir a los ciudadanos de ambos países. Sin embargo, desde 1994 y, más intensamente, desde 2004 bajo el gobierno de George W. Bush, este parque fue dividido por una reja que luego se transformó en un muro de acero. Hoy en día, el parque es solo un símbolo del contraste entre los dos países, donde las patrullas fronterizas vigilan con frecuencia.
A pesar de la estructura divisoria, durante años el parque sirvió como un punto de encuentro para las familias que mantenían contacto a través de la reja. No obstante, este espacio también fue utilizado para actividades ilícitas, como el tráfico de drogas, lo que llevó a la prohibición del contacto a través del muro desde 2018.
Hoy en día, la frontera de San Ysidro sigue siendo un lugar donde se entrelazan los contrastes sociales, económicos, políticos y culturales. Los vehículos que cruzan la frontera muestran la mezcla de placas de ambos países, mientras que los acentos mexicanos resuenan entre la población estadounidense de la zona.
Desde el lado estadounidense, se pueden observar las calles y casas de Tijuana, mientras que el anhelo de millones de personas de cruzar esa línea en busca de una vida mejor sigue siendo palpable. Esta es, y continuará siendo, la realidad de la frontera más transitada del mundo.
“Por ahora con Trump los controles para los que cruzamos todos los días siguen estando igual que el año pasado, pero ojalá, más adelante, las familias se puedan reunir nuevamente en el muro como hace unos años. Aunque solo se podía por un rato y con la reja ahí en medio, era algo muy especial y hay mucha gente que añora ver a sus padres, hijos, abuelos o amigos, pero no pueden ya sea por la cantidad de seguridad o por miedo a la deportación”, explicó Eduardo Anez, ciudadano mexicano que reside en los Estados Unidos.
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