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El encuentro que prueba que el campo también le puede aportar a la paz

Un diálogo entre antiguos contrincantes de la guerra generó reflexiones sobre cómo el desarrollo rural es indispensable para lograr la reconciliación y la no repetición de la violencia en Colombia.

Tomás Tarazona Ramírez

25 de julio de 2025 - 08:50 a. m.
Salvatore Mancuso, César Pachón y Pastor Alape visten la “ruana de la paz”, símbolo de reconciliación. / ADR
Foto: ADR

Tras años de confrontación, violaciones de derechos y andanadas militares, llegó un apretón de manos que simboliza paz y desarrollo para el campo colombiano. En Agroexpo, la feria agropecuaria anual que se celebra en Bogotá, dos antiguos rivales de la guerra se sentaron frente a frente para demostrar que, más allá de diferencias y contrastes, tienen ideas similares para atender una de las causas que los llevó a alzarse en armas y perpetuar por décadas el conflicto en el país: el abandono en el campo.

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El pasado sábado, Salvatore Mancuso, exjefe de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), y Pastor Alape, antiguo jefe de las FARC, hicieron algo que décadas atrás era impensable: se sentaron a hablar. Por años, ambos grupos armados se enfrentaron, dejando a su paso muerte y dolor en la población civil. Pero gracias a un foro de la Agencia de Desarrollo Rural (ADR), llegó el día en que el diálogo primó sobre el tronar de los fusiles.

Los antiguos protagonistas del conflicto, quienes también se desarmaron al hacer parte de procesos de paz, charlaron con César Pachón, director de la ADR, sobre cómo impulsar el agro y el desarrollo de los campesinos brinda una solución duradera para evitar nuevas confrontaciones. La conversación se dio en medio de una tarea de la Agencia por lograr que el campo y el desarrollo económico avancen de la mano, algo que, según Pachón, se está materializando en el país.

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Opinión compartida

Entre los factores que propiciaron la guerra, uno de los principales fueron las décadas de abandono del campo colombiano y de los campesinos. Tanto Pachón, cuya misión es resolver algunas de esas fallas estructurales, como los antiguos comandantes de los grupos alzados en armas coinciden en eso. Y es que a las situaciones de pobreza y vulnerabilidad que se viven en las veredas se suma otro problema mayor: vivir en y de las parcelas no es un negocio sostenible ni duradero.

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La Comisión de la Verdad, tras miles de entrevistas, encontró una arista adicional: “El campo le da de comer a Colombia, pero el país no reconoce la precariedad de la vida en el territorio rural, donde los campesinos sufrieron desplazamientos, despojos y violaciones de derechos humanos”.

Para Pachón, los problemas y confrontaciones del pasado entre paramilitares y guerrillas deben encontrar soluciones para el futuro; de lo contrario, la deuda con el campo y la guerra se perpetuarán. “El campo también tiene voz a la hora de hablar de paz. Este encuentro de diálogo nos muestra que la reparación y la reconciliación pueden y deben estar acompañados de la transformación de los territorios rurales”, comentó el director de la ADR.

En el panel, Pachón aseguró que el campo sí puede ser un motor de paz y desarrollo económico para el país. Así lo confirma el encuentro entre Mancuso y Alape, que terminó con el compromiso de ambos por fortalecer el agro. Pero también hay ejemplos de cómo la inversión y la innovación en parcelas pequeñas o familias productoras en municipios rurales pueden contribuir a la paz. Por ejemplo, el director mencionó cómo en la región del Catatumbo (Norte de Santander), que vivió una crisis humanitaria a causa de la guerra, en enero, se ha logrado ofrecer otro tipo de oportunidades diferentes al conflicto armado. En mayo, la ADR propuso alivios financieros, compras sin intermediarios e invertir $10.000 millones en capital semilla y equipos agrícolas a cambio de sustituir los cultivos de hoja de coca.

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Sin coca, las economías ilícitas se debilitarían y, al mismo tiempo, los habitantes de la zona tendrían la oportunidad de salir del engranaje que aceita las confrontaciones armadas en la región. Eso se traduce no solo en nuevos proyectos de vida, sino en oportunidades reales para alcanzar el progreso de los municipios y, por ende, del país.

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Mancuso —que también conoce de cerca la construcción de paz y los problemas agrícolas en el departamento de Córdoba, donde comandó estructuras de autodefensas durante años—, plantea que la idea de Pachón puede solucionar décadas de problemas. “La verdadera transformación del campo exige igualdad de oportunidades; seguridad para quienes trabajan la tierra y reconocimiento pleno de la labor campesina”, aseguró.

Pero también hay retos en ese camino. Pastor Alape, que completa casi una década de haber depuesto las armas tras el proceso de paz con las antiguas FARC, enfatizó que salir del universo de la guerra también debe involucrar al campo, para ofrecer oportunidades a los excombatientes. Sin un ecosistema que les garantice mínimos de vida o alternativas distintas al conflicto, alcanzar la paz se convierte casi en una meta inalcanzable.

Aunque desafiante, sí hay proyectos que incluyen a firmantes de paz en algunos de los municipios más alejados. En el municipio de Fonseca, en La Guajira, por ejemplo, la ADR propuso saldar décadas de ausencia estatal en la región y empezar a invertir en quienes escogieron el camino de la paz. Con una inyección de $3.100 millones, hoy los antiguos miembros de las FARC han recibido maquinaria y financiación a sus productos, evidenciando que optar por el cese de hostilidades y apostarle por el campo también puede ser una vida rentable.

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Al final de la charla, Mancuso y Alape recibieron “la ruana de la paz”, que es un símbolo creado por la Agencia de Desarrollo Rural para mostrar que, si dos antiguos enemigos pueden dialogar sobre cómo solucionar décadas de problemas en el campo, cualquier otra persona puede hacer parte de ese cambio.

El conversatorio, comenta Pachón, fue un ejemplo de que “hay más coincidencias que diferencias para poder construir un país en paz; con oportunidades para los campesinos a través del desarrollo y, lo más importante, donde la guerra se acabe”.

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