Aun escasos, los datos son reveladores.
De 2023 a 2024, más de 624 niños y niñas fueron reclutados: un aumento del 228%, sumado a un 30 % de casos que nunca se denuncian. No solo los ataques a escuelas y los incidentes con minas antipersonal van en aumento, sino que la ofensiva también es digital: se han identificado más de 70 cuentas y cerca de 40 videos de propaganda “criminal” con más de 76.000 visualizaciones. Al menos 146 perfiles de este tipo siguen activos; y otras cuentas acumulan casi 100.000 “likes” y más de 278.000 visitas. Todo esto alimenta una narco-cultura digital que promete riqueza inmediata, estatus y una vida de lujos a cambio de unirse.
El problema no es solo tecnológico: hay cerca de 300,000 niños en desplazamiento y confinamiento y barreras estructurales en los municipios más afectados por el conflicto armado. Detrás hay heridas sociales y emocionales (pocas oportunidades, violencia intrafamiliar, maltrato, deserción escolar, soledad) que vuelven creíbles las falsas promesas de estatus o pertenencia que circulan en redes. Lo digital amplifica el riesgo, lo acelera y lo vuelve más difícil de detectar exponiendo a la niñez a este fenómeno que avanza más rápido que la protección.
Perturba conocer estas nuevas modalidades de captación.
Ya no es solo un actor armado intimidando a una comunidad. Es también una pantalla que engaña iluminándose a medianoche. Es un vallenato pegajoso con apología a los grupos no estatales promocionado en TikTok o Facebook o un chat por WhatsApp enamorando a adolescentes que con engaños se vinculan a estas estructuras para terminar siendo abusadas sexualmente o en el “mejor” de los casos, asignadas a tareas denigrantes.
El riesgo es mayor en territorios como Cauca, Catatumbo, Valle, Caquetá, Antioquia y la Costa Pacífica donde las redes sociales son una potencial puerta de entrada a los depredadores digitales de la guerra. La verdad es dura: Colombia se comprometió a proteger a la niñez, y como sociedad les seguimos fallando.
Por estos días, en medio del debate sobre el fallecimiento de menores en un combate en el Guaviare, vuelvo a la misma convicción:
ningún niño o niña que termine en la guerra es culpable, sin importar como llego allí. Siempre, sin excepción, es una víctima. Por esto, no podemos ignorar las nuevas formas de reclutamiento. Cada clic que atrapa a un niño es un fracaso colectivo y estamos llegando tarde a esta trampa digital que los seduce y captura. ¿Vamos a seguir permitiendo que esto siga sucediendo?
¿Qué estamos haciendo desde Save the Children?
Con base en las mejores experiencias sobre gobernanza digital, Save the Children Colombia y la Defensoría del Pueblo, instaló la Mesa Multiactor para la Prevención del Reclutamiento en Entornos Digitales, un esfuerzo sin precedentes que articula a entidades del Estado, plataformas digitales, organizaciones sociales, cooperación internacional, academia, expertos en protección y tecnología, y por supuesto, a la niñez.
Este espacio está permitiendo profundizar sobre el reclutamiento digital, identificar los mayores riesgos y patrones, mapear iniciativas existentes, establecer estándares y buenas prácticas, y construir soluciones concretas que protejan a la niñez en los entornos digitales.
La evidencia ahora nos señala que el reclutamiento no es sólo un problema tecnológico. Sino un proceso social incrustado en la desigualdad, la exclusión y la necesidad de emocional. Las respuestas que se basan únicamente en la aplicación de la ley o la censura son insuficientes. En cambio la prevención efectiva requiere un ecosistema integrado que combine medidas legales, técnicas, educativas y psicosociales
Nuestro deber es frenar esta situación antes de que capture más vidas.
¡Salvemos a la niñez colombiana de la guerra!