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Un programa integral en la sala de máquinas del Estado pretende cambiar el campo colombiano y convertirlo, a punta de inversión e innovación, en una potencia agroindustrial en la región que compita de “tú a tú” con otros gigantes del campo en el continente.
En la Agencia de Desarrollo Rural (ADR) reposan legajos de papeles sobre un programa de transformación rural que pretende solventar algunos de los problemas rurales más antiguos del país, como la ausencia del Estado, las nulas oportunidades para los productores y, como sucede ahora con la “crisis del arroz”, millones de personas que están perdiendo dinero por sus cosechas.
El Espectador habló con César Pachón, presidente de la Agencia, sobre el cronograma que tiene la entidad para lograr esa tarea que, según él, está en mora hace décadas. Pero la cabeza de la ADR tiene un as bajo la manga para lograrlo: la inversión, la innovación y, la que considera más importante, la acción por parte del organismo que maneja.
Temporada de cambios
Pachón llegó a lo más alto de la ADR en noviembre de 2024 con una tarea que, aunque en apariencia sencilla, no se ha podido concretar a cabalidad en años: hacer presencia del Estado en el campo y aprovechar el potencial para convertir a Colombia en un referente rural. Aunque varios programas en el pasado le apostaron a conseguirlo, la mayoría quedaba en “veremos” por las tácticas empleadas, falta de presupuesto o errores al llegar a los territorios. El Ministerio de Agricultura, por ejemplo, reveló en 2014 que solo uno de cada seis productores agrícolas recibían asistencia técnica que les permitiera estar a la vanguardia de sus actividades, lo que en otras palabras los dejaba anclados en el pasado y maniatados para poder competir en el mercado nacional.
Pero Pachón, junto al equipo de la ADR, propusieron cambiar el paradigma. El primer paso fue solucionar problemas cosechados hace tiempo, pero que nunca han encontrado una vía de salida: insumos básicos para funcionar, como maquinaria, capital semilla y otras herramientas que les permita impulsar su producción. En Génova, Quindío, la Agencia entregó maquinaria pesada y equipos agrícolas para que producir no fuese una tarea, sino titánica, imposible teniendo en cuenta tantos años de desatención estatal.
Eso les permitió dejar de utilizar tácticas que además de ralentizar sus trabajos, complicaban la productividad y, como consecuencia, sus bolsillos y medios de subsistencia.
Con la llegada de Pachón al equipo se fortalecieron los conocidos Proyectos Integrales de Desarrollo Agropecuario y Rural (PIDAR) que son, en otras palabras, la mano del Estado desde el 2016 para hacer presencia en el campo y cofinanciar proyectos que traen desarrollo y cierran brechas.
Con enfoques de género, territoriales e inversiones que superan los $160.000 millones, el presidente empezó a mover fichas para que el Estado, el erario y la función pública llegara a territorios históricamente desatendidos, como por ejemplo Fonseca, La Guajira. En ese municipio, por ejemplo, la ADR ofreció vientos de cambio para 64 familias de firmantes de paz y, con una inyección de $3.100 millones apoyó a que los productores del lugar pudieron asociarse, recibir asistencia técnica y acercarse hacia un modelo rural que les permita trabajar en cooperativas. La fórmula, explicada por el presidente de la Agencia, es sencilla: “Si hay inversión del Estado, transmisión de conocimiento a los productores y, además se les permite asociarse entre sí, se crea un equipo en el que cada uno de los jugadores contribuye a transformar el campo”.
Hoy son al menos 185 PIDAR que ya están funcionando en 27 de los 32 departamentos del país, lo que equivale a una apuesta que está cambiando el territorio y la historia en el 84 % del territorio.
Pero hay otros territorios en los que se necesita, más que inversión estatal, la solución de problemas de larga data, como lo son los precios injustos y la presencia de intermediarios desde que el campesino cosecha su producto hasta que es comprado en las ciudades principales por los consumidores finales. La Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), alertó que un productor en Colombia recibe, como máximo, el 40 % del valor final que paga el consumidor sobre su producto, mientras que los transportistas, centrales de distribución o revendedores se llevaban la parte más jugosa de la transacción sin haber tenido mayor protagonismo en la producción.
Pachón explica que, aunque difícil, esa figura de intermediarios también puede ser mitigada con acciones concretas desde la ADR. En el Catatumbo, por ejemplo, gestionó que la entidad comprara, con precios justos y directamente 56 toneladas de arroz producidas por ASOZULIA, una organización que congrega docenas de familias de la región. El Estado en esa ocasión eliminó intermediarios y otros factores que afectan a los productores, como la guerra en el territorio y las malas condiciones viales del territorio y les permitió obtener un precio justo sin necesidad de depender de factores totalmente ajenos al agro, como el conflicto o la infraestructura.
Otro ejemplo se vio en estas épocas de incertidumbre campesina. Para hacerle frente a la crisis del arroz, en la que sus productores denuncian la caída de los precios del grano y estar trabajando por meses prácticamente a pérdidas, la ADR llegó a un acuerdo para intermediar y exportar 1.664 toneladas del producto a Cuba y así mitigar las secuelas económicas para casi 5.000 productores en Tolima que subsisten con su actividad agrícola.
“Comprando directamente a los productores, sin intermediarios, con precios justos y rumbo a la exportación. Así garantizamos rentabilidad”, comentó Pachón esta semana frente a su estrategia de apoyar directamente a los productores.
Paso a seguir
Pachón y la ADR coinciden en que aún faltan muchos escalones para poder cumplir su objetivo, pero está la voluntad política, un equipo comprometido con transformar el agro y, lo más importante, dice el presidente, los recursos humanos y económicos para hacerlo.
Aunque ya se ven los resultados en municipios puntuales y comunidades enteras, Pachón recalca que el trabajo debe continuar, pues está convencido de que el beneficio de invertir, innovar y actuar no solo tendrá sus réditos en el campo, sino en el futuro de un país más autosuficiente, igualitario y sin deudas con sus productores agrícolas.
“Con el respaldo adecuado el campo colombiano puede convertirse en un productor de calidad y transformarse en un ejemplo de comercio, competitividad e igualdad para sus productores agrícolas”, concluye Pachón.
