Juliana creció frente a las cámaras. Se dio a conocer como ganadora de Angelitos y, poco después, su rostro se volvió familiar para toda una generación gracias a El Club 10, el magacín infantil que marcó a los niños colombianos en los años 2000. Pero ese recuerdo, aunque entrañable, ya no alcanza para describir lo que hoy representa a la cantante y actriz. El pasado 23 de mayo, llenó el Movistar Arena, uno de los escenarios más importantes del país, con un espectáculo que no solo fue una consagración musical, sino también una declaración de identidad: la de una mujer que encontró su voz, su estilo y su lugar.
Tenía apenas seis años cuando empezó a aparecer en la televisión nacional. En lugar de seguir la ruta fugaz de tantas figuras infantiles, Juliana decidió quedarse, transformarse y crecer. Pasó de cantar y bailar junto a muñecos de colores a convertirse en actriz de dramas adultos, y luego en compositora e intérprete y, sobre todo, en narradora de emociones. Lo suyo no ha sido una carrera construida desde el artificio del estrellato precoz, sino desde el trabajo constante y una autenticidad que ha sabido cultivar con el tiempo.
Actuar, cantar y contar historias propias
En la televisión dio un salto importante con papeles en producciones como La Pola, La Gloria de Lucho, Historia de un crimen: Colmenares y Pa’ quererte, en las que mostró una capacidad actoral que la alejó definitivamente del encasillamiento infantil. Sin embargo, fue en la música donde encontró un territorio propio. En Juliana (2021), su primer álbum, ya dejaba ver la sensibilidad y la claridad artística que la caracterizan: letras íntimas, melodías honestas y una estética cuidada que conectó con un público ávido de propuestas diferentes en el pop colombiano.
Ese mismo año recibió el Latin Grammy a “Mejor Artista Nuevo”, un reconocimiento que confirmó lo que ya era evidente: Juliana era una voz con algo que decir y con las herramientas para decirlo bien.

Juliana en la MGM Grand Garden Arena de Las Vegas, Estados Unidos, donde recibió su primer Latin Grammy.
En un entorno donde la industria suele premiar lo inmediato, lo viral y lo ruidoso, la bogotana apostó por lo contrario: canciones que tocan fibras, que se escuchan con atención y que apelan a quienes también están aprendiendo a habitar el presente con todas sus contradicciones.
‘La Pista’, un álbum multigénero que celebra la diversidad
El cuarto álbum de Juliana, La Pista, nace de la observación de las múltiples realidades que conviven en una misma pista de baile durante una noche. Para la artista, ese espacio es mucho más que un lugar para mover el cuerpo: es un escenario donde se encuentran historias diversas, emociones intensas y encuentros que reflejan la complejidad humana. Desde parejas en crisis hasta quienes redescubren la alegría del baile, el álbum busca capturar esa variedad de experiencias que se entrelazan al ritmo de la música.
Musicalmente, este proyecto se caracteriza por su diversidad de géneros. Juliana explora ritmos como la cumbia en La colombiana, el reguetón en Maldito reggaetón y sonidos con sintetizadores que remiten a los años 80 en San Fernando. Esta mezcla no es casualidad: responde a la intención de crear un espacio musical inclusivo, donde diferentes públicos y estilos puedan sentirse representados y encontrar su lugar.
Un Movistar Arena lleno… a su manera
El concierto del 23 de mayo fue, en palabras de quienes asistieron, un encuentro poderoso entre artista y público. Más de 14.000 personas corearon sus letras en un show cuidado al detalle, con una dirección escénica que mezcló elegancia y emoción. No hubo despliegue ostentoso, todo giró alrededor de su voz, sus historias y su conexión con la audiencia. Y funcionó. El Movistar Arena fue testigo no solo de un logro profesional, sino de un momento cultural: el de una artista que, sin escándalos ni fórmulas prefabricadas, logró convertirse en referente.
No es común que una cantante tan joven —tiene 26 años— y con apenas dos discos, llegue a ese escenario. Pero Juliana ha cultivado una comunidad que la sigue no solo por su música, sino por su coherencia. En redes sociales habla con franqueza de salud mental, de inseguridades, de procesos personales. No se muestra perfecta ni distante. Esa cercanía, sumada a su talento, ha construido un vínculo difícil de romper.
Una carrera con raíces, no con atajos
La industria musical colombiana está llena de nombres que han ido y venido. Juliana, en cambio, ha sabido resistir el ruido de la inmediatez y construir una carrera sólida, con raíces en el arte y no en el espectáculo. Su formación —como actriz, cantante y compositora— es parte de esa solidez, pero también lo es su visión clara sobre lo que quiere contar.
Hoy, después del concierto en el Movistar Arena, lo que queda es mucho más que la memoria de un show exitoso. Queda la certeza de que Juliana es una voz consolidada en la escena nacional, una figura que representa a una nueva generación de músicos y, para muchos, un símbolo de lo que puede lograrse cuando se trabaja con verdad.
Sí, alguna vez hizo parte de El Club 10, pero hoy su lugar está en una liga muy distinta. Llenó el Movistar Arena y lo hizo a su manera.
