La vida de Luis Alfonso, que cumple el sueño de presentarse este sábado 4 de octubre en el estadio El Campín ha estado llena de momentos difíciles que lo retaron. Muchos lo hicieron llorar, pero todos lo convirtieron en ‘El Señorazo’, un hombre que disfruta la música, que ama con locura a su familia y no se olvida de dónde viene.
El cantante, que conoció el mar a los 24 años, sueña con ir a Islandia con su familia. También anhela, al estilo de ‘Mi pobre angelito’, con hacer un ángel y un muñeco de nieve.
“Esto lo he soñado toda mi vida. Toda mi vida he anhelado con hacer mi primer estadio, es un orgullo, porque es en la ciudad hermosa que me vio crecer prácticamente. Antioquia y Cundinamarca me han marcado demasiado, en especial Bogotá, porque llegué siendo un niño con muchos sueños y propuestas musicales, personales y profesionales. La gente de Bogotá me ha apoyado demasiado, sabe quién es ‘El Señorazo’, el niño del barrio”.
El artista que puso de moda la “Chismofilia”; llama la atención por la forma a la que se refiere a las cosas que tiene o a las personas que ama. La explicación tiene que ver con su esencia y sus luchas. “Los diminutivos para alguna gente son como muestra de pequeñez, pero la verdad, para mí, decir la ”cita" y el “cito” es muestra de grandeza, de amor, porque me recuerda, por ejemplo, cuando estaba anhelando mi casita, y hoy, que tengo una casa gigante, que es más de lo que me esperaba en la vida, sigue siendo la casita de mis sueños, de mi amor, mi hogar, siguen siendo mis hijitos, va a ser mi esposita”.
Luis Alfonso nació en Popayán hace 31 años, en el seno de una familia muy humilde y a los 13 meses de nacido quedó huérfano de padre. “Nunca supe de lleno, de pronto, lo que fue el amor”. En su casa, humildemente, no faltaba el “arrocito” ni la “comidita”, pero esa calidez de un abrazo y el sentimiento de protección brillaron por su ausencia. “Lucho” pensaba que eso era normal, “tenía que protegerme solito, desde muy pequeñito”. Las cosas con su padrastro no marchaban bien y comenzó a ver por él mismo. “Tenía que echar pa lante, porque, o me ponía a llorar por lo que me estaba pasando en la vida, o me mostraba a mí mismo que eso no eran penas”.
Luis Alfonso tuvo mil oficios
Trabajó desde muy niño y se consiguió un carro de balineras para llevar “mercaditos” de la plaza. Dejó de estudiar en quinto de primaria y se dedicó a ayudarle a su mamá. Fue ayudante de mecánico, lechero, vendió paletas, ropa, gaseosas y tuvo un negocio de verduras. “La música siempre fue una terapia”, estuvo en el coro de la iglesia, en la orquesta Cañaverde, aprendió a tocar guitarra y siempre mezcló el trabajo duro con el canto. “Me crié en las pesebreras, porque amo los caballos, y cada que había una feria equina, me llevaban a cantar”. Tiempo después, gracias a esos eventos conoció a la mujer de su vida. “Cuando estaba niño, no vivía sino rumbeando, pero me sentía muy vacío. Al cuerpo le metí de todo, vicio, chorro, viejas, trasnocho”. Pero su vida cambió. “No sabía que era el amor hasta que conocí a la monita”. Se refiere a Luisa Pulgarín, su esposa. Se vieron, se saludaron y a él le gustó. En una Feria de Flores se armó de valor y sin mediar palabra le dio un beso. “Vamos para 10 años de matrimonio por cuenta de ese besito”, dice riendo. Ella ha sido su apoyo en los momentos difíciles, su styling y su soporte. “Doña Luisa”, como a veces se refiere a su cónyuge, y Jerónimo, Laura y Agustín, sus tres hijos, son su lugar feliz. “La mona me lo dio todo, mi hogar, mis hijos, me dio una razón para echar para adelante. Veo a esos peladitos y es como que me conectaran un cargador”.
Luis Alfonso, un hombre con alma de niño
La tierra paterna tiene un lugar especial en su corazón. Allí llegó desde Popayán buscando consolidar la carrera en la que llevaba años. “Antioquia me lo dio todo. Para mí es que es el todo de Luis Alfonso, mi familia. Allí conocí a mi esposa, allí nacieron mis hijos. Mi hija Laurita nació en el Cauca también, vive conmigo en Antioquia. Jerito nació en Antioquia, Agustín nació en Antioquia, y mi mujer nació en Antioquia. Mi felicidad. Fue una etapa linda de mi vida. Allí me empecé a ser un hombre rico, porque ya tenía un hogar que no se compra con plata. Empecé a tener un por qué luchar”. El artista que colecciona relojes y carros y luce joyas de oro, todas con un significado especial, es un hombre muy serio para los negocios y los compromisos, pero se desdobla cuando está con sus niños. “Les cuento que tengo unos hijos muy hermosos, muy amantes a los animalitos. Entonces allá (en casa) les tengo ponycitos, llamas, caballos, mulas, perros, gatos, gallinas. Ellos son felices y yo soy muy feliz viéndolos”. Junto a ellos “se resetea”, disfruta, valora y vive esos días que rescata de su infancia. “Todavía soy un niño en proceso, una persona muy feliz, muy amorosa, muy sentimental, con cualquier cosa lloro, con cualquier cosa me río. Para mi vida he sido un señor, pero ese señor todavía con esa alma de niño, que ojalá nunca se le acabe”. Esa alma, que él llama “vieja”, llena de las melodías de Pedro Infante, Miguel Aceves Mejía y Jorge Negrete, cumple hoy el sueño de reunirse con su público en “La cantina más contentosa: el festival”. “Soy el más feliz”.
Luis Alfonso, que recuerda de esos días de infancia con ‘La calandria’, de Pedro Infante o “Mazatlán”, de Miguel Aceves Mejía, hizo vibrar a Bogotá con “La cantina más contentosa: el festival”.