En medio de la tensión típica de un Gran Premio de Fórmula 1, ocurrió un encuentro tan inesperado como inolvidable: el vocalista de Black Sabbath, Ozzy Osbourne, y el piloto colombiano Juan Pablo Montoya coincidieron en el paddock del Gran Premio de Canadá, en Montreal, y se tomaron una fotografía que hoy, tras la muerte del legendario rockero, vuelve a ser viral.
Era 15 de junio de 2003. Montoya, en su mejor momento con la escudería Williams-BMW, luchaba por consolidarse como uno de los grandes talentos de la máxima categoría del automovilismo. Osbourne, por su parte, había sido invitado especial por el equipo Renault a disfrutar de la adrenalina de la F1 desde una ubicación privilegiada: el paddock, donde solo unos pocos privilegiados tienen acceso directo a los pilotos, los monoplazas y el ambiente previo a la carrera.
Según recuerdan testigos y crónicas de la época, Ozzy —con su estilo inconfundible: gafas oscuras, melena negra y actitud despreocupada— se paseaba entre los boxes con la curiosidad de un niño y la excentricidad de una estrella del rock. Fue entonces cuando se cruzó con Montoya. La escena fue rápida y caótica, como suele serlo todo en el paddock, pero alcanzó para un saludo, algunas palabras sueltas y una fotografía que ha quedado como testimonio de ese encuentro entre dos mundos aparentemente opuestos.
Todos le pedían una foto a Ozzy Osbourne...
— John W 🪙 (@ExRealJohn) July 23, 2025
Ozzy Osbourne le pidió una foto al gran Juan Pablo Montoya...
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En declaraciones posteriores, Montoya recordó el momento con humor: “Ozzy estaba más en otro planeta que acá. Era muy auténtico”. El colombiano, reconocido por su franqueza y su estilo aguerrido tanto dentro como fuera de la pista, confesó que aunque le gusta el rock, no era particularmente fanático del heavy metal. Aun así, reconoció la importancia de Ozzy como figura cultural.
La imagen, que ha resurgido en medios como El Tiempo, Semana e Infobae tras la reciente muerte de Osbourne, muestra a ambos sonriendo —cada uno a su estilo— frente a las cámaras. Montoya, con el uniforme de Williams, parece sorprendido pero cordial. Ozzy, como siempre, parece estar en su propio universo, disfrutando de la extravagancia del momento.
La muerte de Osbourne, ocurrida el 22 de julio de 2025, ha generado múltiples homenajes alrededor del mundo. En Colombia, entre los mensajes de admiración y despedida, la fotografía con Montoya se ha convertido en una pieza curiosa pero entrañable: un ícono del rock con una leyenda del automovilismo nacional, reunidos en un instante que pocos podrían haber imaginado.
Este tipo de encuentros, improbables pero mágicos, son los que alimentan la memoria colectiva del deporte y el entretenimiento. En la historia de Montoya —acostumbrado a compartir pista con campeones como Schumacher, Alonso o Raikkonen—, la imagen con Osbourne es una de esas anécdotas que resaltan no por lo deportivo, sino por lo humano y lo cultural. Dos íconos, dos trayectorias radicalmente distintas, un mismo lugar y una misma pasión por la velocidad, ya sea sobre ruedas o en el escenario.
Hoy, esa foto no solo recuerda un día singular en Montreal, sino también la universalidad de las pasiones que trascienden disciplinas. Porque al final, como diría Ozzy con su característico humor ácido, “la locura no tiene fronteras”.
