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Variel Sánchez y otros actores que encontraron su hogar a las afueras de Bogotá

Reconocidas figuras compartieron con la revista ‘Vea’ sus experiencias al dejar la ciudad: desde la tranquilidad del campo hasta los desafíos de vivir a las afueras.

Por Daniel Guerrero Aldana
21 de septiembre de 2025
Alberto Saavedra, Variel Sánchez y Gloria Gómez, actores colombianos.
Fotografía por: ITM Jose Rivera - Cortesía Variel Sánchez - Caracol Televisión

Dejar atrás la vida en la ciudad para instalarse en el campo no es una decisión sencilla, y cada quien la asume de manera distinta. Mientras algunos encuentran en ese cambio la posibilidad de vivir en calma, rodeados de naturaleza, otros enfrentan nuevas rutinas y dificultades que no siempre son visibles desde afuera.

La revista Vea reunió a cinco actores —Variel Sánchez, Gloria Gómez, Alberto Saavedra, Eduar Salas y Krystal— para conocer cómo ha sido su experiencia al dar ese paso. Sus testimonios reflejan realidades diversas que van desde la tranquilidad de una finca hasta los ajustes de quienes viven en las afueras, entre la nostalgia por la ciudad y los retos de adaptarse a otro entorno.

La vida de Variel Sánchez en La Calera

En La Calera, un municipio cercano a Bogotá, el actor ha encontrado un lugar para llevar una vida más tranquila junto a su esposa, la también actriz Estefanía Godoy, y sus dos hijos. Según él, la vida fuera de la ciudad lo mantiene “con los pies en la tierra” y le ha permitido valorar lo cotidiano: desde contemplar el amanecer hasta compartir más tiempo con su familia.

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“Yo construí mi finca con mi trabajo, con mis hijos, con mi esposa. No con las cosas que tengo. Lo que tengo vale huevo”, contó en diálogo con la revista Vea, convencido de que el verdadero sentido de su vida está en lo que ha edificado con esfuerzo, incluso en medio de frustraciones y fracasos que, según él, son parte necesaria de la formación personal.

Para Variel Sánchez, las dificultades no son un obstáculo sino un aprendizaje: “si tú no fracasas y no tienes problemas, no va a pasar nada. El fracaso hace parte y es fundamental para la vida”. Bajo esa mirada, reconoce que su decisión de mudarse y construir un hogar fuera de la ciudad ha fortalecido no solo su vínculo con la naturaleza, sino también con su familia.

“Soy un tipo humilde. Yo no soy de lujos ni de aparentar lo que no soy. Y cada día quiero vivir con menos, no con más”, agregó el bogotano de 35 años, quien dice sentirse pleno con lo que ha construido en este lugar, entre rutinas sencillas y la certeza de que la felicidad no depende de lo material.

“El campo es un maestro”: Eduar Salas

Aunque nació en Pitalito, Huila, Salas creció entre varias ciudades del país debido al trabajo de su padre en el Ejército. Ese ir y venir lo conectó desde pequeño con distintas realidades, pero también le dejó un recuerdo persistente: el amor por el campo que le inculcaron sus padres, campesinos de raíces pastusas. “Mi mamá me enseñó a amar las plantas, a amar los animales, a trabajar la tierra, a sembrar. Mi papá todo el tiempo me hablaba de los árboles, de la naturaleza”, contó el actor en entrevista con la revista Vea.

Aunque en Medellín tuvo la oportunidad de vivir un tiempo y de sentir más de cerca la vida rural, fue en Bogotá donde consolidó su carrera como actor. Allí trabajaba y residía junto a su pareja, hasta que la pandemia los llevó a replantearse sus rutinas. “Vivíamos en un apartamento y dijimos: qué rico vivir en el campo. A ella también le sonaba, y no quería tomar esa decisión solo”, recordó. La idea se concretó en La Calera, donde encontraron en una cabaña un hogar lleno de aprendizajes y la posibilidad de sanar procesos personales.

En ese nuevo entorno, Eduar Salas descubrió otra forma de relacionarse con la comunidad. Junto a sus vecinos, por ejemplo, participó en la construcción de más de 400 metros de placa huella para mejorar el acceso a la vereda. “Aquí se nota mucho el valor de lo vecinal, de la unión de la gente. Yo fui a echar pala, a mezclar cemento, a mover la carretilla de arriba abajo. El campo también se volvió mi método de entrenamiento”, dijo, convencido de que las artes marciales —su otra pasión— pueden practicarse en cada labor cotidiana.

El actor reconoce, sin embargo, que no todo ha sido fácil. La movilidad hacia Bogotá es uno de los principales retos de vivir a las afueras: los horarios del transporte público son limitados y la vía principal suele colapsar. Aun así, asegura que este obstáculo lo ha hecho más consciente de la importancia de administrar su tiempo. “La montaña es un maestro, el campo es un maestro”, concluyó, convencido de que esa vida, lejos del ruido urbano, lo acerca a la calma que siempre buscó.

Lo bonito y lo duro de vivir en Guasca, según Gloria Gómez

Gloria Gómez, primera actriz y pionera de la televisión colombiana, decidió cambiar Bogotá por el campo en 2018. Tras toda una vida en la capital, se mudó con su esposo a una finca familiar en la vereda Canavita, entre Tocancipá y Sopó, y allí vivió varios años hasta que en 2024 se trasladaron a Guasca.

La decisión estuvo motivada por dos razones: la venta del terreno familiar y la transformación de Tocancipá, que dejó de tener el encanto rural para convertirse en una zona industrial. “Había bodegas de todo por ahí, ya no era tan grato. El transporte pesado era fuerte, a las cuatro de la mañana sonaban todas las mulas pitando y a veces era insoportable”, recordó en diálogo con la revista Vea.

Con esa mudanza también nació un emprendimiento junto a su esposo. La actriz, recordada por producciones como Don Chinche, Un largo camino, El último matrimonio feliz y Pasión de Gavilanes, encontró en la cría de gallinas ponedoras una alternativa para mantenerse activa. “Yo no soy la vendedora de rosas, sino la vendedora de huevos”, dijo entre risas. Aunque ahora no pueden tener los animales en su propio terreno, cuentan con la ayuda de una mujer que las cuida y a quien le pagan por ello, mientras ella se encarga de limpiar y empacar los huevos que su esposo transporta.

Entre los aspectos positivos que destaca de vivir en Guasca está la tranquilidad, la seguridad y la sensación de pueblo que aún conserva el lugar. “Aquí todavía se respira ambiente de pueblo y eso es delicioso. Además, la gente es muy querida y generosa”, aseguró Gloria Gómez, quien disfruta del mercado local de los domingos, donde productores de la región ofrecen mermeladas, vinagres y verduras frescas sin químicos: “Hay una señora encantadora que, aunque yo le compre poco, siempre me regala una lechuga o alguna otra cosita”.

Pero no todo ha sido fácil. El transporte sigue siendo el gran obstáculo. Los trayectos a Bogotá pueden tardar hasta dos horas en momento de alta afluencia, y los domingos la vía por La Calera se complica con la cantidad de ciclistas. Esa distancia también impacta su trabajo teatral, una de sus pasiones más grandes. Si bien ha podido sumarse a proyectos de manera virtual, el montaje presencial de las obras resulta extenuante. “No puedo, a esta edad, pasar dos horas y media en el tráfico, ensayar cuatro horas y volverme. Llego agotada y sin tiempo para descansar. Eso me duele, porque me encanta estar en escena”, confesó.

Por esa razón, a veces opta por quedarse en casa de sus hermanas en Bogotá cuando tiene funciones. Hace poco presentó una obra en un festival cultural en Tocancipá, experiencia que calificó como “muy bonita”. Sin embargo, también ha tenido que declinar invitaciones a otros proyectos por lo complejo de los desplazamientos. Así, entre la calma de Guasca y las dificultades de estar lejos de la ciudad, Gloria Gómez vive un contraste que refleja lo que significa mudarse al campo: una vida más tranquila, pero no exenta de sacrificios.

Kristal y un sueño cumplido

La actriz paisa, recordada por su participación en Darío Gómez: El rey del despecho, contó que su relación con el campo nació en la infancia, cuando tras la muerte de su padre su familia se trasladó a La Ceja, Antioquia. “Yo veo las fotos y los videos de esa conexión tan bonita que teníamos y de los juegos: todos íbamos a buscar naranjas en los árboles, a coger guayabas. Teníamos actividades muy diferentes. Pero ya volvimos otra vez a la vida a la que estábamos acostumbrados y creo que uno termina por normalizar que esa es la vida y que así tiene que ser”, aseveró en su charla con Vea.

Ese anhelo de una vida campestre regresó años después, esta vez junto a su pareja, el comediante Camilo Pardo (conocido también como ‘El Mago’), con quien decidió mudarse a una casa en La Calera. “Cuando llegamos a ver la casa no lo sentimos tan grave, aunque quedara a las afueras, porque igual en Bogotá todo es lejos. La pareja de dueños nos encantó. Según ellos, nosotros fuimos los únicos en ir a ver esa casa, nadie más”, añadió.

Ese sueño de “la casita” no nació de la nada. Antes de mudarse, Kristal y Camilo Pardo tenían en su antiguo apartamento un muro negro en el que dibujaban con tiza sus anhelos: “Hacíamos muñequitos de palitos, en una isla, en una pasarela. Dibujábamos una casita porque ambos queríamos volver a vivir en una casa. En ese muro dibujamos esa casita con nosotros y la gatita, aunque lo veíamos como algo muy lejano, para cuando estuviéramos viejitos”.

Incluso su gata, Mía, vivió el cambio y eso para ambos ha sido muy importante. “En los apartamentos nunca la dejaba salir porque me parecía exponerla. Aquí ha tenido más libertad. Conoció por primera vez el pasto, sentirlo con sus patitas, recibir el aire en la cara. Fue muy lindo verla descubrir eso. Ahora la dejamos explorar más y le pusimos un dispositivo para saber dónde está y medir su actividad física”, concluyó.

Alberto Saavedra y las dificultades de su vida fuera de Bogotá

El actor confesó que nunca se imaginó viviendo fuera de la ciudad. “Siempre fui un hombre muy citadino. Nunca estuvo en mis planes irme al campo”, admite. Sin embargo, hace unos seis años las circunstancias lo llevaron a tomar esa decisión: tuvo que vender su casa en Bogotá por motivos económicos y se trasladó a un municipio cercano: “Acá los servicios son mucho más económicos. La vida es más llevadera en cuanto a temas de economía, entonces para mí fue mucho más sencillo venir hasta acá”.

Aunque reconoce que le gustaría volver a Bogotá, Alberto Saavedra dice que todo depende de las circunstancias. Esa distancia también ha influido en su carrera en el teatro. “He tenido que alejarme de mis raíces artísticas: el teatro. Resulta que la producción de estas obras requiere mucho tiempo en la ciudad, estar todos los días, y casi nunca las productoras están dispuestas a pagar un transporte ida y vuelta. A veces se complica porque los ensayos terminan muy tarde y no hay forma de regresar”, mencionó.

Ese cambio, según el conocido actor, significó también aprender a valorar un ritmo de vida distinto. Aunque está en un municipio cercano, esto lo obligó a alejarse del movimiento constante de la capital: “No fue algo que yo hubiera planeado, pero con el tiempo uno entiende que estos lugares también tienen cosas buenas. Aquí la vida es más tranquila, menos acelerada, y eso también termina siendo un aprendizaje”.

Pese a la nostalgia que a veces le produce la ciudad, Alberto Saavedra reconoce que su presente está marcado por esa dualidad entre lo que dejó y lo que encontró. “Si me preguntas si quiero regresar a Bogotá, te diría que sí, pero también dependerá de las oportunidades y del contexto. Mientras tanto, aquí estoy, tratando de aprovechar lo que este lugar me ofrece”, afirmó.

Alberto Saavedra, actor colombiano.

Alberto Saavedra, actor colombiano.

Fotografía por: Cortesía ITM Jose Rivera
Daniel Guerrero Aldana

Por Daniel Guerrero Aldana

Periodista y comunicador social egresado de la Universidad Central con máster en Innovación Social. Escribe sobre entretenimiento, con enfoque crítico y sensibilidad por las historias que conectan con la gente.nguerrero@elespectador.com
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