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El Chapulín que cruzó fronteras: así fue la conquista global de ‘Chespirito’

Chespirito nunca tuvo una estrategia global. No hubo marketing ni campañas de expansión. Su éxito se propagó de boca en boca, o mejor dicho, de antena en antena.

Por Redacción Vea
28 de junio de 2025
Luego que Florinda Meza confirmara el regreso a la televisión de los programas de ‘Chespirito’, se conocieron detalles de la transmisión en Colombia.
Fotografía por: Instagram @lavecindaddechespirito

Por décadas, millones de niños en América Latina se sentaban frente al televisor a la misma hora, en ciudades separadas por miles de kilómetros. Todos veían al mismo niño pobre vestido con gorra con orejeras y camiseta de rayas. No importaba si estaban en Bogotá, Ciudad de México o Lima. Era El Chavo. Era Chespirito. Y todos lo sentían suyo.

En un pequeño departamento de São Paulo, una mujer de 40 años recuerda cómo en los años 80 no había día sin que su familia viera “Chaves”. Así conocían en Brasil a El Chavo del 8, doblado con acento local, convertido en una institución cultural que ha perdurado por generaciones. “Mis hijos también lo ven ahora”, dice entre risas. “Es algo que uno hereda”.

La historia se repite en países tan distantes como Chile, Perú, Guatemala e incluso en naciones tan inesperadas como Rusia o Marruecos. Lo que comenzó como un modesto sketch cómico producido por Televisa en 1971 se convirtió, con el paso de los años, en un fenómeno global. Roberto Gómez Bolaños, el hombre detrás del traje rojo del Chapulín Colorado y el corazón grande de El Chavo, jamás imaginó que sus historias, basadas en la simpleza, la ternura y el absurdo, se convertirían en exportaciones culturales de México al mundo.

El fenómeno sin fronteras

Chespirito nunca tuvo una estrategia global. No hubo marketing ni campañas de expansión. Su éxito se propagó de boca en boca, o mejor dicho, de antena en antena. En los años 80, mientras las cadenas latinoamericanas buscaban contenidos familiares y económicos, el humor blanco de Gómez Bolaños se convirtió en un oasis entre telenovelas dramáticas y noticias violentas.

En Brasil, se calcula que más de 100 millones de personas han visto sus programas desde su primera emisión en 1984. En Bolivia, llegó a ser más popular que las propias producciones locales. En Argentina, Uruguay y Paraguay, era un clásico de la televisión abierta. En Estados Unidos, tuvo un seguimiento fiel entre la comunidad hispana a través de Univisión y Galavisión.

Pero no se detuvo ahí. En Rusia, los episodios de El Chavo fueron doblados y transmitidos en la televisión nacional. Incluso hay registros de su emisión en Turquía y países del Magreb. ¿Cómo logró conectar con públicos tan diversos? La respuesta parece sencilla: la universalidad de su humor.

“El Chavo representa la inocencia, la amistad, la torpeza humana. Es un niño que quiere encajar, que se equivoca, que llora, que ríe. No importa de qué país seas, todos fuimos ese niño alguna vez”, explica el sociólogo mexicano Gerardo Rodríguez.

Humor sin pasaporte

A diferencia de otras comedias que dependen del contexto cultural o político, los programas de Chespirito se basaban en situaciones cotidianas y emociones primarias: el hambre, el juego, el amor no correspondido, el miedo. Su fórmula tenía algo de teatro de barrio, de mimo, de clown, de picaresca, y por eso era tan adaptable.

A nivel de producción, sus escenarios eran básicos: un patio, una escuela, una vecindad. Pero en ese minimalismo estaba su fuerza. Las actuaciones exageradas, los gags repetitivos, los diálogos simples y los personajes entrañables hicieron que hasta los errores técnicos se volvieran parte del encanto. Para muchos, El Chavo es la primera experiencia con el humor absurdo.

Los doblajes también jugaron un papel clave. En Brasil, por ejemplo, se modificaron los nombres y se adaptaron modismos. “Seu Madruga” en vez de Don Ramón; “Dona Florinda” por Doña Florinda. Lejos de distanciar al público, esto creó una conexión más local. En cada país, Chespirito fue adoptado como propio.

Herencia inmortal

En 2020, los programas de Chespirito dejaron de transmitirse por televisión debido a una disputa por los derechos entre Televisa y la familia Gómez Bolaños. Fue un golpe para millones de fans, que vieron desaparecer de la pantalla al personaje que los había acompañado toda su vida.

Pero lejos de apagarse, su legado continuó en redes sociales, plataformas de streaming, memes, cuentas de fans y convenciones. Las frases como “¡No contaban con mi astucia!”, “Fue sin querer queriendo” o “¡Eso, eso, eso!” se repiten incluso entre jóvenes que nunca vieron los programas en su formato original.

“Chespirito ya no es solo un personaje, es parte del ADN cultural de América Latina”, dice el crítico de televisión argentino Pablo Román. “Es como una lengua común. Si dices ‘El Chavo’, todos entienden de quién hablas, como si fuera un primo lejano”.

El héroe humilde que conquistó el mundo

Roberto Gómez Bolaños murió en 2014, pero su funeral fue transmitido en vivo en más de diez países. Miles asistieron con disfraces de El Chavo o del Chapulín, en un acto que parecía más una celebración que una despedida. La imagen de su ataúd entrando al Estadio Azteca mientras sonaba la música del programa infantil quedó grabada en la memoria colectiva del continente.

Y así, sin más poderes que un corazón noble y una antenita de vinil, el Chapulín cruzó fronteras. Chespirito, con su humor sin malicia, con su ternura sin límites, logró lo que pocos artistas han conseguido: unir a pueblos enteros con una risa compartida.

Porque al final, todos, sin importar el idioma o el país, sabemos lo que es vivir en una vecindad que a veces duele, pero siempre termina con una carcajada.

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