Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Algunos de los factores que contribuyen al éxito de muchas empresas son la identificación de necesidades y la forma en la cual proveen soluciones a las mismas. Airbnb es un ejemplo de esto.
Su historia se remonta a 2007, cuando, en medio de un congreso de diseño, los hoteles de la ciudad no eran suficientes para satisfacer la inusual demanda que se presentaba por aquellos días, un problema que los fundadores de Airbnb, Brian Chesky y Joe Gebbia, transformaron en una oportunidad.
Lo que hicieron estos empresarios fue ofertar lugares para hospedarse por medio de Airbedandbreakfast.com y así conseguir sus primeros clientes. Los huéspedes que lograron en aquella época hoy hacen parte de los más de 260 millones que han registrado en toda su historia, aproximadamente la quinta parte de la población de China.
A partir de ese momento, esta empresa emergente comenzó a escalar en el mercado con su misión de crear un mundo en el cual todos puedan sentirse como en casa al momento de viajar, teniendo a la fecha una cobertura que abarca más de 65.000 ciudades distribuidas en 191 países.
Con una presencia de mercado notable, la empresa pareciera estar alistándose para entrar a cotizar en bolsa, según rumores que han circulado en medios como The New York Times.
Esta teoría está sustentada en el reciente nombramiento de Kenneth I. Chenault, presidente ejecutivo de American Express, como el primer miembro independiente de la junta directiva de Airbnb. Este tipo de cargos suelen ser los pasos previos para diseñar una IPO (oferta pública de acciones).
De ser así, este podría ser un año muy interesante para el mercado de acciones de empresas de tecnología, pues Airbnb se sumaría a Dropbox y Spotify en su intención de entrar a la bolsa. Las tres pertenecen al selecto club de los unicornios: compañías con valoraciones por encima de los US$1.000 millones. El valor público de la aplicación de hospedajes está por encima de los US$30.000 millones, Dropbox supera los US$10.000 millones y Spotify orbita los US$9.000 millones.
Ahora, la entrada a bolsa tiene, claramente, ventajas y desventajas. Por un lado, es una de las formas más rápidas de acceder a más capital, lo que a su vez permite expandir el negocio, invertir en nuevos segmentos y, a veces, repartir dividendos entre los inversionistas privados. Pero, por el otro, también amarra a una compañía al escrutinio público y la volatilidad del mercado, que a veces se puede mover con rumores, no con hechos.
En un momento dado, Facebook comenzó a recibir una serie de críticas que prontamente se convirtieron casi en un mantra del mercado: la compañía no lograba capitalizar su éxito en el terreno móvil. Lo siguiente que vino fue la compra de Instagram y Whatsapp por un valor combinado de US$20.000 millones, dos acciones que parecieron enteramente motivadas por el afán de los inversionistas, no tanto por las cifras duras y crudas. La periodista Sarah Lacy lo resume de esta forma: “En un mundo en donde el capital de inversión no fuera el sistema circulatorio de la industria, las mejores compañías privadas deberían seguir siendo privadas”.
Cabe resaltar acá el ejemplo de Dell, compañía que entró al mercado público de acciones para luego devolverse al terreno privado de la mano de su fundador, Michael Dell.
Hospedaje familiar y problemático
Lo que hace diferente a Airbnb, al compararlo con el servicio que normalmente puede prestar un hotel, es que entre las ofertas de la plataforma los usuarios tienen la oportunidad de hospedarse en lugares inusuales, como castillos y casas construidas en árboles, entre otras locaciones fuera de lo común.
La aplicación también le permite a la gente ofertar un espacio de su casa, o la casa entera, con el fin de hospedar a los interesados y así ganar un dinero adicional. Esto ha permitido que la aplicación registre más de cuatro millones de anuncios en todo el mundo.
Al igual que sucede con Uber, esta posibilidad le ha abierto frentes de batalla con reguladores y comunidades en prácticamente todo el mundo: el mercado y la legislación existen para lidiar con el hospedaje clásico, no con el nuevo modelo de “todos podemos ser un hotel”. Por ejemplo, en Barcelona (España) es común encontrar letreros en las ventanas de barrios turísticos con mensajes contra Airbnb. En Colombia, muchos edificios han encontrado problemas para controlar la entrada y salida de “residentes temporales” de apartamentos dedicados a la renta en esta plataforma.
Justo esta semana terminó con una noticia que sienta un precedente para empezar a zanjar otra de las controversias alrededor de Airbnb. Los trabajadores de las cafeterías que sirven en las oficinas de la empresa en EE. UU. se unieron al sindicato United Auto Workers. Según Bloomberg, “la relación entre empresas y sindicatos suele ser tensa, pero la noticia de la UAW es una especie de golpe maestro para Airbnb. La empresa viene luchando contra los sindicatos en otras partes y a la vez buscando una organización sindical a la que pueda aliarse”.