Después de 600 correos y miles de kilómetros pude rehacer mi vida gracias a internet

En El Espectador queremos explorar, con nuestros lectores, cómo la tecnología está redefiniendo la forma en que nos relacionamos. Si quiere hacer parte de este experimento puede mandarnos su historia a npiza@elespectador.com.

David
23 de abril de 2017 - 08:23 p. m.
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Después de casi 20 años de matrimonio y un hijo, me diagnosticaron como bipolar. Ya para ese entonces toda mi vida (llena de tranquilidad y sin mayores problemas) se había ido a pique.  Llego la separación, el tratamiento, terapia y todo lo que la enfermedad conlleva.

Hace cuatro años, una noche de viernes, sentado en mi estudio con mis cuatro perros, me puse a pensar si quería quedarme solo es resto de mi vida. Esto, a los 55 años puede sonar aterrador y al final me dije que no era lo que deseaba. (Lea "Comer bueno, pasar el tiempo y cambiar la vida: una historia de Tinder")

Ya en ese momento tenía conocimiento de varias páginas para encontrar personas que buscaban "su media naranja".  Después de una rápida búsqueda me decidí por eharmony. ¿Por qué? Sencilla la razón en el caso mío:  multiculturalidad.

Me di a la tarea de responder un cuestionario de más de 1.000 preguntas y de crear un perfil estrictamente apegado a lo que he sido. Sólo pasaron unos pocos días y empezó una avalancha de peticiones para contactarme.  Americanas, australianas, suecas, neozelandesas, panameñas, inglesas y hasta chinas.  Vaya revuelto.

Mi primer contacto fue con una australiana, que tenía un doctorado en astronomía. Poco a poco se fue desarrollando una comunicación muy interesante, conversábamos de todo tipo de temas, dese lo banal hasta lo profundo.

Un día los contactos se detuvieron, esperé y esperé y nada.  Un mes después, en vísperas de un viaje nuevamente me buscó.  

Me fui a pescar y retomé mi búsqueda. Regresé al país un mes después y un día recibí una petición de contacto.  Me llamo la atención y respondí.

Cuatro meses y 600 correos después nos encontramos en un país neutral. Vino una semana conviviendo, la inevitable separación, un año de viajes de ambos, de acá para allá, y en ese momento tuve que tomar la mejor decisión de mi vida: dejar Colombia, “familia”, 25 años de vida en el país y mudarme.

Hoy vivo feliz y nuevamente tengo familia gracias a la red. Sin ella no hubiese sido posible todo esto.  Si a mí me cambió la vida con 55 años, ¿a cuántas personas más jóvenes, o incluso con más edad, les podría suceder algo similar?

No hay que temer, tan sólo saber decantar y analizar con cabeza fría. Y lo más importante:  las nuevas tecnologías agilizan procesos, pero jamás van a reemplazar la parte humana, la esencia de cada persona.

Por David

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