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Ahora que los políticos estadounidenses saben que Facebook no puede impedir que actores maliciosos lo utilicen para influir sobre la opinión pública, la red social está haciendo todo lo posible para evitar un trato regulador más duro. Pero no debería poder zafar con tanta facilidad: debe admitir que es verdaderamente una empresa de medios y aceptar la responsabilidad legal por el material que publica. (Vea "¿Las empresas de tecnología deberían ser medios de comunicación?")
Como parte de la campaña preventiva de Facebook, que ya llevó al máximo responsable, Mark Zuckerberg, a prometer más transparencia y más control humano en el área de publicidad de la empresa, la directora de operaciones, Sheryl Sandberg, concedió la semana pasada a Axios una entrevista en la que entonó un mea culpa. “No sólo pedimos disculpas”, dijo. “Estamos enojados, estamos molestos. Pero lo que realmente le debemos al pueblo estadounidense es determinación”.
Sin embargo, acto seguido devaluó esa declaración contundente al seguir afirmando que Facebook no es una empresa de medios: somos esencialmente una compañía de tecnología; contratamos ingenieros. No contratamos reporteros, no hay un solo periodista, no cubrimos la información.
En respuesta a esto, la revista Wired publicó una guía útil para que los ejecutivos sepan si la suya es una empresa de medios, empezando con una deliciosa pregunta digna del Capitán Obvio: “¿Son la fuente de noticias más grande del país?”. Luego continúa repitiendo datos conocidos sobre Facebook --vende anuncios junto a contenido, contrata moderadores, censura determinados tipos de contenido, encarga a proveedores de contenido que creen productos originales, etcétera-- que colocan a la empresa directamente en la categoría de medios. Solo me queda agregar que Facebook no necesita contratar (o pagar) a periodistas para producir periodismo: lo hacen gratis para los gigantes de los medios sociales. Tampoco hace falta llamar a alguien que produzca contenido como periodista. Las palabras cambian poco en cuanto a la naturaleza de la producción.
En los Estados Unidos, la principal razón por la que Facebook no quiere ser una empresa de medios pese a la evidencia abrumadora de que sí lo es, es la Ley de Decencia en las Comunicaciones de 1995. Esta protege a “los proveedores de servicios informáticos interactivos” de la responsabilidad por el contenido que transmiten si no es directamente producido por ellos. Facebook y Twitter no existían en 1995, de modo que la ley fue pensada en gran medida para proteger al servicio de internet y a los proveedores de hosting en la web. Es justo: son tan responsables por el contenido como los productores de pulpa y papel o los vendedores de periódicos. Facebook no debería gozar de la misma protección, empero.
Gracias a la Primera Enmienda, es sumamente difícil armar un ataque judicial contra los productores de noticias falsas en los EE.UU. La justicia ha sido reacia a restringir la expresión de la manera que fuere, y es más difícil que en la mayoría de los países probar que un medio de comunicación o una persona publicó a sabiendas información difamatoria. Pero incluso dentro de este entorno legal, a veces es posible luchar, como lo hizo el fabricante de yogures Chobani, contra el teórico de la conspiración, Alex Jones, quien afirmó que la empresa había sido “atrapada importando inmigrantes violadores”. Jones aceptó un acuerdo en relación con su responsabilidad en el juicio y pidió disculpas. (Lea "Los gigantes de la tecnología: de salvadores a amenazas")
Hoy, si esa información potencialmente difamatoria se publicara en una plataforma como Facebook o Twitter, esta no sería responsable de ningún daño. En los medios, sin embargo, se puede responsabilizar tanto al medio en cuestión como al periodista. En esto precisamente, la regulación de los medios sociales tiene que cambiar.
Hacer que Facebook sea directamente responsable de todo lo que publica sería tal vez ir demasiado lejos, pero no por las razones que plantea Facebook. La empresa afirma constantemente que no puede vigilar el océano enorme de contenido que producen sus miles de millones de usuarios. Es un argumento mal fundamentado; atraer a cientos de millones de redactores no remunerados y negarse a editarlos porque son demasiados no habría eximido de responsabilidad a otro medio informativo. No obstante, en la práctica, el objetivo de toda nueva regulación no debería ser sepultar a Facebook y sus rivales en juicios: tendría que haber una manera de permitirles hacer una transición para sobrevivir como empresas de medios legítimas.
Tal vez sería una idea mejor hacer responsables a Facebook, Twitter y otras empresas solo en los casos en que el productor original del contenido ofensivo no se puede rastrear. Tomemos el caso de una “troll farm” –una organización que crea conflicto y perturbación con comentarios deliberadamente provocadores--, que puede armar una serie de cuentas y páginas falsas para difundir contenido dañino. A Facebook le cuesta mucho localizar esas cuentas y páginas aun cuando sus poseedores en realidad pagan los avisos. Si no hay dinero que cambie de manos, la tarea se vuelve aún más ardua. ¿Y si Facebook pudiera ser demandado como editor de calumnias si no proporcionara un querellante con la buena fe de un potencial demandado?
Yo supongo que, a diferencia de lo que ocurre hoy, se esforzaría diligentemente por garantizar que la gente siguiera su política declarada: “Los usuarios de Facebook suministran sus nombres e información reales”, las cuentas múltiples están prohibidas y un usuario suspendido no puede abrir una nueva cuenta sin autorización. A Facebook le corresponde decidir cómo lo haría; hay muchas maneras de garantizar que todos los usuarios sean personas reales responsables de lo que publican para que vean todos. (Lea "Snapchat: ¿de plataforma tecnológica a medio de comunicación?")
Un incentivo para identificar adecuadamente a los usuarios también resolvería el problema de la transparencia publicitaria que es, no obstante, menos importante que la trazabilidad de los mensajes públicos hasta autores específicos. Si Facebook, en contra de sus propias normas, quiere brindar anonimato en nombre de algún ideal elevado como dar voz a los disidentes, debería estar preparado para pagar por eso, llegado el caso --un emprendimiento loable que un seguro sobre responsabilidad de los medios podría cubrir.
Si del escándalo de Rusia puede salir algo bueno, debería ser un campo de juego parejo para los medios y un reconocimiento de que publicar información trae aparejadas responsabilidades. Ingenieros o no ingenieros, los directivos de Facebook son tan capaces de asumirlas como los gerentes y periodistas de medios.