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La filosofía Nintendo de Satoru Iwata

El fallecido presidente de Nintendo impulsó una visión bajo la cual el mundo de los videojuegos llegó a nuevos públicos que quizá jamás habían tocado un producto de estos.

Santiago La Rotta
14 de julio de 2015 - 12:59 a. m.
EFE / EFE
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 En marzo de 2005 Satoru Iwata dio un largo discurso durante la Game Developers Conference, uno de los eventos más importantes de la industria de los videojuegos: “En mi tarjeta de presentación soy el presidente de una corporación. En mi cabeza soy un desarrollador de juegos. Pero en mi corazón soy un jugador”. Sus palabras se convirtieron en una especie de introducción para la leyenda de un hombre que, a la cabeza de Nintendo, se la jugó siempre por una partida más interesante y a la vez más arriesgada.

En la misma línea de Shigeru Miyamoto, el creador de Mario Bros, Iwata se puso del lado de una perspectiva de los videojuegos en la cual el entretenimiento es algo para repartir entre todos los miembros de una familia: la consola como el lugar de conexión de todos en una casa, como una pieza de tecnología que se ofrece a personas que generalmente no juegan.

Siguiendo esa línea, Iwata impulsó la introducción del Nintendo DS, un dispositivo móvil que ofrecía dos pantallas al jugador y que, antes de su introducción, fue duramente criticado por esta característica. Esto fue en 2004 y, hasta hoy, la consola portátil sigue siendo la más vendida en su segmento, con más de 150 millones de unidades en manos de los consumidores, por encima incluso del Game Boy, fabricado en 1989 por la misma empresa.

Al año siguiente, aún con Iwata como presidente de Nintendo, la compañía lanzó el Wii, una máquina ciertamente inferior en términos de procesamiento de gráficos, una consola menos poderosa que las fabricadas por Sony y Microsoft, pero que para mediados de 2007 había vendido más unidades que sus dos rivales juntos. El Wii es visto por muchos como una especie de encarnación de la filosofía de Nintendo y, en últimas, de la de Iwata: la máquina acercó el acto de jugar a nuevas generaciones de jugadores, padres que quizá crecieron bajo el estigma de que los videojuegos eran un desperdicio de tiempo. Se estima que se vendieron más de 100 millones de unidades de esta máquina.

Iwata, el visionario. Pero sobre todo, Iwata, el hombre fiel a una visión. Ambas cosas son tan poderosas como riesgosas, pues preservan todo un paquete ideológico y de valores que permitió que Nintendo dominara el mercado en la época del Wii y el DS, pero que hoy parece haber llevado a una racha de malos resultados en ventas y que, además, atrasó la entrada de la empresa en el mercado de los juegos para teléfonos celulares y tabletas.

La idea de Nintendo fue siempre que la fabricación de su propio hardware les permitía a sus productos explorar posibilidades que a veces contradecían la dirección general de la industria, que en términos de consolas se ha concentrado en aumentar, casi exponencialmente, el poder de procesamiento de las máquinas. Por esto, la introducción de sus juegos en tabletas o celulares no sonaba como una apuesta deseable, pues se perdía entonces el control de lo que se podía lograr creativamente en la unión entre el dispositivo adecuado y el juego adecuado.

En esa encrucijada, Nintendo fue quizá uno de los grandes pesos de la industria en abstenerse continuamente de entrar al mercado móvil, que hoy ha transformado de manera drástica el panorama de los videojuegos. Se estima que el año pasado los ingresos de los juegos para tabletas y celulares estuvieron cerca de los US$15 mil millones, mientras los de los juegos portátiles (usados en consolas móviles) fueron de US$4.000 millones.

Este cambio de estrategia se suma al desarrollo de un proyecto llamado NX, que es la siguiente versión de su consola, y cuyos detalles Iwata había prometido entregar el próximo año.

Con la muerte de Iwata, la compañía queda en manos de Genyo Takeda y Miyamoto, al menos temporalmente. Ambos son desarrolladores de juegos y entienden, en últimas, de qué se trata la visión de Nintendo, un asunto que quizá parezca algo anticuado, pero que, de fondo, tiene tanto carisma como verdad.

Durante una ronda de malos resultados financieros, derivados de las bajas ventas del Wii U, Iwata fue presionado por sus inversionistas para recortar personal y así reducir las pérdidas. Keith Stuart, periodista especialista en videojuegos, recuerda lo que respondió entonces el ahora difunto presidente de Nintendo: “Si reducimos el número de empleados para mejorar el desempeño financiero a corto plazo, la moral de los trabajadores bajará. Sinceramente dudo que empleados que teman ser despedidos sean capaces de pensar en juegos y en ideas que puedan impresionar al resto de la gente en el planeta”.

Satoru Iwata, una vida:

Nació el 6 de diciembre de 1959.

Estudió Ciencias de la Computación en el Instituto de Tecnología de Tokio.

En 1983 escribió el código para su primer juego comercializado: Super Billiards.

Para esta época trabajaba en HAL, un laboratorio de desarrollo de videojuegos que elaboró varios proyectos en conjunto con Nintendo.
En 1993, se convirtió en el presidente de HAL.

A los 41 años, en 2000, fue contratado directamente por Nintendo, como jefe de la división corporativa de planeación.

En 2002 fue nombrado presidente de la compañía por el anterior ejecutivo en el cargo, Hiroshi Yamauchi.

2004 marcó el año del lanzamiento del Nintendo DS.

El Wii llegó al mercado en 2005. Ambos proyectos fueron impulsados por Iwata.

Por Santiago La Rotta

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