Después de meses de mensajes cruzados y desencuentros, todos muy públicos, entre Elon Musk y Twitter pasó lo que algunos dijeron que iba a pasar desde el principio: la compañía quedó un poco a la deriva luego de que el hombre más rico del mundo comenzara a bajarse del caballo de comprar la red social. O al menos a intentarlo.
Primero, una recapitulación rápida: en abril de este año, la junta directiva de Twitter aceptó una oferta de compra del total de sus acciones (que se negocian públicamente en la bolsa) por parte de Musk. El trato establecía un precio de US$54,20 por acción, lo que equivale a unos US$44.000 millones. De cerrarse la transacción, la red social pasaría a ser una compañía privada.
Pero el viernes de la semana pasada se conoció que Musk se estaba bajando del bus que él puso en movimiento hace meses. De acuerdo con el hombre más adinerado del planeta, Twitter incumplió el trato al negarle información sobre las cuentas fantasma (bots), entre otros aspectos. El abogado de la compañía le respondió este lunes diciendo que “Twitter no ha incumplido ninguna de sus obligaciones en virtud del acuerdo (…) y se reserva todos los derechos contractuales, legales y de otro tipo, incluido su derecho a hacer cumplir específicamente las obligaciones de las partes de Musk en virtud del acuerdo”.
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Para este punto, lo único que pareciera cierto es que los ganadores del momento serán grupos de abogados corporativos de élite, porque lo que sigue es una batalla legal que podría tomar meses de costosa litigación. Y de nuevo en la mitad queda el futuro de una empresa que no pareciera terminar de levantar cabeza.
¿Qué viene para Twitter?
Las acciones de la compañía cayeron un 10 % extra en Wall Street, como abrebocas de una pelea en la que parece que no está en juego solo la venta de la empresa, sino casi que su existencia misma. Un analista de mercados, citado por la agencia AFP, describió todo el escenario de esta forma: “Esto comenzó como un show circo y está terminando como un circo”.
El comportamiento en la bolsa refleja, justamente, la incertidumbre por el futuro de una red social que, a pesar de ser casi un sinónimo de la experiencia en línea para millones de personas, no tiene el mejor registro financiero, con pérdidas operacionales durante casi toda su existencia.
Si bien los títulos de la compañía subieron cuando se anunció el acuerdo de compra, desde finales de abril, poco después de que Twitter aceptara la oferta de Musk (dueño de Tesla y cabeza de SpaceX), las acciones han perdido un tercio de su valor, de acuerdo con datos recopilados por Bloomberg. Esto, de nuevo, tiene que ver con el escepticismo y, de frente, la perspectiva negativa que fue envolviendo a la compra debido a los roces constantes del multimillonario con el equipo directivo de Twitter.
Si el empresario pierde la demanda que se avecina tendría que pagar unos US$1.000 millones, según una cláusula incluida en el contrato que fue redactado cuando la compra fue aceptada.
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Pero el punto acá es que US$1.000 millones podrían no ser una tabla de salvación para la compañía.
En un principio, la junta directiva intentó resistir la compra por parte de Musk utilizando una táctica conocida como píldora envenenada. Pero a los pocos días terminó por aceptar el trato propuesto por el billonario. De acuerdo con información divulgada por el diario The New York Times, la junta no recibió más ofertas de compra. En otras palabras, nadie más quería llevarse a Twitter.
Y esto resulta elocuente, de cierta forma, cuando el comprador no solo es uno de los mayores críticos de la compañía, sino que abiertamente ha dicho que su modelo de negocio no funciona. Entre los planes de Musk para Twitter estaba una quintuplicación de los ingresos de la empresa para 2028 (US$26.400 millones), así como un crecimiento de más de 700 millones de usuarios en ese mismo plazo (931 millones).
Lo otro que Musk haría con la compañía era rediseñar su visión alrededor de la libertad de expresión, de cierta forma.
Y este es uno de los aspectos más problemáticos de todo el escenario. Parte de lo que Musk dice que haría con Twitter es algo así como liberar el potencial de la plataforma como una herramienta de la libertad de expresión. Esta línea de argumentación es curiosa, cuando menos, porque pareciera señalar hacia una cierta represión y censura que, en boca del hombre más adinerado del mundo, no termina de cuadrar para algunos.
“De la misma forma como el señor Zuckerberg (fundador de Facebook) se recuesta en la ‘libertad de expresión’ para justificar los flujos de información corrupta e impulsar la extracción de datos, el señor Musk se presenta en el escenario con la misma retórica”, escribió en su momento Shoshana Zuboff, profesora emérita de la Escuela de Negocios de Harvard e investigadora en temas de privacidad e información digital.
De acuerdo con información que han hecho pública algunos empleados de Twitter, el único alivio posible en medio de la función de circo es que los planes de modificar las políticas de moderación de la red para acomodarse a la visión de libertad de expresión de Musk quedaron detenidos.
Y esta parece ser una buena noticia, de no ser porque la propia supervivencia de la compañía quizás esté en entredicho.
Lo que viene será una pelea legal en la que puede que no haya un ganador claro, sino daños para todas las partes, incluyendo para un servicio que ya forma parte del paisaje en internet.