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Hace unos años me pasó esta historia que comparto con ustedes.
Con un grupo de amigos estábamos intentando hacer empresa. Nos organizamos como equipo y ahí íbamos haciendo nuestros pinitos. Apenas un par de años antes nos habíamos graduado de la universidad. Otros quizá llevaban un poco más de graduados. (Lea más historias de la vida digital)
En búsqueda de la proyección de esa figura de empresarios y todo eso, una de mis amigas, y socia en el proyecto, se le ocurrió experimentar con algo que Facebook había implementado recientemente: vincular las cuentas de correo usadas en Messenger (sí, el clásico de Microsoft) con Facebook. No estoy seguro de cuál era su intención en ese momento. Creo que se trataba que desde Msn o Facebook pudiéramos chatear entre nosotros, en un grupo o algo así.
El asunto es que se había creado un grupo en Mesenger para quienes éramos socios del proyecto y así podíamos charlar de cosas que nos interesaban de trabajo entre todos: nos enviábamos e-mails a ese correo grupal y era muy cómodo para las cuestiones laborales y uno que otro detalle más (a veces enviábamos algún meme, o chisme).
Luego a mi amiga se le ocurrió vincular su correo personal de Hotmail y el Mesenger a Facebook y, pecado, conectó el correo de grupo de trabajo a un perfil de Facebook que hizo con el nombre de la empresa que estábamos intentando cimentar. Y no nos avisó.
Un día después de que hizo esto, yo llevé un sobre con documentos para una convocatoria en la que participaba nuestra empresa y, para avisarles a los demás que había hecho esto, mandé un correo al grupo de trabajo-Hotmail-Mesenger contando una pequeña historia exageradísima de lo difícil que había sido la vuelta (fácil en realidad) en tono jocoso y alegrón. Horror.
Un amigo me habló por Mesenger en la noche y me preguntó qué era ese cuento que publiqué en Facebook. Cuando fui a verlo, no encontré la publicación por ningún lado, pues ya mi amiga lo había borrado. Básicamente, ese chiste privado, que le envié a mis amigos íntimos, terminó como un comentario en el perfil de Facebook que mi amiga creó para la empresa. Una amiga de ella se había escandalizado con mi comentario y le dijo que por qué divulgábamos nuestras malas prácticas profesionales, así que mi amiga eliminó todo y desvinculó las cuentas y el perfil.
Si mi amigo no me hubiera comentado que vio el comentario, ella no hubiera dicho nada y seguramente cualquier persona con acceso al perfil de mi amiga, a la página de la empresa o a mi perfil, incluyendo posibles contactos de negocio y clientes, me miraría como un criminal, sin que yo supiera muy bien por qué.
Ahora uso muy poco Facebook, comento aún menos y siempre trato de cuidarme en salud con eso de las redes sociales.