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De acuerdo con algunas proyecciones, se espera que Colombia esté 100 % conectada a internet en unos 20 años.
Esta perspectiva invoca inmediatamente algunos cuestionamientos, que no son de poca monta, como ¿con qué tipo de conectividad se logrará eso? ¿Quiénes aún no están conectados?, ¿qué hacen mientras tanto?
Estas son el tipo de preguntas que hace Carolina Botero, directora de la Fundación Karisma, una organización que ha impulsado un proyecto conocido como Red Kimera, que lleva conectividad digital a lugares rurales, especialmente en entornos educativos. La iniciativa también ha estado apoyada por el Centro Internet y la Sociedad de la Universidad del Rosario y Wikipedia Colombia.
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En pocas palabras, la Red Kimera permite crear un servidor local en el cual se pueden almacenar y consultar contenidos (usualmente utilizando herramientas de acceso libre), pensado para instituciones educativas con poco o ningún acceso a internet debido a dificultades o ausencia de conectividad.
La solución, que comenzó a ser ideada hace unos 20 años y ya fue puesta en marcha, en sus primeras etapas, para 2016 en una comunidad educativa de Popayán.
En ese primer caso, el problema era que el internet de la escuela dependía del de un batallón del Ejército y la conexión no siempre era fiable. La escuela había recibido una donación de tabletas del Ministerio de las TIC; pero sin conectividad, estos dispositivos operaban más como un pisapapeles caro que como una herramienta educativa.
La solución, entonces, fue convertir el computador de la profesora en un servidor, en el cual se podían almacenar guías de estudio y otros materiales educativos que, a su vez, podían ser descargados por los estudiantes. Al ser un servidor local, se eliminaba la necesidad de tener una conexión a internet constante y estable, pues el trabajo podía hacerse fuera de línea con los estudiantes (una vez los materiales estuvieran cargados en el servidor).
Este desarrollo presenta una serie de ventajas que lo hacen perfecto para ser usado en multitud de comunidades. Por un lado, emplea herramientas de software libre, lo que le hace el quite al pago de licencias o costos asociados al uso de programas de computador. Esto no es poca cosa, pues el acceso a software puede ser una talanquera para instituciones educativas con recursos escasos.
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Por otra parte, se vale de herramientas que ya están en el terreno: no se necesita crear ni instalar nueva infraestructura (más allá de tener el equipo que funcionará como servidor), pues el despliegue de contenido se hace con los dispositivos que ya tienen los hogares. Esto es una ventaja estratégica en un país en donde hay más teléfonos celulares que habitantes.
La falta de conectividad es un problema de fondo en el engranaje de la educación en Colombia. A su vez, el entorno educativo es uno de los motores o frenos para fenómenos como la pobreza multidimensional en el país. Por ejemplo, en el punto más duro de la pandemia, en 2020, la falta de acceso a internet generó un aumento del 25 % en la inasistencia escolar rural, que estaba ampliamente relacionado con la falta de conectividad a internet, según datos del DANE.
Por otro lado, en 2022, el índice de pobreza multidimensional bajó 3,1 % a escala nacional; su mayor descenso anual en la medición del indicador, y llegó así al 12,9 % para el resultado nacional, según el DANE. Uno de los principales motores de esta recuperación fue la mejoría en el indicador de inasistencia escolar que, a su vez, estuvo impulsado por el regreso a la presencialidad, pero también por las mejoras en conectividad (especialmente en la ruralidad).
La Red ha sido implementada, hasta el momento, en algunas locaciones de departamentos como Cundinamarca, Córdoba, Tolima y La Guajira. En este último, los servidores han sido desplegados en unas 20 escuelas y, además de contenidos educativos regulares, también han sido utilizados para reforzar la enseñanza y aprendizaje del wayuunaiki, lengua propia de la comunidad wayuu.
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“Cuando la pandemia llegó y los colegios tuvieron que cerrar, un rector de Fresno (Tolima) hizo un mapa de calor de en donde estaban sus estudiantes veredales, tomó los dos computadores que tenía en la biblioteca de la escuela y los llevó a casas de familias que fueran un punto de encuentro para esos alumnos. Y así el servidor se convirtió en un lugar para recibir y entregar las tareas, lo que ayudó a continuar con la educación y disminuir el desplazamiento de los profesores y chicos”, cuenta Botero.
Una de las cosas que Botero destaca del proyecto es que en cada lugar adquiere una forma distinta, sirve un propósito diferente, aunque con una causa común: cerrar brechas de acceso a contenido en un país que aún lucha por cubrir a todos con internet.
La más reciente implementación del servidor se dio de la mano de la organización Utopía, que está utilizando la Red para conectar a una comunidad de mujeres rurales productoras. “Todas tenían computadores en sus casas, pero sin internet eran como máquinas de escribir. Con el servidor han comenzado a compartir conocimiento y los PC comenzaron a ser usados por sus hijos para hacer tareas también”, finaliza diciendo Botero.
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