Egan Bernal o la parábola de los escarabajos colombianos

Tributo a la esencia de los ciclistas de este país, a los aficionados que los han seguido día y noche, a los que siempre creyeron en el verdadero deporte nacional.

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Nelson Fredy Padilla Castro *
27 de julio de 2019 - 04:07 p. m.
Sábado 27 de julio de 2019: El colombiano Egan Bernal se da cuenta que ya conquistó el Tour de Francia, la hazaña por la que pedalearon allí los escarabajos desde los años 80. / AFP
Sábado 27 de julio de 2019: El colombiano Egan Bernal se da cuenta que ya conquistó el Tour de Francia, la hazaña por la que pedalearon allí los escarabajos desde los años 80. / AFP
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Como millones de colombianos, crecí en los años 70 viendo a mi padre con el oído pegado a la radio, emocionado hasta las lágrimas con los triunfos y desventuras de Martín “Cochise’” Rodríguez y “El Cóndor” Álvaro Pachón. De su mano conocí en persona a la siguiente generación de héroes del pedal en el circuito del Parque Nacional, en Bogotá, mientras disputaban la Vuelta a Colombia o el Clásico RCN; Rafael Antonio Niño, un larguirucho del altiplano cundiboyacense -como Egan Bernal- que se cansó de ganar vueltas a Colombia; José Patrocinio Jiménez, el gran escalador que pasó primero la cumbre del Tourmalet en el Tour de Francia de 1983; Alfonso Flórez Ortiz, un santandereano en el que no muchos creían hasta que ganó la Vuelta a Colombia y el Tour del Porvenir en Francia (1980), el primer gran triunfo de “los escarabajos colombianos” en Europa después del campeonato mundial de pista que había ganado ‘Cochise’ en los setenta. (Así se convirtió Egan Bernal en líder del Tour de Francia).

En mi casa no faltaba la revista Mundo Ciclístico, de don Héctor Urrego Caballero, el mismo pionero del periodismo especializado (antes lo fueron detrás del micrófono Carlos Arturo Rueda y Julio Arrastía) al que mi papá oía desde las carreteras europeas, durante horas y horas por RCN Radio, el mismo que todavía oímos dichosos a través de Antena 2 por los triunfos de Egan y Nairo Quintana. Junto a mi padre poníamos el despertador a las 3:00 de la mañana -cada uno el suyo para estar seguros, ¡y nos despertábamos solos a las 2:30!- para no perdernos ni un minuto de las gestas de los escarabajos en los Alpes y en los Pirineos, y su sufrimiento en los tramos de pavé, que lo sentíamos como nuestro. (Rigoberto Urán: "El triunfo de Egan es de todo el país").

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Después encendíamos el televisor, mi mamá y mis hermanos al lado, y se nos erizaba la piel viendo a campeones como Lucho Herrera luciendo la camiseta de los puntos rojos del mejor escalador, viendo a escarabajos como Fabio Parra con la camiseta de Café de Colombia, luchando contra los vientos cruzados en el plano, retando a leyendas del deporte como el francés Bernard Hinault en las cuestas. ¿De qué están hechos estos muchachos? De hambre, talento y perseverancia. Basta recordar esa imagen de Lucho cruzando primero en Saint Étienne, con el rostro sangrante luego de sufrir una caída en esos descensos suicidas del Tour. Inolvidable su victoria en la Vuelta a España en 1987, como la de Nairo en 2016. El mismo Nairoman campeón del Giro de Italia 2014. Están hechos de lo que llevó a ser campeones mundiales a Santiago Botero, Fabio Duarte, Edwin Ávila, María Luisa Calle. De lo que ahora permite que el máximo sueño sea una realidad: un colombiano, Egan Bernal, campeón del Tour de Francia.

Décadas de alegrías y tristezas como el accidente de Mauricio Soler cuando iba a ganar la Vuelta a Suiza 2011 -superó un estado de coma de casi un mes- o el de Sergio Luis Henao a kilómetros de ganar una medalla olímpica en Río de Janeiro en 2016. Aplausos para ellos. Una sumatoria de caídas y superaciones, de disciplina, humildad y ambiciones familiares -porque el ciclista colombiano ya no es el aficionado del siglo XX, pero tampoco es el profesional egoísta del siglo XXI-, que llevaron al ciclismo colombiano a la cima mundial del deporte. Esa humanidad es la esencia del escarabajo que captó en 1955 Gabriel García Márquez en sus crónicas sobre el múltiple campeón de la Vuelta a Colombia, Ramón Hoyos Vallejo.

Con razón mi papá me repite, esta vez más que nunca, que el verdadero deporte nacional es el ciclismo, así el fútbol nos confunda. Con razón Egan Bernal dijo en Francia que su triunfo es algo tan increíble que es para llorar de alegría. Un niño de 22 años de edad es el mayor símbolo de los escarabajos que salieron a conquistar el mundo, como ese pequeñín de La bicicleta de Sumji, al que el novelista israelí Amos Oz pone a recorrer Jerusalén mientras pedalea, sueña y realiza conquistas.

El británico Geraint Thomas, campeón del Tour 2018, reconoce la historia del ciclismo colombiano y exalta el “talento fenomenal de Egan”, el producto del país necesitado que avanza en dos ruedas, de una filosofía de vida. Una convicción que interpretó mejor el escritor uruguayo Horacio Quiroga, fundador del Club Ciclista Salteño, cuando dijo: “El gran atractivo de la bicicleta consiste en transportarse, llevarse uno mismo, devorar distancias, asombrar al cronógrafo, y exclamar al fin de la carrera: mis fuerzas me han traído”. Otro británico, el filósofo H.G. Wells, fue más allá: “Siempre que veo a alguien encima de una bicicleta recupero la esperanza en el futuro de la raza humana”. Amén.

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* Editor dominical de El Espectador.

Por Nelson Fredy Padilla Castro *

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