Pedaleando rumbo al Tour, con Nairo Quintana

El bloguero de El Espectador Nicolás Borrás compartió un entrenamiento con uno de los mejores ciclistas colombianos, favorito en la Grande Bouclé. Con cuatro colombianos, arranca este sábado la edición 106.

Nicolás Borras - Especial para El Espectador
05 de julio de 2019 - 02:43 a. m.
El bloguero Nicolás Borrás recorrió 100 kilómetros al lado de Nairo Quintana, antes de que partiera para el Tour. / Cortesía
El bloguero Nicolás Borrás recorrió 100 kilómetros al lado de Nairo Quintana, antes de que partiera para el Tour. / Cortesía

El entrenamiento es esencial en la vida de un ciclista. Incontables horas se acumulan sobre la bicicleta contra lluvia, viento o calor, en un ritual sagrado que se repite día tras día, sacrificando momentos especiales con los amigos o con la familia. (Egan Bernal y Geraint Thomas, las dos flechas del Ineos en el Tour de Francia)

Haber hecho una entrevista sobre la bici, durante más de cuatro horas y por más de 100 kilómetros, subiendo y bajando por la geografía del departamento de Boyacá, es lo que la hace especial. Junté mis dos pasiones, el ciclismo y el periodismo, en un diálogo con el pedalista más importante de la historia del país. Y fue de la manera más auténtica posible: sobre la bicicleta.

Un día nos reunimos en Tunja. Eran cerca de las nueve de la mañana. Estar frente a una persona a la que le tengo una admiración tan grande es difícil de explicar. Nos saludamos y de inmediato empezamos a rodar. También crucé palabras con Winner Anacona, su compañero en el equipo Movistar, quien lo acompañaba.

En los primeros kilómetros apenas asimilaba la idea de que iba a rueda de ciclistas que entre los dos suman 20 grandes vueltas, pero también empecé a comprender la enseñanza más grande de ese día: ellos también son de carne y hueso. Lo que los hace diferentes no es ninguna condición especial, sino el sacrificio y el trabajo duro.

La mayoría de la gente que nos cruzábamos los reconocía. Muchos quieren una foto y un saludo, a veces incluso parando el tráfico. Algunos se les acercan peligrosamente mientras entrenan e intentan responder a todos los saludos.

Cuando llevábamos 15 kilómetros de recorrido, Nairo tuvo un pinchazo. Nos detuvimos a la orilla de la carretera y en los 10 minutos que se tardó en despinchar al menos 15 ciclistas pararon también en busca de una foto. Para un aficionado, esto no tiene valor.

(Los candidatos a ganar el Tour de Francia 2019)

Cuando llegamos a Paipa pasé al frente con Nairo y empezó una charla que se extendió hasta el regreso a Tunja, en donde casi nos caemos por culpa de un transeúnte que pasaba la calle sin precaución. Por fortuna lo esquivamos y nadie tocó el piso.

Emocionado, yo soltaba preguntas y con cada respuesta me quedaba claro que ese ciclista que recibe críticas porque no gana, porque no ataca, lo entrega todo cada día, sin importar si llueve, si hace demasiado calor. Sobre su bicicleta deja cada caloría en la carretera.

Cuando hablamos sobre el Tour de Francia que está por comenzar, respondió con un certero “van a pasar cosas bonitas”. Y en cuanto a la situación en su equipo, es innegable que ya no existe la armonía que existió en el pasado.

Al conocer el inmenso trabajo que hay detrás de sus victorias y los muchos sacrificios que hace, resulta más difícil juzgarlo por un resultado. Desde 2013 ha terminado en el top 10 de al menos una gran vuelta y ganado dos de ellas, una constancia que muy pocos ciclistas tienen, sobre todo esos que jamás han estado involucrados en casos de dopaje.

¿Qué opina de las críticas recientes que dicen que su estilo es muy conservador?

Cada uno sabe lo que tiene y lo que puede dar, y no por hacer felices a los demás vamos a hacer ignorantadas, como a veces digo. Sabes hasta dónde puedes llegar, hasta dónde puedes gastar. Muchos quisieran que Nairo atacara y ganara las carreras con diez minutos de ventaja, pero hay rivales y los rivales hacen lo mismo.

¿Cuál es su victoria favorita?

Mi victoria favorita es la del 20 de julio en el Tour de Francia de 2013, aunque hay muchas que he ganado con categoría. En Italia, las de las Tirreno; la del País Vasco en España. Hay muchas que han sido tan bonitas y muy especiales.

¿Cuál ha sido el podio más difícil de conseguir en una carrera de tres semanas?

Fue cuando gané el título en el Giro de Italia, en 2014, porque estaba muy enfermo y luego nos encontramos en un día con muchísimo frío, y estaba con alergias, ya me había venido una gripa. Había un debate sobre si se subía el Stelvio o no se subía. Era muy peligroso porque había sitios con más de cuatro metros de nieve en los costados de la carretera. Yo les decía a los compañeros y a los periodistas que la quería subir porque era una buena oportunidad y era un ascenso que me gustaba mucho. Al otro día amaneció lloviendo, nevando, y todos en el pelotón estaban pesimistas. Yo era el único que quería que la etapa se mantuviera con su recorrido original y así se hizo. Fue realmente duro, sufrimos mucho, pero al final se dio la recompensa.

En la Vuelta a España que ganó, mi etapa favorita fue la del Formigal. ¿Qué anécdota recuerda de ese día?

Todos estaban cansados del día anterior y yo les daba mucho ánimo a los compañeros. Era una jornada corta, salía algo más tarde y todos estaban indecisos en ir a reconocer la salida. Me les adelanté, escondiéndome a ver si iban a buscarme para ir a conocer la salida, que era muy difícil, con un duro repecho. Estaban que renegaban y nada que me encontraban. Los hice subir todo el repecho. Luego nos regresamos y nos acomodamos en la salida, siempre adelante. Cuando vi que la guerra comenzó, vi a Contador con las ganas de ataque y ahí fue que salí cerca de él y se hizo el famoso corte con el que sacamos la diferencia necesaria para ganarle a Froome y al Sky.

¿Y qué recuerda del Tour de 2013, subcampeón en su debut?

Cuando iba líder de los jóvenes teníamos a un corredor que estaba trabajando para intentar ganar la etapa del Mont Ventoux. El Ettix no nos respetaba la posición y quería estar delante de nosotros porque tenían unos corredores que ellos creían que me iban a ganar, y ahí tuvimos una guerra, tuve que hacer un derrape, una frenada en una recta como a 70 kilómetros por hora para hacer respetar al equipo y, claro, cuando el pequeñito les cruzaba así la bicicleta hasta los más grandes lloraban: que no, que por favor no lo hiciera que nos dejaban la posición, pero que no lo volviera a hacer. Fue algo peligroso, pero desde ese día nos ganamos bastante respeto en el pelotón.

¿Cuál es la clave para mantenerse en la élite?

Es el reflejo de todo el trabajo que se ha hecho, del profesionalismo, del saber cumplir a quienes nos han contratado y de representar bien a un país. Hay que llevar el patriotismo en el corazón y tratar de hacer lo mejor. Ese orgullo y que la gente salga y lo apoye a uno hace que nosotros demos lo mejor. Por eso hemos podido estar en la lucha en todas las carreras.

¿Cuál ha sido su momento más feliz y el más triste sobre la bici?

Tengo muchos felices, tal vez el Tour de Francia de 2013, que nos ha dejado marcados a muchos, que lo empezamos y terminamos bien. El más triste, cuando me caí en la Vuelta a España y tuve que retirarme cuando iba de líder. Ver a mis compañeros en la televisión desde el hospital fue duro.

¿Qué consejo les da a los jóvenes que siguen sus pasos?

Si les gusta el ciclismo, que lo hagan bien, que no se engañen: háganlo con gusto y con amor por la bici y sean felices sobre ella. Sean constantes y sean sinceros.

Por Nicolás Borras - Especial para El Espectador

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