Desde épocas remotas se han usado las aguas termales como espacios para socializar y obtener numerosos beneficios para la salud. Hoy, por encontrarse en maravillosos escenarios naturales también se han convertido en destinos turísticos a los que muchas personas llegan buscando liberar tensiones.
Mejorar la presión sanguínea y la oxigenación o tratar enfermedades reumáticas, respiratorias y de la piel son apenas algunos de los usos terapéuticos de estas aguas que brotan del suelo con temperaturas entre los 5 y los 150 °C, y que por sus características geológicas de origen, magmáticas o telúricas, pueden ser halladas en cualquier territorio alrededor del mundo.
Colombia es una de las fuentes de aguas termales más importantes del planeta, albergando espacios que se ubican a lo ancho y largo del país, que permiten un contacto directo con la naturaleza y una experiencia renovadora.
Las termales más conocidas están en Santa Rosa de Cabal, en Risaralda; Paipa, en Boyacá; Rivera, en Huila; Paratebueno, Machetá o Chocontá, en Cundinamarca, y Puracé, en el Cauca, donde las pequeñas cascadas, piscinas naturales y cámaras de vapor volcánico forman parte del paisaje y prometen una estancia muy lejos del estrés de la vida cotidiana.
La industria turística que se ha desarrollado alrededor de estos pequeños paraísos ofrece otras opciones como alojamiento y alimentación con precios que, en su mayoría, no son exagerados. Visitar las termales, tomar un baño y disfrutar de las bondades de sus tibias aguas llenas de minerales se convierte en una llamativa alternativa para no dejar pasar en Semana Santa.