Han pasado casi dos siglos desde que el ejército de Simón Bolívar emprendió su viaje en busca de la libertad de la Nueva Granada. Un recorrido que abarcó cinco territorios del país cuyas características geográficas eran radicalmente distintas y le impondrían retos al Libertador en su valiente causa: Arauca, Casanare, Boyacá, Cundinamarca y Bogotá.
Todo comenzó en mayo de 1819, después de que Bolívar decidiera partir de Venezuela hasta Bogotá para emprender una lucha de 77 días para liberar a la Nueva Granada, un anhelo que se agudizó el 20 de julio de 1810 con el episodio del Florero de Llorente.
En junio de 1819, Bolívar se encontró con Francisco de Paula Santander en Tame (Arauca), para sellar una alianza que consistiría en que más de 4.000 hombres partieran rumbo a Bogotá para enfrentar las tropas españolas que estaban a cargo del coronel José María Barreiro.
De ahí en adelante, la historia ya la conocemos: las batallas de Paya, de los Andes, del pantano de Vargas y, finalmente, la de Boyacá, que terminó con la ejecución de Barreiro y 37 oficiales españoles sobrevivientes. Luego de la derrota, el virrey Juan de Sámano huyó rumbo a Cartagena, mientras que Bolívar arribó a Santa Fe de Bogotá.
Cada uno de los lugares por donde pasaron las tropas alberga monumentos, objetos y edificaciones que invitan a conocer o recordar cómo ocurrió ese momento histórico. Aunque seguir la ruta completa es algo complicado, es posible descubrir estos territorios a través de circuitos por los departamentos.
Una forma de hacerlo es a través de la Alianza Turística Ruta Libertadora, diseñada por instituciones públicas, empresas privadas y agencias de viajes. El primer circuito recorre Bogotá y Cundinamarca, el segundo visita los paisajes y pueblos de la campiña boyacense donde se libraron decisivas batallas, el tercero consiste en hacer la travesía hacia los Llanos Orientales y el último parte de Bogotá, pasa por Villavicencio y de allí se dirige a Casanare y Arauca, donde se concibió la campaña emancipadora y se organizaron las tropas.
Un paseo por el lago de Tota, en Boyacá; un recorrido por la imponente y única catedral de sal de Zipaquirá, en Cundinamarca; tardes de música llanera en Arauca, y las memorias que guardan los museos del centro de Bogotá son algunos de los planes que valen la pena y que, además de un rato ameno, evidencian que el esfuerzo de Bolívar no fue en vano y hoy somos un país que, en medio de sus dificultades, progresa.