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El jonrón de Rentería

El primero de noviembre, una jugada magistral del barranquillero les permitió a los Gigantes ganar la serie mundial de béisbol.

Orlando Palma Vizcaíno* / Especial para El Espectador
26 de diciembre de 2010 - 01:40 a. m.

Más de cincuenta mil aficionados esperaban el desenlace del duelo entre el colombiano Édgar Rentería y el lanzador zurdo Cliff Lee en el séptimo episodio del quinto partido de la Serie Mundial de Béisbol en el Arlington Ball Park de Texas.

La serie favorecía a los Gigantes de San Francisco, el equipo de Rentería, tres victorias contra una derrota. Este juego era clave, los Rangers necesitaban ganar para seguir con vida y obligar a la realización de un sexto juego en San Francisco. Por su parte, los Gigantes estaban dispuestos a conquistar el título. Un manto de suspenso cubrió por completo el majestuoso escenario. Voces encontradas en fanáticos de ambos bandos se escuchaban en todos los rincones.

Muchos consideraban que el mánager de los Rangers debía otorgarle la base por bolas a Rentería por varios aspectos: quitarle el bate a un hombre que estaba castigando a sus lanzadores; enfrentarse a un bateador de menos peligro y además buscar el out en cualquier base. Pero no fue así. Ron Washington le ordenó a su mejor pitcher que le lanzara a Édgar.

En ese momento yo estaba ubicado en el segundo piso, exactamente detrás del home plate. A mi lado se encontraban tres colombianos que gritaban sin descansar “¡Rentería, Rentería, Rentería!”. Inmediatamente sumé mi voz a ese coro, que iba acompañado de un movimiento cadencioso de la bandera colombiana que exhibían llenos de orgullo. Uno de ellos, y con mucha seguridad, me dijo: “Rentería va a batear jonrón”. Su grito se perdía en aquel bullicio y muchos lo miraban con desdén sin darle crédito a su sentencia.

Todos dirigimos una vez más la mirada al terreno de juego. El afamado zurdo trató de dominarlo con un lanzamiento en recta hacía la parte interna del bateador. Pero vaya sorpresa que se llevó cuando Rentería sacudió su bate para golpear la pelota y ésta comenzó a elevarse lentamente hacía lo profundo del left y center field. Los seguidores de los Rangers pensaron inicialmente que el jardinero central Josh Hamilton podía capturarla y empezaron a gritar. Pero al ver que la bola no caía y el esfuerzo del center field se perdía, esos gritos comenzaron a apagarse y en fracciones de segundo sus rostros cambiaron. Sus gargantas quedaron en silencio y los fanáticos de los Gigantes explotaron en alegría cuando vieron que la pelota cruzaba la barda de los casi 400 pies. Era el segundo cuadrangular de Rentería en la Serie Mundial. Y el más importante. Colocaba a su novena arriba en la pizarra 3 carreras por 0 y a las puertas de coronarse campeones.

Fue un momento mágico, indescriptible, el que tuvimos la oportunidad de vivir ese primero de noviembre en el estadio de los Rangers. Ese mismo día, justo antes de llegar al escenario, Rentería hablaba tranquilamente en el automóvil cuando de pronto dijo: “Voy a batear un jonrón”. Los amigos que lo acompañábamos aplaudimos y coincidimos en decirle: “Así será, claro que sí”. Ese jonrón les significó a los Gigantes conseguir su primer título de Serie Mundial como franquicia de la ciudad de San Francisco, ya que anteriormente lo habían conseguido en representación de Nueva York. Además, le otorgó a Rentería el trofeo como Jugador Más Valioso de la Serie Mundial. Algo sencillamente histórico para Colombia y Latinoamérica, puesto que se convertía en el primer suramericano en conseguir tal hazaña y sólo el octavo latino de esa exclusiva lista.

Pero la magnitud de este galardón va más allá. En la historia de las Grandes Ligas, sólo cuatro peloteros han definido dos Series Mundiales con sus batazos: Joe DiMaggio, Yoggie Berra, Lou Gehrig y Édgar Rentería. Ese hijo de la costa caribe colombiana ha escrito una vez más su nombre en los libros de récords del mejor béisbol del mundo, en el cual completó su decimaquinta temporada.

 * Comunicador social-periodista.

Por Orlando Palma Vizcaíno* / Especial para El Espectador

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