Se trata de los cerros de Mavecure, Mono y Pajarito, una joya natural que limita con Venezuela y Brasil. Las tres rocas, cada una con más de 300 metros de altura, son el mirador perfecto para apreciar el imponente caudal del río Inírida y las tierras habitadas por comunidades indígenas puinaves, expertos pescadores y cazadores.
Cuando llueve, cada formación rocosa ofrece un espectáculo incomparable. El agua que baja desde las alturas da la sensación de que los cerros lloran. Las bases de estos gigantes están adornadas con la flor de Inírida, símbolo de la región.
La expedición para conocer los secretos de Mavecure implica navegar por la Estrella Fluvial del Sur, donde confluyen los ríos Guaviare, Atabapo y Orinoco. Las playas de arena blanca que se forman en los alrededores son ideales para acampar, apreciar una gran variedad de aves y atreverse a practicar deportes acuáticos.
Aunque se cree que las grandes rocas hacen parte de los restos de las montañas más antiguas de América Latina, hoy siguen siendo un misterio para todos los que visitan este destino lleno de misticismo y tranquilidad. Los guardianes de la selva, como se conoce a estos cerros, son un ícono del ecoturismo en Colombia.