Turismo

En la tierra prometida

La capital mexicana encierra la historia de una cultura que se niega a desaparecer a través de los años.

Marcela Osorio Granados / Ciudad de México
23 de noviembre de 2010 - 08:19 p. m.

Debajo de los inmensos edificios y las admirables estructuras arquitectónicas de estilo gótico y barroco, que enmarcan las esquinas de la capital mexicana, reposan las ruinas de una de las ciudades antiguas más prósperas y pobladas del siglo XV: Tenochtitlán.

Cuenta la leyenda que el dios Huitzilopochtli, soberano del pueblo de los mexicas, ordenó a sus súbditos salir de Aztlán, donde se encontraban asentados, e iniciar una peregrinación en busca de la tierra prometida, la cual reconocerían al encontrar un águila sobre un nopal devorando a una serpiente. Allí deberían fundar una gran ciudad, la capital azteca.

En 1356, luego de vagar durante varios años, los mexicas hallaron la señal en un islote rocoso de la laguna de Texcoco. Allí vieron el águila, que representaba al dios sol, y a la serpiente emplumada, que simbolizaba la sabiduría. En aquel lugar se construyó el gran Templo Mayor, la estructura más grande de la ciudad dedicada a la adoración de sus deidades: Huitzilopochtli, dios de la guerra, y Tlátoc, dios de la lluvia. Así nació Tenochtitlán, la majestuosa urbe que antecedió a Ciudad de México.

El Templo Mayor fue construido en siete etapas y alcanzó a tener una altura aproximada de 60 metros. Oculto durante cientos de años, fue descubierto accidentalmente en 1978 y actualmente es sede de un museo que alberga los asombrosos objetos que han sido encontrados a través de los años, como la escultura de Xólotl (dios de lo gemelo o lo doble y hermano mellizo de Quetzalcóatl) o el brasero con el rostro de Tláloc, dios que habitaba en el paraíso terrenal y proporcionaba a los hombres valor.

La cultura ancestral se siente viva en muchos rincones de la capital mexicana. En el pasado radica la magia que envuelve sus calles, llenas de historia y rastros de una raza histórica que ha perdurado a través de los años. Se conservan edificaciones históricas, como la Catedral Metropolitana, la iglesia más grande construida en el continente americano durante el período colonial, un símbolo de la dominación española y actualmente uno de los principales sitios turísticos de la ciudad.

Tanto el Templo Mayor como la Catedral Metropolitana se encuentran en pleno centro histórico de la ciudad, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987, tras el hallazgo del primero.

Recorrer el centro histórico es todo un privilegio. Una oportunidad de apreciar verdaderas joyas de la arquitectura que remiten a una época colonial, como es el caso del Palacio Nacional y el Ayuntamiento, ambos ubicados en la famosa Plaza de la Constitución (conocida también como Zócalo), la segunda plaza principal más grande del mundo después de la Plaza Roja de Moscú.

Cerca de allí se encuentra la célebre Plaza Manuel Tolsá, acompañada de espectaculares construcciones arquitectónicas, como el Museo Nacional de Arte y el Palacio de Minería, caracterizado por su estilo neoclásico.

La cultura tiene también un lugar destacado en la arquitectura mexicana y el espectacular Palacio de Bellas Artes es un digno ejemplo de ello. Declarado Monumento Artístico por la Unesco en 1987, este destino turístico por excelencia es considerado como la máxima casa de cultura del país, pues cuenta con escenarios únicos, como la sala de espectáculos con capacidad para albergar a 1.977 personas y el gran telón antifuego con la imagen de los volcanes mexicanos Popocatépetl e Iztaccíhuatl.

Y si de conocimiento se trata, una escala obligada para los turistas es el Museo Nacional de Historia, alojado en el Castillo de Chapultepec, una construcción aristocrática ubicada a una altura de 2.325 metros sobre el nivel del mar, en el centro del bosque que lleva el mismo nombre.

La edificación del castillo se inició en 1785 por orden del virrey Bernardo de Gálvez y en 1944 se inauguró el Museo Nacional de Historia, que mantiene en su interior la división entre el Castillo y el denominado Alcázar, en donde se ha conservado el sentido residencial que le otorgaron los gobernantes: recámaras y salones que recrean ambientaciones de la época, que es lo más representativo del siglo XIX.

Y también a los amantes del arte la capital mexicana les ofrece opciones de primera categoría, como la histórica Casa Azul Museo Frida Kahlo, sitio en el que nació y murió la famosa pintora mexicana.

La casona fue construida en 1904 en uno de los barrios más antiguos de la Ciudad de México y actualmente tiene una extensión de 800 m2 en un terreno de 1.200 m2. La Casa Azul conserva en su interior los objetos personales de Frida y algunas de las obras más famosas de la artista, como Viva la vida (1954), Frida y la cesárea (1931) y Retrato de mi padre Wilhem Kahlo (1952).

Ya sea en arquitectura, cultura, historia o arte, la Ciudad de México es una vitrina de lujo para quienes quieran explorar las raíces de una cultura monumental, cuyo legado permanece intacto en las bases de la ciudad, en las tradiciones de sus habitantes y en las calles y edificaciones que conforman hoy una de las urbes más importantes del continente americano.

 

Por Marcela Osorio Granados / Ciudad de México

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