Turismo

Esta es la historia de doña Petra, la indígena que ha vivido 76 años en una cueva

En este rincón del municipio de Creel, en Chihuahua, México, nació, creció junto a sus hermanos, tuvo a sus hijos y vio morir a su esposo. Vive de lo que siembra y de la ayuda del Gobierno, que le construyó una casa a la que nunca quiso irse.

Marcela Díaz Sandoval*
19 de abril de 2017 - 08:00 p. m.
El interior de la cueva es un solo espacio en el que están el comedor, la cama y la cocina de leña. El lugar no cuenta con energía ni agua potable. / Marcela Díaz Sandoval
El interior de la cueva es un solo espacio en el que están el comedor, la cama y la cocina de leña. El lugar no cuenta con energía ni agua potable. / Marcela Díaz Sandoval

Petra Sinaloa no recuerda mucho de su pasado, ni siquiera la fecha de su cumpleaños. Tiene manos fuertes y rudas, una mirada nostálgica y tan sólo un par de palabras para los desconocidos. Vive a las afueras del municipio de Creel, en Chihuahua (México), en una cueva que ha habitado su familia por más de cien años y que ella conoce desde hace 76. Allí nació, se crio junto a sus cinco hermanos, dio a luz a seis hijas y vio morir a su marido hace más de tres décadas. No existe otro lugar en el mundo que la haga sentirse tan a gusto como la piedra volcánica de cinco metros de profundidad por cinco de ancho en la que pasa los días.

“A través de un programa del Gobierno se le construyó una casa de adobe, muy cerca de la cueva, pero no se quiso cambiar. Dijo que era muy caliente, que no podía acostumbrarse a vivir en un espacio como ese. Aunque la roca se ve fría, al ser porosa absorbe el calor y lo mantiene”, cuenta Adrián Castellanos, uno de los guías turísticos de la zona que llevan a los viajeros a conocer esta llamativa vivienda.

De lejos se ve una pequeña puerta en una enorme roca; de cerca se observan un lavadero de piedra, una especie de mesa hecha con llantas, sobre la que sus hijas exhiben artesanías, y muchas tablas, puestas como repisas, con baldes para recoger agua del río. El interior es un solo espacio en el que se mezclan las ollas, una que otra planta, la cama, un mueble, el comedor y la cocina de leña.

Los días de esta indígena tarahumara son más cortos de lo normal, pues los vive de sol a sol, debido a que la cueva no cuenta con energía y el panel solar que alguna vez le instalaron nunca funcionó. Transcurren entre el cuidado de las gallinas y la siembra de papa, fríjoles, maíz, duraznos y manzanas, alimentos para ella y sus hijas que viven cerca. Aunque el Gobierno también la ayuda con los productos básicos de la canasta familiar. “Es una mujer de admirar. Fue trabajadora toda la vida, atendía a los comedores de los mineros, sobrevivió a la muerte de su marido cuando le cayó una piedra encima, a la de sus cinco hermanos y dos de sus hijas, una de ellas asesinada por el esposo. Además, tiene más edad que el promedio de las tarahumaras, que es de 70 años”, revela Castellanos.

Y con respecto a su seguridad, responde: “Este lugar se formó hace 65 millones de años con erupciones volcánicas y terremotos, pero no es una zona sísmica, no se han registrado temblores”. Palabras que doña Petra atesora en su memoria y que la llenan de fuerza para sobrellevar la diabetes que padece y realizar labores cotidianas como cerrar la cueva con una piedra, mantener con diésel la lámpara que le ayuda a moverse de noche y estar pendiente de los gatos que le espantan los ratones. Es el ejemplo vivo de aquel refrán que dice: ¡A todo te acostumbras en la vida, menos a no comer!

* Invitación del Consejo de Promoción Turística de México.

Por Marcela Díaz Sandoval*

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar