En las montañas de Santander hay un ecosistema que solo pudo haber sido tallado con el esmero y la paciencia de la naturaleza. Un lugar donde en las rocas se pueden ver historias de millones de años, en los bosques se escuchan secretos ancestrales y las cuevas guardan misterios, animales poco conocidos, y túneles y cámaras sin explorar.
Solo hace falta recorrer un poco la zona rural de El Peñón para dejarse sorprender por las paredes gigantes de piedra caliza blanca, que parecen cortadas con milimétrica precisión y se adornan en su parte alta e interna por bosques húmedos de niebla. El resultado final de esta sinfonía geológica y biológica es la creación de un paisaje surrealista de pilares y columnas de piedra caliza, que emergen del suelo como esculturas naturales talladas por el tiempo y el capricho del clima, que ahora hacen parte del ecosistema kárstico resguardado por el Profe José Bautista Ulloa, propietario del Geoparque Bosques de Pandora, y su equipo de trabajo.
👀🌎📄 (Lea también: Latam Airlines lanza promociones de San Valentín con descuentos de hasta el 40 %)
De acuerdo con el Instituto Humboldt, los ecosistemas kársticos son grandes macizos o mantos de roca caliza por donde el correr del agua, durante millones de años, ha dado lugar a ambientes subterráneos como cuevas, cavernas, simas y abrigos rocosos, de gran importancia geológica, pero también paleontológica, antropológica, climática y, por supuesto, biológica.
En Colombia existen 260 sistemas kársticos descritos o inventariados, distribuidos en 21 departamentos, especialmente en Santander, Boyacá, Antioquia, Huila y Tolima. Lastimosamente, el 89 % de estos sistemas están en paisajes fuertemente transformados por el hombre y solo el 3 % está protegido bajo alguna de las figuras de conservación del Sistema Nacional de Parques Nacionales Naturales. De ahí la importancia de este Geoparque, que invita a los turistas a conocer y maravillarse por estos ecosistemas, y empodera a las comunidades para protegerlo y conservarlo.
Guane: protagonista de una historia de pérdida y hallazgo
La historia de Bosques de Pandora no comenzó con un plan maestro ni con un equipo de exploradores profesionales. Inició con una perra llamada Guane, una pastor alemana de seis meses que, en un acto de curiosidad canina, se adentró en lo profundo del bosque y se perdió durante horas. Pero Guane no era una perra cualquiera: era parte de la familia del Profe y Elver Quitian, uno de los nativos que hoy guía a los visitantes por los senderos de Pandora. Aquel día, mientras el sol comenzaba a esconderse detrás de las montañas, Guane desapareció entre los árboles y el monte por donde se extendía la ganadería.
La búsqueda no fue fácil. El bosque, con sus laberintos de rocas calizas y su vegetación densa, no perdona a los incautos. Y fue en medio de esa búsqueda, ya con la noche encima, que los rescatistas vislumbraron algo que cambiaría para siempre la historia de El Peñón: una formación rocosa imponente y un mundo subterráneo que parece sacado de un libro de Julio Verne o una película de Disney.
Finalmente Guane fue encontrada, pero lo que quedó fue mucho más que el alivio de recuperar a un miembro de la familia. Aquel lugar, bautizado más tarde Geoparque Bosques de Pandora, se convirtió en el epicentro de un proyecto que busca preservar y compartir la riqueza natural de la región. Las cavernas, estalactitas y estalagmitas, los túneles de agua cristalina y los bosques de neblina se convirtieron en los protagonistas de una historia que hoy atrae a viajeros de todo el mundo.
👀🌎📄 (Lea también: San Valentín en Bogotá: romance, pasión y alta cocina en JW Marriott)
“Al llegar acá yo quería que mi familia tuviera agua para los nietos y las generaciones que vienen. Pero mire cómo un vaso de agua para la familia se convierte en un mar para la humanidad, en una reserva, porque esto no tiene precio. Esto es un bien de la humanidad y lo tenemos claro”, revela el Profe.
Y es que en Bosques de Pandora las cuevas no son simples agujeros en la tierra: son testimonios silenciosos de la paciencia infinita de la naturaleza. Aquí, el agua no es solo un elemento vital, es un artista que, gota a gota, ha tallado pasadizos secretos, cámaras ocultas y formaciones que desafían la imaginación. Este proceso, conocido como karstificación, es una danza lenta e implacable entre el agua y la piedra caliza que, con el pasar del tiempo, crea las estalactitas que cuelgan del techo como joyas naturales, formadas por el goteo constante de agua cargada de minerales. Cada gota que cae deja atrás un pequeño depósito de calcita, y con el paso de los siglos, estas diminutas acumulaciones se transforman en columnas puntiagudas que parecen desafiar la gravedad.
En el suelo, las estalagmitas se alzan como torres naturales, formadas por el mismo proceso pero en sentido inverso. Estas estructuras, caprichosas y únicas, parecen brotar de la tierra como si fueran crestas de piedra y conforman estas cavidades subterráneas que no solo son formaciones rocosas: son cápsulas geológicas del tiempo que revelan la historia silenciosa de la Tierra.
El alma subterránea de El Peñón
Este proceso natural ha generado que El Peñón sea epicentro de un mundo subterráneo de cuevas, ríos ocultos y formaciones rocosas. En Colombia, estos ecosistemas son especialmente importantes porque albergan una biodiversidad única y son fundamentales para la regulación del ciclo del agua. Su importancia radica en que el agua fluye por debajo de la tierra a través de túneles y cavernas. Aunque en la superficie no se ven ríos o quebradas, el agua está presente, alimentando los ecosistemas y llegando a lugares como el río Magdalena. Esta conexión subterránea hace que la conservación de estos sistemas sea vital, pues cualquier contaminación en la superficie puede afectar gravemente las aguas subterráneas y, por ende, a las comunidades y demás ecosistemas que dependen de ellas.
El Instituto Humboldt destaca que los sistemas kársticos se caracterizan por la compleja interdependencia entre los ecosistemas superficiales y los subterráneos, aunque si bien hay unos totalmente aislados, la mayoría actúan como sumideros y receptores de lo que ocurre en el exterior.
👀🌎📄 (Lea también: ¡Espectacular! Así es el menú temático que llega al nuevo parque Epic Universe)
Por este motivo, desde hace años las comunidades de este municipio han cesado actividades como la ganadería y la minería para abrirle la puerta al turismo natural, científico y de espeleología. Como dice el Profe, el turismo es una muralla que puede detener un poco el abismo de las dificultades, y “ese es el verdadero objetivo, que exista un turismo para la cultura, que se genere un intercambio, que se gesten diálogos entre el saber científico y el saber campesino para promover un turismo de naturaleza enfocado en la sostenibilidad y el respeto. Al máximo tenemos que buscar que El Peñón no sea una zona de desolación y poderla preservar, porque este lugar está empoderando a nuestra nación y la conocen a nivel internacional”.
Bosques de Pandora: un tejido comunitario
La pérdida de una mascota en un bosque inexplorado permitió el descubrimiento de un lugar mágico y natural y fomentó la creación del Geoparque, un proyecto comunitario que busca empoderar a los habitantes locales.
“No son empleados, son socios nuestros y son microempresarios: desde la persona que alquila las botas y hace las arepas, la que trae aquí los amasijos, las almohadas, los copetes…. El plan veredal significa que si este proyecto crece, también lo hace toda la vereda y El Peñón. Nosotros fuimos destacados como el mejor proyecto de espeleología en Colombia en el FOREM 2024 en Bucaramanga”, puntualiza el Profe.
En este lugar los visitantes pueden recorrer los bosques de colinas verticales de piedra caliza y bosque de niebla, realizar rapel en paredes de más de 50 metros como la del Abismo Sagrado, hacer caminatas por cuevas y cavernas cuya entrada e interior sirve de tránsito a imponentes cascadas y fuentes de agua subterránea, o descolgarse por más de 150 metros en la sima de la Cueva la Tronera o Corazón del Mundo.
Es así como este rincón de Santander, con sus imponentes formaciones kársticas, cuevas misteriosas y bosques únicos, se mantiene como un refugio de biodiversidad y un testimonio vivo de cómo la vida y la naturaleza se entrelazan en una simbiosis eterna. Además, en un mundo donde la explotación de los recursos naturales parece no tener fin, El Peñón y Bosques de Pandora enseñan que hay otra forma de relacionarnos: desde el respeto, la educación y la admiración por el medio ambiente.
👀🌎📄 ¿Ya está enterado de las últimas noticias del turismo en Colombia y en el mundo? Lo invitamos a verlas en El Espectador.