Gramado, la luz del continente
Cada año, 237 kilómetros cuadrados del sur de Brasil se cubren de nieve artificial y son el escenario de espectáculos de pólvora, conciertos, árboles encantados y bosques de duendes que invitan a soñar.
María Alejandra Moreno Tinjacá / Brasil
Casas iluminadas con luces de colores, calles rodeadas de renos y árboles de Navidad, villancicos, aroma a chocolate y niños corriendo felices tratando de alcanzar a Papá Noel hacen parte de la experiencia de visitar Gramado. Situada a 115 kilómetros de Porto Alegre, capital del Estado de Río Grande del Sur, en Brasil, esta ciudad enamora a los visitantes por su ambiente de regocijo que empieza a percibirse desde que se cruza por el arco de entrada que da paso a esta tierra de luz.
A través de caminos rodeados de hortensias azules y violetas se llega al centro. Las rutas conducen a la calle Cubierta, un lugar estratégico con bares, tiendas de ropa y chocolaterías, además de decenas de restaurantes que ofrecen desde galeto (el pollo que se sacrifica al primer canto), hasta platos típicos internacionales como el fondue, el risotto o la polenta, una receta originaria del norte de Italia.
Cuando llega la noche todo se transforma. Las luces se encienden y las estrellas colgantes iluminan las avenidas. El preámbulo de una celebración que lleva 28 años, comenzó en 1986, y se denomina Natal Luz (Navidad Luz). Del primero de noviembre al 12 de enero, las obras de teatro y la música invaden la ciudad. NatuVitaten, por ejemplo, a orillas del lago Joaquina Rita Bier, cuenta la historia del nacimiento de Jesús. Los espectadores escuchan extasiados.
Con juegos de luces y chorros de agua se proyectan imágenes de ángeles, venados y estrellas, acompañadas de la melodía de El Mesías, de Georg Friedrich Händel. Después de una salva de aplausos, gritos, abrazos y algunas lágrimas, los turistas disfrutan momentos de paz familiar. Luego, destellan en el cielo los juegos pirotécnicos. Los asistentes a este espectáculo encienden las velas que llevan entre sus manos y, como si fuera una plegaria colectiva, se advierten gestos de agradecimiento y de bienvenida a los alegres días de Navidad.
Una inolvidable experiencia que hace que en Gramado todo parezca un cuento de hadas. Niños jugando con galletas de jengibre y parejas de enamorados caminando en busca de la Aldea de Papá Noel, una edificación construida en 1940 en homenaje a este querido personaje, ubicada en el parque Knorr. La casa de este símbolo de la Navidad está custodiada por un cascanueces de más de dos metros de alto.
El jardín principal, rodeado de flores rojas y piedras blancas, traza el camino del Tren de la Fantasía, un vehículo verde que transporta a los visitantes por los 72.000 m² del parque. Mientras los niños y sus padres cantan villancicos, súbitamente se detienen ante el Árbol de los Deseos. Entonces los pasajeros cierran los ojos, se toman de las manos y en placas de madera escriben peticiones. Con algo de ingeniería adicional, siempre está nevando, los pequeños caminan por el Bosque de los Duendes y la Casa de los Osos hasta llegar a la Mansión de Papá Noel.
Allí concluye el viaje. Es un lugar extraordinario, con regalos por todas partes, osos, ángeles, muñecas. Es diciembre, y Gramado se viste de luces para que los turistas puedan disfrutar de una Navidad y fin de año mágicos. Se trata, sin duda, de un destino único para que niños y grandes gocen de estas fiestas con un toque europeo en pleno Brasil.
mmorenot@elespectador.com
@mariaalemoreno
* Invitación de Embratur.
Casas iluminadas con luces de colores, calles rodeadas de renos y árboles de Navidad, villancicos, aroma a chocolate y niños corriendo felices tratando de alcanzar a Papá Noel hacen parte de la experiencia de visitar Gramado. Situada a 115 kilómetros de Porto Alegre, capital del Estado de Río Grande del Sur, en Brasil, esta ciudad enamora a los visitantes por su ambiente de regocijo que empieza a percibirse desde que se cruza por el arco de entrada que da paso a esta tierra de luz.
A través de caminos rodeados de hortensias azules y violetas se llega al centro. Las rutas conducen a la calle Cubierta, un lugar estratégico con bares, tiendas de ropa y chocolaterías, además de decenas de restaurantes que ofrecen desde galeto (el pollo que se sacrifica al primer canto), hasta platos típicos internacionales como el fondue, el risotto o la polenta, una receta originaria del norte de Italia.
Cuando llega la noche todo se transforma. Las luces se encienden y las estrellas colgantes iluminan las avenidas. El preámbulo de una celebración que lleva 28 años, comenzó en 1986, y se denomina Natal Luz (Navidad Luz). Del primero de noviembre al 12 de enero, las obras de teatro y la música invaden la ciudad. NatuVitaten, por ejemplo, a orillas del lago Joaquina Rita Bier, cuenta la historia del nacimiento de Jesús. Los espectadores escuchan extasiados.
Con juegos de luces y chorros de agua se proyectan imágenes de ángeles, venados y estrellas, acompañadas de la melodía de El Mesías, de Georg Friedrich Händel. Después de una salva de aplausos, gritos, abrazos y algunas lágrimas, los turistas disfrutan momentos de paz familiar. Luego, destellan en el cielo los juegos pirotécnicos. Los asistentes a este espectáculo encienden las velas que llevan entre sus manos y, como si fuera una plegaria colectiva, se advierten gestos de agradecimiento y de bienvenida a los alegres días de Navidad.
Una inolvidable experiencia que hace que en Gramado todo parezca un cuento de hadas. Niños jugando con galletas de jengibre y parejas de enamorados caminando en busca de la Aldea de Papá Noel, una edificación construida en 1940 en homenaje a este querido personaje, ubicada en el parque Knorr. La casa de este símbolo de la Navidad está custodiada por un cascanueces de más de dos metros de alto.
El jardín principal, rodeado de flores rojas y piedras blancas, traza el camino del Tren de la Fantasía, un vehículo verde que transporta a los visitantes por los 72.000 m² del parque. Mientras los niños y sus padres cantan villancicos, súbitamente se detienen ante el Árbol de los Deseos. Entonces los pasajeros cierran los ojos, se toman de las manos y en placas de madera escriben peticiones. Con algo de ingeniería adicional, siempre está nevando, los pequeños caminan por el Bosque de los Duendes y la Casa de los Osos hasta llegar a la Mansión de Papá Noel.
Allí concluye el viaje. Es un lugar extraordinario, con regalos por todas partes, osos, ángeles, muñecas. Es diciembre, y Gramado se viste de luces para que los turistas puedan disfrutar de una Navidad y fin de año mágicos. Se trata, sin duda, de un destino único para que niños y grandes gocen de estas fiestas con un toque europeo en pleno Brasil.
mmorenot@elespectador.com
@mariaalemoreno
* Invitación de Embratur.