Turismo
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La naturaleza es su lujo

Todos hablan del Amazonas, pero aún muchos no han descubierto el privilegio de conocerlo para disfrutar de un destino turístico con sello propio.

Christian Quiroga
18 de noviembre de 2010 - 05:59 p. m.

A las 5:00 p.m., todos los días, al Parque Santander de la capital del Amazonas llegan por lo menos 200.000 loros, buscando un lugar para dormir. A las 6:00 p.m. las aves han encontrado su espacio y el apabullante ruido que impresiona durante una hora le da paso a un tranquilo silencio.

En su travesía por el continente, el Che Guevara llegó hasta el Amazonas. Lo evidencia el guía de la Biblioteca Luis Ángel Arango de Leticia, quien con tono de dato importante dice: “Aquí existía una cancha de fútbol en la que jugó el Che Guevara”.

Armando Curitima, un joven indígena que lleva nueve años trabajando como guía en la poca selva que puede ser recorrida por los visitantes, es hijo de una mujer cocama y un hombre ticuna. El cruce de las etnias ya es común en tierras amazónicas, lugar donde habitan 19 grupos que han permitido la entrada del turismo a sus territorios.

En el Amazonas los fenómenos naturales, la presencia ancestral aún viva y los recuerdos le dan vida a un destino con mucho de particular y poco de común, al que lo invade la naturaleza como su gran atractivo turístico. Allí casi todo es exótico y por lo tanto único. Es un lugar privilegiado, cuya abundancia de fauna y flora lo hacen uno de los más importantes del mundo. Por eso, descubrir el encanto de esta selva es un verdadero lujo para cualquier ser humano.

Donde termina Colombia

Leticia, la capital del departamento del Amazonas, es la primera parada de todos los visitantes. Es una ciudad con 28°C de temperatura y 40.000 habitantes; representa el punto limítrofe de Colombia con Brasil y Perú, países con los que comparte la extensa selva que el mundo mira hoy con más respeto que antes.

Esa condición de ciudad fronteriza hace que a unos pocos minutos se llegue hasta Tabatinga, población brasilera a la que en un paseo en bicicleta de dos horas los turistas pueden recorrer y apreciar la arquitectura del país vecino, comprar sandalias y artesanías, además de realizar una parada en la Casa del Chocolate, donde podrán adquirir los conocidos ‘Garotos’, cachaza (licor típico y base de la caipiriña), además de diferentes bebidas locales. Observar un atardecer sobre el río Amazonas es una experiencia que realza la imponencia del afluente más caudaloso del mundo.

A Perú se llega por vía fluvial. La población de Santa Rosa es un frecuentado destino turístico adonde los lugareños van a hacer compras y a disfrutar de la vida nocturna que se vive al otro lado del río.

Una edificación rosada que sobresale entre todas las construcciones de Leticia es la Biblioteca Luis Ángel Arango. Allí se encuentra el Museo Etnográfico del Hombre Amazónico, que reúne los saberes, utensilios, artesanías, instrumentos musicales, obras de arte, prendas de vestir y armas que usaban las culturas ticuna, huitoto y yucuna, antiguos pobladores de la Amazonia.

Sumergidos en la naturaleza

El verdadero Amazonas se descubre navegando su río y explorando su selva. Y para eso los visitantes deben empezar por recorrer el inmenso afluente y visitar en sus laderas comunidades que reciben a los turistas y les ofrecen actividades en los que su territorio y cultura las convierten en su mejor atractivo. En Marasha, Macedonia, Saragoza, Santa Sofía, entre otras más, se pueden realizar caminatas, observar algunos rituales, adquirir artesanías, degustar su gastronomía y compartir experiencias con las creencias de las etnias que aún sobreviven.

A una hora y media de viaje por el río la mejor parada es en el Parque Natural Amacayacu, una reserva de 293.500 hectáreas, donde se ofrecen servicios turísticos que garantizan descanso, tranquilidad y aventura. En el acondicionamiento del espacio, con predominio de la madera, sobresalen las malocas (antiguas viviendas indígenas), cuya arquitectura permite disfrutar de alojamientos dotados con todas las comodidades de un buen hotel.

Desde la terraza de cada maloca, donde se encuentra una hamaca, o acomodado en un mueble para descansar, siempre mirando hacia el río Amazonas, las tardes son perfectas para leer un buen libro, dormir o tomar el sol, en un escenario donde nada perturba el descanso: sólo existe el ruido de la naturaleza.

Sobre el río, en el mismo parque, hay una casa flotante que actúa como un hotel ecológico, compuesto por dos habitaciones para cinco personas, un baño con agua caliente (gracias a la energía solar), una sala, cocina, comedor, bar y una exclusiva terraza con sillas para tomar el sol y hamacas para descansar. Es posible que los visitantes cuenten con personal de apoyo permanente que ofrece un servicio de lujo y todas las comodidades, a bordo de una vivienda que puede desplazarse algunos metros por el afluente.

Definido el hospedaje, empieza el paseo con un recorrido por la selva (sendero Nainekumaw), un camino en el que es posible encontrarse con micos silvestres y ceibas de 500 años, con 50 metros de altura, que por creencia indígena guardan en sus ramas y tronco buenas energías, por eso se dice que al abrazarlas proporcionan a los seres humanos sensación de tranquilidad.

El avistamiento de delfines rosados es un exclusivo plan en este viaje porque es algo que se puede realizar en muy pocas partes del planeta, y Colombia ofrece ese privilegio en el río Amazonas. Son unos cuantos minutos a bordo de una canoa los que se necesitan para ver estos hermosos símbolos de la Amazonia.

Nada en este destino es común. Todo es propio de una riqueza en flora y fauna que hoy recibe a los turistas y espera seguir conservada para mostrarles a todos lo que la naturaleza puede hacer por ellos: hasta un viaje de lujo, en medio de la selva.

Por Christian Quiroga

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